La Covid les da acceso a vivir en un hotel de cuatro estrellas: "No me preocupo por nada y estoy como en casa"

Teresa, teletrabajando en la terraza del hotel.
Teresa, teletrabajando en la terraza del hotel.
MIQUEL TAVERNA
Teresa, teletrabajando en la terraza del hotel.

¿Quién iba a decir a Teresa y Fernando que vivirían, en cierto modo, a cuerpo de rey gracias a la pandemia? Si hasta hace un tiempo tener como residencia habitual un hotel de categoría era un privilegio reservado a unos pocos, la necesidad de clientela de estos establecimientos por los estragos de la Covid-19 en el turismo ha cambiado el panorama. Ahora algunos de los de Barcelona ofrecen estancias de un mes o más dirigidas al cliente local por menos de lo que cuestan la mayoría de pisos de alquiler. Teresa Vallmajor y Fernando Madrid están disfrutando de ellas, y aunque no se encuentran en un cinco estrellas lujo -como el músico Xavier Cugat o el pintor Salvador Dalí, que vivieron largas temporadas en el Ritz (ahora el Palace) de la capital catalana-, sí han podido acceder a hoteles de cuatro. La limpieza y el wifi están incluidos y pueden utilizar las zonas comunes, como el restaurante o el gimnasio.

¿Y qué lleva a un catalán a vivir en un hotel en su propia tierra? Motivos variopintos, explica Lourdes Grau, directora del hotel Gallery. “Tenemos a gente que está haciendo obras en su casa o que la ha vendido, gente que trabaja en Madrid y como ahora puede hacerlo a distancia, se ha venido a Barcelona…”, explica. También hay personas empleadas en la ciudad pero que viven en otras localidades de Cataluña y han elegido esta opción por el confinamiento municipal de viernes a lunes, y algún que otro extranjero, “por ejemplo, pendiente de un vuelo”.

"Yo no me preocupo por nada, estoy como en casa y no me siento sola"

Teresa, barcelonesa y de 27 años, vive desde principios de noviembre en una habitación del Gallery, por la que paga 850 euros al mes con distintos servicios incluidos, como el desayuno, la lavandería o el acceso al gimnasio o la sauna, entre otros. Habitualmente trabaja en Madrid, en el departamento de marketing de una multinacional, pero como su empresa le dio la posibilidad de hacerlo a distancia por la pandemia, volvió a Cataluña para estar más cerca de sus padres. “Además, mi novio vive en Barcelona”, cuenta. Dice que en casa de sus padres es “complicado” teletrabajar, en parte, porque la conexión a internet no es la mejor, y este fue uno de los motivos por los que decidió vivir sola. “Miré pisos, pero te piden como mínimo un año de permanencia y tienes que pagar aparte el agua y la luz. Luego leí en un periódico que este hotel ofrecía largas estancias y me decidí, porque el precio es asequible y tienes muchas facilidades”, explica. Afirma que “nunca hubiera imaginado vivir en un hotel”, pero que está muy a gusto. “Yo no me preocupo por nada, estoy como en casa y no me siento sola porque hay otras personas viviendo aquí como yo y hablamos. La mayoría tienen 35 años como máximo”, dice. El único inconveniente, señala, es que no tiene cocina, pero pidió un microondas y se lo subieron a la habitación. Ha pensado en quedarse al menos cinco meses.

Teresa, en la habitación de hotel en la que vive.
Teresa, en la habitación de hotel en la que vive.
MIQUEL TAVERNA

Como Teresa, Fernando, que tiene 51 años y habitualmente reside en Sant Pere de Ribes, también decidió vivir en un hotel de Barcelona. Es el dueño de las chocolaterías Chök y se aloja en el Negresco una temporada “por temas de trabajo”. “Además, se añade el confinamiento municipal. Tienes que estar enseñando justificantes a la policía y es un rollo”, dice. En Sant Pere de Ribes vive solo, por lo que no ha dejado a nadie esperándole, y afirma que en el hotel está “fenomenal”. “No se puede pedir más. Te sale muy a cuenta, te despreocupas de todo y tienes máxima tranquilidad”, agrega. Lo que más le gusta, explica, es la relación con los trabajadores del hotel, a quienes ya conocía pero con los que ha “estrechado lazos”. “Entro hasta en la cocina”, apunta con entusiasmo.

Fernando, a la izquierda, en una reunión de trabajo en el hotel en el que vive.
Fernando, a la izquierda, en una reunión de trabajo en el hotel en el que vive.
MIQUEL TAVERNA
"No se puede pedir más. Te sale muy a cuenta y tienes máxima tranquilidad"

En el Gallery, cuenta su directora, viven “unas 12 personas” y tienen “confirmadas” alrededor de 30. En el Negresco, apunta el director, Jairo Mayolas, hay dos clientes en la opción de larga estancia. Sin embargo, la ocupación de estos hoteles es solo del 15% en el caso del primero y del 30% en el del segundo. “El negocio es deficitario pero perdemos menos que estando cerrados y podemos dar trabajo a más de la mitad de la plantilla. Tenemos obsesión por rescatar a personal del ERTE”, apunta Grau, mientras que desde el Negresco afirman que el 80% de los empleados están activos.

Estos porcentajes de ocupación bajos se registran a pesar de que las largas estancias, también disponibles en hoteles como el Praktik, el Cotton House o el AC Victoria Suites, entre otros, no son la única fórmula que ha ideado el sector para atraer al cliente local. Se ofrecen, asimismo, espacios de coworking, habitaciones habilitadas como oficinas que se pueden reservar por días y paquetes que incluyen cena y alojamiento o incluso almuerzo y siesta, entre otras opciones.

“Tenemos la esperanza de que el segundo semestre de 2021 pueda haber algo más de movilidad pero nadie sabe cuándo se recuperará la normalidad”, apunta Grau. Y continúa: “Cada mes que conseguimos perder menos que estando cerrados es un triunfo”.

Fernando, en el 'hall' del hotel.
Fernando, en el 'hall' del hotel.
MIQUEL TAVERNA

“Chapó para los hoteles que se han reinventado para seguir abiertos. Demuestra la capacidad del sector para sobrevivir a través de la creatividad”, afirma, por su parte, Manel Casals, director del Gremi d’Hotels de Barcelona. No obstante, señala que las fórmulas que han ideado “no son rentables” y califica de “desastrosa” la situación. Apunta que, según cifras del gremio, de los 438 hoteles que hay en la capital catalana solo están abiertos 116, el 26,5%; que desde que en octubre se endurecieron las restricciones por la Covid-19 han cerrado más de 40; y que la ocupación media es “de entre un 5% y un 8%, ridícula”. “La perspectiva será muy mala hasta que no haya más apertura del territorio y confianza para viajar”, alerta Casals.

Ante esta situación, el gremio reclama “una bonificación del 50% sobre la renta de alquiler” de los establecimientos y una revisión de los impuestos. En concreto, pide una “exoneración del 50% y el aplazamiento del 50% restante fraccionado, a pagar a partir de 2023, en cuatro años”. Además, solicita que el impuesto sobre actividades económicas (IAE) y otros municipales se eliminen con efecto retroactivo desde marzo de 2020 y “hasta que se constate una situación de estabilidad”. Reclama, asimismo, que los avales del Instituto de Crédito Oficial (ICO) no se empiecen a devolver “hasta finales de 2022”.

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