La otra cara del caso Djokovic: ¿por qué los países balcánicos tienen bajas tasas de vacunación?

Un manifestante se encara con la Policía durante las protestas en Belgrado, Serbia, contra las restricciones impuestas por el Gobierno contra la pandemia del coronavirus.
Un manifestante se encara con la Policía durante las protestas en Belgrado, Serbia, contra las restricciones impuestas por el Gobierno contra la pandemia del coronavirus.
ANDREJ CUKIC / EFE
Un manifestante se encara con la Policía durante las protestas en Belgrado, Serbia, contra las restricciones impuestas por el Gobierno contra la pandemia del coronavirus.

Novak Djokovic sigue en Australia, pero en un hotel. No está vacunado y no cumple con los requisitos de entrada impuestos por el Gobierno para controlar la pandemia. Sus familiares, la ciudadanía serbia y su Ejecutivo le dibujan como un referente de la libertad; para los australianos se ha saltado las normas y no puede ser tratado de forma diferente a cualquier otro ciudadano solo por ser el número 1 del tenis mundial. 

Este debate enfrenta a negacionistas y antivacunas, que han convertido a 'Nole' en poco menos que un salvador de la sociedad, con quienes defienden que nadie está por encima de las leyes. Pero la cuestión tiene un fondo mucho más amplio, que conduce a una pregunta: ¿por qué los países balcánicos cuentan todavía con tasas bajas de vacunación frente a la Covid?

Como muestras, los datos: según las cifras de Our World in Data correspondientes a este viernes, Serbia cuenta con el 46,7% de su población con la pauta completa, Montenegro con el 44,1%, Macedonia del Norte con el 39,2%, Albania con el 37,1% y Bosnia y Herzegovina solamente con el 22%. Yendo más allá, dos países que forman parte de la UE como son Rumanía y Bulgaria se quedan solamente en el 40,1% y el 27,9% respectivamente, cuando ha pasado ya más de un año desde que se inició la campaña de vacunación en el bloque de los 27.

Desde la UE se ha lanzado una campaña para ayuda a la vacunación en esos países de los Balcanes occidentales, con donaciones de dosis periódicas desde mayo hasta el pasado mes de agosto. "Es crucial agilizar las campañas de vacunación en todas partes. Me alegra anunciar que hemos conseguido dosis para contribuir a vacunar a los trabajadores sanitarios y a otros grupos vulnerables de los Balcanes Occidentales. La Unión Europea respalda a nuestros socios de la región, que han estado pidiendo nuestra ayuda", sostuvo entonces la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Pero ese impulso no ha tenido el efecto esperado.

Bien es cierto que dentro de los bajos porcentajes de inmunización de la región, Serbia, el país de Djokovic, mantiene un 46,7% de vacunados con las dos dosis, bastante cerca del 53,3% que registra ahora mismo Croacia, otro Estado miembro de la Unión. Serbia, de hecho, se convirtió a mediados de 2021 en una especie de vacunódromo para bosnios, kosovares o albaneses que cruzaron las fronteras para inmunizarse en Belgrado. De hecho, los primeros pasos del país en la vacunación fueron prometedores, pero el ritmo se ha estancado.

Y, quién sabe, puede haberlo hecho por la influencia pública que tienen personas como Novak Djokovic, ahora elevado por la sociedad y por el Gobierno serbio a categoría de referente. "Personalmente, estoy en contra de la vacunación y no me gustaría ser forzado por alguien a que me vacunaran para poder viajar", dijo la estrella del tenis en 2020, incluso antes de que la campaña global de vacunación se iniciara. En Serbia, en cualquier caso, la situación es muy delicada. Durante la primera parte de la pandemia se desataron importantes protestas por las medidas anti Covid tomadas por el Gobierno. Tal fue la repercusión que el presidente Aleksandar Vucic tuvo que dar marcha atrás al toque de queda nocturno entonces impuesto.

Con todo, Nole sigue en sus trece, como demuestra su situación actual. Pero su rechazo al vial ha terminado provocando un incidente diplomático entre Serbia y Australia, dando buena cuenta de las implicaciones políticas que tienen las decisiones de figuras mundiales del deporte.

Los casos de Bulgaria y Rumanía nos suenan todavía más cercanos porque son dos países que pese a formar parte de la UE y estar incluidos en la estrategia común de vacunación no han alcanzado niveles ni siquiera aceptables para los objetivos marcados. Los motivos van desde la desconfianza heredada de la época comunista hasta la actual inestabilidad política en ambos Estados miembros. Sin ir más lejos, Bulgaria celebró tres elecciones en ocho meses ante la imposibilidad de formar Gobierno y con la caída de un líder que parecía de hierro, Boiko Borisov.

Rumanía, más de lo mismo. El país ha estado casi dos meses sin Ejecutivo y con una inestabilidad parlamentaria que ya se ha hecho perenne. Solo la llegada de un ex militar, comandante del Ejército y reconocido a nivel internacional por su labor al frente de los Escorpiones Rojos en Irak, Nicolae Ciuca, parece arrojar algo de luz a uno de los Estados miembros más pobres -junto a Bulgaria precisamente- de la Unión Europea. Eso liga directamente con la mala situación del sistema sanitario rumano, propio de la época dictatorial de Ceaçescu. La gente no va al médico y, sobre todo, la gente no se fía de los políticos. La losa de la corrupción es demasiado pesada y la consecuencia es un recelo absoluto de las vacunas contra la Covid.

Todos estos componentes conducen a que algunos países como los mencionados se preste más atención a los mensaje de las figuras públicas que de las propias instituciones. Es un círculo vicioso. La gran pregunta que queda es la siguiente: más allá de las reticencias que muestra una población tocada por la historia, los procesos democráticos endebles y una falta de confianza en sus gobernantes, ¿es gente como Novak Djokovic la que termina de hacer que la gente se decante por no vacunarse? Todo parece indicar que sí: hay más confianza en un ídolo deportivo que en un primer ministro.

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