Seis meses del volcán sin nombre de La Palma: "Vivíamos bien, no éramos ricos, pero lo perdimos absolutamente todo"

La plaza de la Iglesia de Tajuya, con el volcán de fondo.
La plaza de la Iglesia de Tajuya, con el volcán de fondo.
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La plaza de la Iglesia de Tajuya, con el volcán de fondo.

"Punto de venta autorizado. Se venden camisetas de nuestros barrios", se puede leer en un cartel pegado con celo a una de las fachadas de la iglesia de Tajuya. En la plaza que da entrada al templo reina la calma. De vez en cuando, llega un autobús con decenas de turistas. "Habitualmente, alemanes", cuenta el conductor de uno de los vehículos. Están alrededor de diez minutos y hacen fotos de la ladera cercana, en la que todavía descansan kilómetros de lava. Esta vez, apagada -que no fría- y de color negro; pero lava, al fin y al cabo. 

Cuando se van, vuelve la calma. Es una imagen que nada tiene que ver con la que se vivió en este mismo lugar el pasado 19 de septiembre de 2021, hace hoy justo seis meses. Ese día, la plaza vio cómo erupcionaba el volcán de Cumbre Vieja, que expulsó esa lava y se llevó por delante barrios enteros de la isla de La Palma, apodada "la isla bonita".

El sentimiento generalizado en los municipios cercanos es de resignación. Algunos también hablan con cierta incredulidad o, en cierto modo, con miedo. "El miedo es tu carcelero y el corazón se te muere", cantaba Rocío Jurado. No obstante, el corazón de esta isla, con una extensión de 708 kilómetros cuadrados y apenas 84.000 habitantes, ya había temido dos veces más en el último siglo. Pero este volcán, que aún no tiene nombre -se le adjudicará el que decidan los vecinos-, ha provocado más dolor que los anteriores al dejar tras de sí más de 1.600 viviendas afectadas y el obligado cambio de vida para 7.000 vecinos, el 9% de la isla. Sin contar el proceso marítimo de El Hierro de 2011, también es el volcán cuya erupción ha sido más duradera. Se apagó el 13 de diciembre, tras 85 días de actividad.

Domingo Guerra ha vivido todos ellos. Cuando erupcionó el volcán San Juan, en 1949, tenía siete años. Cuenta que vivía con sus padres, agricultores de profesión. Viajaron durante toda una noche porque no podían alimentar a sus animales ni a ellos mismos. "Fue una noche muy angustiosa hasta que llegamos a un refugio", explica. El volcán también estaba situado en la zona de Cumbre Vieja, como el de 2021, aunque duró la mitad: 42 días. 

Guerra, entonces, habla inmediatamente de la erupción del Teneguía. Ocurrió en 1971 y se prolongó durante apenas 24 días. La diferencia con los otros dos, es que este se despertó en uno de los vértices de la isla y los destrozos no fueron tantos ni tan significativos. Guerra, que es el actual párroco de El Paso -uno de los municipios más afectados junto a Los Llanos de Aridane y Tazacorte-, estaba entonces destinado en La Gomera. "Fue un espectáculo grandioso. Era fácil de ver y no hizo casi ningún daño", recuerda.

Domingo Guerra, párroco de El Paso y superviviente de tres volcanes.
Domingo Guerra, párroco de El Paso y superviviente de tres volcanes.
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"Con este [en referencia al volcán sin nombre] esperábamos que pasara algo parecido, pero cuando pasaron tres o cuatro días nos empezó a dar respeto y miedo", asegura sentado en uno de los bancos del fondo de su ermita, la de Nuestra Señora de Bonanza. Quizá su querencia por las épocas de bonanza es lo que le llevó a reconvertir aulas y habitáculos del lugar en habitaciones donde todavía viven familias que tuvieron que dejar sus casas -algunas de ellas ya destruidas- cuando comenzó la erupción. "Se han adecuado las aulas para convertirlas en viviendas, se han hecho duchas, baños, una cocina, un comedor...", asegura sobre la reconversión del convento, cuyos fondos han procedido de Cáritas. 

Esta ha sido una de las opciones que se les dio a los afectados. Otros, en cambio, han sido reubicados en hoteles o acogidos por sus familiares. Es el caso de Yésica y su familia, que tuvieron que abandonar su hogar el día en el que ella cumplía 42 y su marido, 46, pocas jornadas después de que erupcionara el volcán. Antes de una semana ya había desaparecido. 20minutos la atendió entonces. Casi seis meses después, relata a este periódico qué pasó después. Su casa estaba situada en Todoque, un barrio que ya no existe. "Mi marido volvió en alguna ocasión, yo no", relata. Tras dejar su casa, pasaron tres días en una caravana incluidos sus dos hijos, su suegro y su nieta. Luego, fueron acogidos en un garaje hasta encontrar un pequeño piso de alquiler. Tan pequeño, que cuando su nieta duerme en casa, le monta un colchón hinchable. "Tengo hasta el baño dentro de la habitación", dice.

Yésica, cuya casa fue destruida por el volcán de La Palma.
Yésica, cuya casa fue destruida por el volcán de La Palma.
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Eso sí, sube la mayoría de días a la semana a El Paso, donde vive el párroco Guerra, porque ha montado una tienda en una de las calles principales. En realidad lleva 21 años regentando su marca, Sueños Nayai, pero no siempre estuvo en este municipio, en el que lleva funcionando apenas 19 días. La última tienda que abrió estaba debajo del volcán. También fue destruida. "No éramos ni ricos ni millonarios ni nada parecido, vivíamos bien, pero lo perdimos absolutamente todo", añade. El nuevo local lo pudo abrir con el dinero de donaciones, puesto que denuncia que no ha recibido ninguna ayuda ni del Cabildo de La Palma ni del Gobierno de España. Espera, eso sí, que se desbloquee la ayuda al alquiler que el Ejecutivo autonómico anunció que habilitaría y que sufragaría el pago de la renta de la vivienda durante tres años.

Andrés y su marido sí han recibido ayudas, pero las califican de "insuficientes". Ellos también tenían un negocio que fue paralizado por el volcán. No fue destruido, pero la cercanía a la erupción del pueblo donde trabajaban y habitaban -Puerto Naos- hizo que se tuvieran que marchar. A día de hoy, seis meses después, todavía no pueden volver por los gases que emite la boca volcánica. La respuesta sobre su vuelta es incierta. Ambos dicen que los responsables políticos les han dicho que pueden pasar "tres meses" o "años". El párroco de El Paso, que mantiene un contacto continuo con los vulcanólogos, transmite una sensación parecida. 

Andrés y su pareja, desalojados de su casa por los gases que emite el volcán de La Palma.
Andrés y su pareja, desalojados de su casa por los gases que emite el volcán de La Palma.
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Hasta ahora, Andrés y su marido han recibido, en total, 2.500 euros. Su caso, no obstante, es particular, porque para calcular la ayuda por la pérdida de actividad la Administración tuvo en cuenta su facturación en 2019, año en el que solo estuvieron abiertos dos meses al haber inaugurado el restaurante en noviembre de ese curso. Lo que les ha "salvado" ha sido tener seguro privado, puesto que les ha indemnizado más rápido. Fuentes del Cabildo, al igual que el Gobierno en público, insisten en que las ayudas son, por lógica, más lentas. Aunque en este caso aseguran que han ido más rápido "que nunca", recuerdan que las subvenciones públicas llevan un estricto control. Los últimos datos proporcionados por el Gobierno de España y el de Canarias cifran en 363 millones de euros las ayudas ya entregadas, con el 90% de los expedientes iniciados. Para vivienda se han destinado 163 millones y para emergencia social, 80. Asimismo, las empresas y los autónomos han recibido cerca de 54 millones.

Ellos anuncian que seguirán esperando y también luchando por salir adelante. Tras abandonar su casa encontraron un piso de alquiler en Tazacorte. Eso sí, fue gracias a un conocido, porque los precios de los alquileres subieron indiscriminadamente cuando erupcionó el volcán. "Antes, en la isla podías encontrar una vivienda de dos habitaciones por 300 euros, gastos incluidos. Ahora hay habitaciones por 600 euros", declaran. 

Además, están trabajando ya para abrir un nuevo restaurante en otra punta de la isla, una idea que estuvieron madurando en los largos viajes fuera de La Palma que han hecho en estos meses para reflexionar sobre su futuro. De Portugal a Perú. "Quizá fue un toque de atención del destino de que había que cambiar", reflexionan ambos con la perspectiva que da el paso del tiempo.

No obstante, esa tranquilidad que muestran ahora riñe con las críticas que descargan hacia los responsables del Cabildo. Cuando erupcionó el volcán, recuerdan, estaban trabajando. Dicen que desde 2017 se preveía que podía pasar, pero que el mismo día que la lava comenzó a salir su pueblo estaba en alerta amarilla en un semáforo que tenía otra opción verde y otra roja, que avisaría del escenario más pesimista. No llegó a tiempo. “Los días antes nos dijeron que tuviéramos una maleta preparada, pero el 19 de septiembre había agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad diciendo que nos tranquilizáramos”, cuenta Andrés, que recuerda que fueron de los primeros del pueblo en marcharse tras despertar de un shock inducido por la “belleza” que entrañaba aquel volcán, a pesar de lo que vendría después.

¿Qué falló? Según ellos, “faltó la toma de decisiones, si no hubiera pasado nada, desalojar un pueblo habría sido impopular”. El presidente del Cabildo, Mariano Hernández Cava, asegura en una entrevista con 20minutos que el conocimiento científico "era el que era" y confiesa que el enjambre sísmico estaba situado en los días previos "más al sur" de donde ocurrió la erupción, planteando que "quizá se debería haber ampliado más el perímetro".

Ramón Pérez, un taxista del área de Los Llanos, comparte algunas circunstancias con Andrés y su pareja. Su casa -situada "al otro lado del volcán", hacia el sur- también sigue en pie, al igual que su restaurante, pero tampoco puede habitarla. De igual forma, él y su familia tenían la maleta preparada y viven en un piso alquilado por unos amigos. En su caso, eso sí, le ha salvado la Cámara de Comercio canaria, un organismo público, que le indemnizó por la paralización involuntaria de su actividad. Añade que no pedirá más ayudas porque él, al menos, tiene la casa en pie y "hay gente que las necesita más". 

Ramón Pérez, también desalojado de su casa por los gases del volcán.
Ramón Pérez, también desalojado de su casa por los gases del volcán.
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Menciona, como ya había hecho Andrés, que la diferencia sustancial se ha producido entre la gente que tenía asegurada su casa -algunos vecinos lo hicieron después de haber erupcionado el volcán pero antes de que engullese sus casas- y los que no. Para evitar estas situaciones, el presidente del Cabildo propone llevar al Congreso de los Diputados una "ley de volcanes" que obligue a los habitantes de islas volcánicas, como es el caso, a tener un seguro que proteja sus casas.

Montado en un taxi que ya le pertenecía, pero que no conducía habitualmente, ahora la principal esperanza de Ramón es que se restablezcan las comunicaciones por la importancia que tienen en la isla las carreteras. Puede que tenga suerte. También es la principal prioridad del presidente del Cabildo. El pasado 18 de enero terminaron las obras de la primera carretera abierta en la zona afectada por el volcán, una obra que se llevó a cabo durante 27 días. El plazo para reconstruir los cultivos y las casas será más largo. Los científicos estiman un tiempo de dos años de media para que se enfríe el magma y otros tres más para poder volver a construir.

Ángel Palomares, director del Parque Nacional de la Caldera de Taburiente.
Ángel Palomares, director del Parque Nacional de la Caldera de Taburiente.
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"Habrá una nueva erupción en 20, 30 ó 40 años"

Al Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, situado a siete kilómetros del volcán, la erupción solo le afectó en lo referido a las visitas: tuvieron que suspenderlas durante un tiempo. Sin embargo, la maqueta de la isla situada en uno de los salones principales del edificio de visitantes es perfecta para hacerse una idea de la magnitud del suceso, que no será la última vez que ocurre. 

Al menos, así lo asegura el director del Parque, Ángel Palomares, quien vaticina que volverá a haber una erupción "en 20, 30 ó 40 años". En este sentido, cuenta que desde que la isla se formó ha habido "cientos de volcanes" porque estos terrenos "crecen muy deprisa y se destruyen muy deprisa", aunque, de momento, la isla resiste y revive.

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