El pasado 17 de febrero Ignacio, de 55 años, cayó a un pozo de gran profundidad ubicado en la localidad conquense de Tarancón y se quedó atrapado. Con la poca fuerza que le quedaba consiguió llamar a un amigo, que se puso en contacto con la Guardia Civil. Cuatro agentes se personaron en el lugar rápidamente y pidieron ayuda al Seprona de Villamayor de Santiago.
El hombre, con síntomas de hipotermia y muy agotado, les dijo que no podía aguantar más, así que comenzaron con el rescate con los medios que tenían a su alcance. Los guardias civiles formaron una cadena entre ellos y agarraron del brazo a Ignacio para evitar que se hundiera.
Al mismo tiempo, el desprendimiento de las paredes hizo que la operación, en la que estaba en juego la vida de una persona, fuese angustiosa. Una vez que ya estaban dentro del agujero, bajaron una cuerda con la que agarraron del brazo a Ignacio. Finalmente, tirando con insistencia, consiguieron sacarle.
Ahora, dos semanas después del accidente, este vecino de Tarancón se ha reencontrado con sus salvadores, a los que ha podido agradecer que se jugaran la vida para salvar la suya. "Se metieron en el agujero sin saber cómo era y no dejaban de darme las manos", ha asegurado Ignacio.
"Por esto mismo entramos a la Guardia Civil", ha señalado uno de los agentes, que se sienten orgullosos de haber podido evitar un trágico suceso gracias a su heroica actuación en una operación de rescate que se alargó más de una hora.
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