Nacer con 6 dedos, vivir 100 años y otras cosas más probables que ganar el Gordo (y por qué aun así jugamos cada año)

La lotería de Navidad es una tradición española de una popularidad comparable a poner el belén, decorar el árbol o servir salmón ahumado en la cena de Nochebuena. Año tras año millones de españoles se lanzan a comprar participaciones en la administración de lotería más cercana, el trabajo, el bar y hasta al equipo de fútbol de veteranos de su pueblo con la esperanza de que un golpe de suerte cambie sus vidas. Y todo ello aunque la mayoría saben que acertar con la combinación ganadora el 22 de diciembre se asemeja a nivel probabilístico a un milagro. 

Que ganar el primer, el segundo o el tercer premio en el sorteo extraordinario de Navidad es altísimamente improbable no es ningún secreto. La probabilidad de que un número resulte agraciado con el Gordo es de sola una entre 100.000. Sucesos tan infrecuentes como nacer con un dedo de más (entre 30 y 360 casos por cada 100.000 nacimientos en el mundo), vivir cien años o más (uno de cada 2.741 españoles), un embarazo usando preservativo (una entre 3.322) o cruzarse con una persona con más de 50 millones de euros en el banco nada más salir a la calle (uno de cada 21.442 españoles tiene un patrimonio igual o superior) son bastante más factibles.

Incluso acontecimientos que hasta hace bien poco parecían muy remotos, como que el volcán de La Palma entrase en erupción o que estallara una pandemia mundial tan letal como la causada por la Covid-19, son muchísimo más probables que acertar con la combinación del primer premio.

Eso no quita, sin embargo, que sucesos aún más anómalos pero que en el imaginario colectivo pueden parecer más plausibles como morir víctima de un homicidio (uno de cada 163.840 españoles fallece de esta forma cada año) o convertirse en una estrella de cine (una entre 1,2 millones) sean todavía más improbables que ganar el Gordo. Eso sí, aún con todo, acertar con la combinación ganadora del Gordo de Navidad es muchísimo más probable que hacerlo con el Euromillón o la Primitiva. Concretamente es 1.400 veces más 'fácil'.

Para constatar lo difícil que es acertar con el Gordo este periódico ha realizado dos pruebas en un simulador que replica exactamente las condiciones del sorteo. Para ello se ha simulado un sorteo ficticio cada año en el que se juegan tres décimos (aproximadamente lo que jugará este año en promedio cada español). Los números se han elegido al azar cada año. En el primero de los simulacros tuvieron que transcurrir 62.580 sorteos -es decir, 62.580 años- para que una de las combinaciones coincidiera con el Gordo. En la segunda prueba 'tan solo' hubo que esperar 32.765 años.

Con estas mismas condiciones -tres décimos con números aleatorios para cada sorteo- pero limitando el marco temporal a 50 años (un periodo compatible con la vida humana) 20minutos practicó otras diez simulaciones. En ninguna de ellas se logró acertar alguno de los cinco primeros premios ficticios.

Si es tan difícil que toque, entonces, ¿por qué jugamos?

Si se atiende solo a la estadística la decisión de comprar décimos de lotería puede parecer completamente descabellada, pero como a menudo ocurre en la vida los números no lo son todo. Hay toda una serie de variados mecanismos psicológicos que pueden hacer que finalmente nos decantemos por adquirir un décimo. 

Para Sergio García Soriano, psicólogo clínico y experto en intervención social, el proceso que lleva a comprar lotería de Navidad tiene mucho que ver con el hemisferio emocional del cerebro, "que decide a sabiendas de que la probabilidad es muy baja".

Entre los factores que entran en juego, el especialista cita cuestiones culturales, emocionales y relacionadas con la tradición. "Hay un aprendizaje de generación en generación. A pesar de que nunca te haya tocado, el Gordo está relacionado con la cultura española", destaca. García Soriano menciona también una estrategia de márketing bien engrasada, que explota las emociones y la tradición que rodea al sorteo y estas fechas.

Al margen de estos factores más emocionales influyen otros como la presión de grupo (ese "cómo es que no has comprado, ¿y si toca?"), la competitividad ("a ver si le va a tocar al vecino y no a ti") o la superstición. Este último aspecto explica hechos como que la célebre administración de Doña Manolita se haya quedado sin décimos una semana antes del sorteo. Detrás de ello se encuentra la denomina falacia del apostador. "El apostador piensa que todos los demás van a perder y uno puede ganar, a pesar de que los datos estén ahí. Parece que ese sello [el de Doña Manolita] le da a uno una mayor categoría o probabilidad de ganar, cuando no es cierto", explica García Soriano. La realidad es que esta administración vende una cantidad de combinaciones diferentes tan grandes que no es descabellado que uno de ellos se lleve finalmente el primer premio. Lo que sí parece bastante más complicado es que ese número sea el nuestro.

Finalmente, otros factores poderosos que afectan también al comportamiento son la denominada falacia de control ("no me tocó el Gordo por un número")  o el refuerzo positivo variable. Las noticias de que a algún conocido se ha llevado un premio o las imágenes de los ganadores regados de champán que emite la televisión cada año, fomentan la participación. "A alguien le toca y es alguien cercano, de tal forma que yo voy a seguir jugando porque puede que alguna vez me toque a mí", concluye García Soriano.

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