Una 'epidemia golpista' sacude África: la inseguridad y el yihadismo propician ocho levantamientos en año y medio

Soldado del Ejército de Malí.
Soldado del Ejército de Malí.
NICOLAS REMENE / ZUMA PRESS / CONTACTOPHOTO
Soldado del Ejército de Malí.

"Ante la continua degradación de la situación de seguridad que amenaza los cimientos de nuestra nación (...), hemos decidido asumir la responsabilidad ante la historia". Con estas palabras, y ataviados con ropa militar y fusiles colgando del hombro, el ejército de Burkina Faso confirmaba ante las cámaras de televisión el levantamiento militar perpetrado el pasado 24 de enero. Este ha sido el octavo golpe o intento de golpe de Estado en un año y medio en África, el segundo en menos de dos semanas, tras el golpe fracaso de este martes en Guinea-Bisáu.

El continente africano se enfrenta desde agosto de 2020 o a una oleada de alzamientos militares, perpetrados en su mayoría en países del Sahel. El último perpetrado con éxito ha sido en Burkina Faso, aunque también en Guinea-Conakri, Chad y Mali los militares están ahora en el poder. Únicamente Guinea-Bisáu este martes y Níger en marzo de 2021 consiguieron repeler los intentos de derrocar al Gobierno. Lo mismo ocurrió al en la otra orilla del continente, en Sudán, donde tras fracasar un primer intento golpista, el pasado mes de octubre los militares consiguieron expulsar al Gobierno civil de transición con el que cogobernaban. 

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Los militares han aterrizado en el poder prometiendo elecciones en un futuro no muy lejano, pero la incertidumbre ante un empeoramiento de la situación o un enfrentamiento entre diferentes facciones del ejército provocan escepticismo sobre el porvenir de la región.

"Se suele mirar los golpes de Estado como retrocesos de la democracia, pero también es importante entender que muchas veces se producen contra regímenes políticos que no se han consolidado democráticamente", explica a 20minutos Elsa Aimé, profesora de relaciones internacionales en la Universidad Pontifica Comillas. "Lo que está ocurriendo no es algo que podamos normalizar, aunque sea cierto que en el continente africano desde las independencias ha sido uno de los lugares más afectados históricamente por este tipo de prácticas".

Los motivos tras el aumento de los levantamientos

Según explica a este medio David Soler, analista de África subsahariana y fundador del portal África Mundi, la situación actual "no se ve desde hace tiempo", ya que en la década de los noventa, "en la mayoría de países africanos se empezaron a producir cambios políticos con elecciones multipartidistas y, al haber otra opción más allá de un golpe de Estado, estos bajaron mucho".

En este sentido, Soler reconoce que un factor fundamental es que "la población ha visto como la ola de democratización no ha servido para resolver problemas que se pensaban que se podían resolver, como la inseguridad". Por ello, ver estos levantamientos militares en África occidental no es una coincidencia, al ser una de las zonas del mundo más castigadas por el yihadismo; donde, además, muchos ejércitos no están dotados con las infraestructuras y los servicios que necesitan para luchar contra el radicalismo.

Varios atentados a soldados de Burkina Faso que fueron asesinados tras pasar días sin recibir comida y munición encendieron la mecha del descontento popular: "La gente ve como los que tienen que protegerles no tienen medidas por parte del Gobierno para luchar, por lo que de alguna manera les están fallando a ellos, con lo que se plantean de que sirve un gobierno democrático si no se asegura la seguridad básica", explican desde África Mundi.

El auge del yihadismo y la incapacidad de los Estados para proteger a sus ciudadanos es uno de los factores que está presente en varios casos, aunque no es el único. El contexto económico y social derivado por la pandemia, así como los desarrollos de la democracia en cada uno de ellos también han favorecido que los militares hayan podido completar con éxito estos golpes de Estado.

"Pensar que África es peligroso y que la democracia no ha calado es por desconocimiento. Se han producido golpes de Estado, pero una región muy focalizada"

Para Aimé, en África occidental "es evidente que hay un determinado contexto de degradación de la seguridad y de problemas de consolidación democrática", aunque recuerda que esto se está produciendo en una subregión muy concreta y no es un problema inherente al resto del continente.

La reacción de la comunidad internacional

"La comunidad internacional responde con diferentes varas de medir, en función del país del que estemos hablando. Si miramos el caso de Chad, que no fue estrictamente un golpe militar, pero tras la muerte de Idriss Déby asumió el poder su hijo, un militar, y se le ha dado un respaldo total por parte de países como Francia", recuerda la profesora Elsa Aimé.

Diferente ha sido en el caso de Mali, donde las críticas vertidas por Francia han desembocado en la expulsión este lunes del embajador francés, acusado de intervencionista y colonialista. 

"Hay potencias que están entrando en estos países, como es el caso de Rusia, que sirve de apoyo a muchos de estos ejércitos con mercenarios de la empresa Wagner Group", explica Soler, al no estar tan mal vistos como otros países a quienes la población tiene cierto rechazo por el pasado como potencia colonial.

"Los militares saben aprovecharse de las situaciones en las que ven oportunidad y descontento social, a veces les sale bien, como está ocurriendo en África occidental, porque saben como buscar el apoyo y cuando acusar de intervención extranjera y colonialismo", añade.

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Como ocurre en otras regiones del mundo, los ejércitos de muchos países del continente africano son actores centrales en la vida política. La concepción del ejército como garante de la estabilidad ha provocado que hayan intervenido derrocando al Gobierno cuando no compartían las decisiones o veían una inestabilidad social. 

No obstante, las formas en que provocan ahora estos cambios son diferentes a como se producían hace décadas, donde los anuncios de elecciones o el trato al mandatario derrocado busca generar simpatía en la población y en la comunidad internacional.

"Ha surgido una nueva ola de militares jóvenes, como es el caso de Guinea-Conakri, Mali o Burkina Faso, todos rondan los 40 años", reconoce David Soler. "En Guinea-Conakri por ejemplo, el presidente llevaba 30 años al frente y las imágenes de golpe son de él descamisado con militares jóvenes sentados a su lado. Parece que no existe ese revanchismo que se veía antes, donde muchos golpes se producían matando al mandatario y de forma mucho más violenta".

Alpha Condé detenido por los militares.
Alpha Condé detenido por los militares.
GUINEENEWS

Pese a ello, el apoyo popular que muchos de estos levantamientos militares parecen mostrar, no tienen por qué ser del todo representativos. "Los apoyos populares son difíciles de medir. Las manifestaciones de apoyo también son impulsadas y favorecidas por los golpistas en un intento de demostrar que tienen un apoyo social, que hay una base social", explica la profesora Elsa Aimé. "El apoyo aparente que puede haber tras aun golpe de Estado no necesariamente significa que sea un apoyo duradero y a largo plazo".

"Lo que ocurre en África occidental no es algo extrapolable al resto"

Para Soler, "pensar que África es peligroso y que la democracia no ha calado es por desconocimiento. Se han producido golpes de Estado, pero una región muy focalizada". "Hay que intentar concienciar y educar que esto no es un peligro inherente a África y que los africanos no son peligroso. Lo que ocurre en África occidental no es algo extrapolable al resto del continente, ni a otros países incluso de la misma región. Hay países como Nigeria, Ghana o Senegal que son países democráticos y libres y que hacen frontera con Guinea o Mali".

"En Malaui la justicia hizo repetir unas elecciones y ganó la oposición… eso son cosas que ni aquí verías", agregan desde África Mundi. "Es un continente enorme y depende de cada caso, como en cualquier otro lugar, pero hay ejemplos que hacen pensar en un futuro mejor".

Como recuerda la profesora Aimé, en el caso de estos países hay que analizar cuál es el problema y cómo se puede luchar contra el problema, pero no se puede reducir África a lo ocurrido en estos países: "África tiene 55 países y, por lo tanto, no todos los países han experimentado golpes de Estado".

En muchos de estos países se han vivido en los últimos años movilizaciones sociales que han puesto encima de la mesa que la población tiene demandas de consolidación democrática, redistribución de la riqueza y lucha contra la desigualdad. "Hay una base social que reclama un cambio y una consolidación institucional que permita superar estas prácticas autoritarias y es a eso a lo que tenemos que mirar para poder pensar las posibilidades de transformación del continente africano", sentencia Aimé.

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