La toma de Afganistán azuza el tablero mundial: quién sale ganando en el caos talibán

El presidente de EE UU, Joe Biden, en la Casa Blanca.
El presidente de EE UU, Joe Biden, en la Casa Blanca.
SARAH SILBIGER / EFE
El presidente de EE UU, Joe Biden, en la Casa Blanca.

Afganistán se ha agitado y el mundo ha cambiado. La llegada de los talibanes al poder en solo dos semanas ha convertido el tablero geopolítico en un escenario muy imprevisible y, de momento, los países tratan de tomar posiciones. Más allá de las cuestiones internas, está en juego el liderazgo mundial, pues se trata de una región de alta importancia para las grandes potencias. Y hay dos bandos: Rusia y China en un lado; Estados Unidos y la Unión Europea, en el otro.

De momento, los países que tienen las de ganar son los dos primeros, en parte por incomparecencia del otro bloque. Mientras EE UU y la OTAN retiran sus tropas, los cuerpos diplomáticos de Pekín y Moscú viven con cierta calma la transición y, de hecho, no han desalojado sus embajadas en los últimos días. En esa situación, tanto Vladimir Putin como Xi Jinping no solo han reconocido al Gobierno talibán, sino que además ya han comenzado a colaborar con él.

Ganadores en el caos

China, Rusia y también Pakistán se ven como ganadores dentro del desastre. En el caso chino la base fundamental de su acercamiento a los talibanes es casi meramente comercial. Afganistán hace frontera con China y será un punto clave de las rutas, pero además Pekín es el principal prestamista del país, y eso hace que los intereses de Xi allí sean innegables. Además, no quiere cometer errores que sí han cometido otras potencias como Estados Unidos o en su momento la Unión Soviética.

"La diplomacia china entiende de objetivos, no de ideologías", se ha repetido estos días para explicar la posición de Pekín, que ellos prefieren definir como "prudente" después de explicar que rechazaban por completo la "huida" del ejército afgano y del Gobierno ya depuesto. La realidad es que, con todo, China se juega buena parte de su presente y su futuro en la región.

Rusia, por su lado, también quiere presencia, pero en su caso hay un componente muy importante: el desestabilizador. El objetivo de Putin es tensar la cuerda frente a Estados Unidos y a la Unión Europea. Además, Moscú es consciente de que si da luz verde a los talibanes e inicia conversaciones con ellos su peso geopolítico irá ganando. A eso aspira Rusia. De momento no es una potencia comercial, ni económica, pero sí puede serlo desde el punto de vista estratégico. Hay que tener en cuenta, asimismo, los vínculos de Afganistán con los llamados istanes, países en los que la influencia rusa es innegable.

Los talibán han solicitado la ayuda de la comunidad internacional y ofrecido la explotación de los recursos naturales del país a las empresas extranjeras para reconstruir Afganistán en un "nuevo y delicado periodo", a la espera de la formación "inminente" y sin elecciones previas de un "Gobierno inclusivo". Rusia y China precisamente compran ese relato, pero de momento son casi los únicos y, de hecho, son más los países que les rechazan.

Estados Unidos queda tocado y la UE mantiene la cautela

Estados Unidos asume su debacle. La crítica no se centra en la retirada de las tropas, sino en cómo se ha efectuado esa retirada. Washington se abre a mantener sus tropas en el país más allá del 31 de agosto, pero sus planteamientos no cambian. Dan por hecho que solo hay dos opciones: reconocer a los talibanes, algo que no ha hecho todavía, o repetir la guerra. La alternativa es el limbo. Joe Biden, en ese contexto, echa balones fuera: "Nuestro objetivo era derrotar a Al Qaeda y lo conseguimos". En cierto modo, Afganistán ha vuelto al 2001, pero Estados Unidos ya no está en ese punto.

La UE sigue moviéndose, entre la cautela y las exigencias. La presidenta de la Comisión Europea ha reclamado a "todos los países implicados en la misión de Afganistán" que se pongan de acuerdo para ofrecer suficientes plazas de acogida con las que responder a la emergencia humanitaria, de cara a la reunión del G7 prevista para la próxima semana. Bruselas, eso sí, sigue sin hablar de reconocimiento a los talibanes. Sí de diálogo, como expresó el Alto Representante, Josep Borrell. "Tenemos problemas que resolver", dijo. 

En otras palabras, lo que quiere asegurar la Unión es la salida de los evacuados y la llegada de ayuda humanitaria. Por lo pronto, la UE ha bloqueado la ayuda al desarrollo para Afganistán a la espera de que los talibanes respeten "el derecho internacional". En total hay presupuestados 1.000 millones de euros para los próximos cuatro años.

Alemania y Francia quieren liderar la respuesta de los Estados miembros ante la crisis, pues son estos los que tienen la competencia en política exterior. En lo que se refiere a la respuesta ante los talibanes, Berlín y París formarán junto a Londres una alianza para "plantar cara", según dijo el propio Macron. Eso sí, menos claros son en lo que se refiere a la potencial acogida de refugiados. El primer paso será ampliar las ayudas a los países fronterizos para que reciban ellos a los "exiliados", como los llamó Borrell. La llegada a Europa, en palabras de Merkel, sería "el segundo paso".

"La respuesta ahora tiene que centrarse en la evacuación, ya habrá tiempo de ver la evolución del problema y sus consecuencias", expresan fuentes comunitarias consultadas por 20minutos. En el caso de España el papel es casi puramente humanitario. Madrid será el punto de recogida del personal y colaboradores de los Estados miembros, antes de que sean enviados a cada país. El Gobierno centraliza las operaciones en la base de Torrejón y, de momento, ese es el asunto que reza toda su atención, pero como Moncloa reconoce y como asumen todos los países, europeos y no, "esta crisis irá para largo".

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