María Elvira Roca Barea: "Las élites han fallado a los españoles demasiadas veces"

  • La ensayista, autora del exitoso 'Imperiofobia y Leyenda Negra', acaba de ganar el premio Espasa con 'Fracasología'.
  • "Los independentistas han absorbido que la de España es una historia de atraso y oscuridad".
  • "El discurso hispanófobo no es exclusivo de la izquierda, es transversal".
La ensayista María Elvira Roca Barea, durante la promoción de 'Fracasología' en Madrid.
La ensayista María Elvira Roca Barea, durante la promoción de 'Fracasología' en Madrid.
Jorge París 
La ensayista María Elvira Roca Barea, durante la promoción de 'Fracasología' en Madrid.

María Elvira Roca Barea, filóloga, doctora en Literatura Medieval y profesora de instituto en Málaga, se ha convertido en una estrella del ensayo nacional y en la polémica maestra del combate contra la Leyenda Negra española desde la salida de su Imperiofobia y Leyenda Negra en 2016. Un libro que aún continúa en las listas de más vendidos, tres años después, y del que dicen que es el ensayo más vendido de la última década en España. Adorada por unos y atacada por otros, es un éxito editorial indiscutible.

Regresa ahora con nueva obra, una continuación de su gran éxito, que acaba de ganar el premio Espasa de Ensayo, Fracasología. España y sus élites: de los afrancesados a nuestros días. En ella, la autora ahonda sobre cómo "los argumentos de la hispanofobia se fueron acomodando en la sociedad española".

¿Las élites de España han fallado al pueblo? 

Han fallado demasiadas veces. No se puede hacer un paquete con todas las élites todo el tiempo, no sería real. Pero sí que ha habido un grupo de clases rectoras nutrido, prestigioso y casi siempre muy poco responsable en su posición social. No solo me refiero a las élites políticas, sino también a las intelectuales o a las que generan opinión. Han tenido una posición cómoda y muy poco responsable con el país.

El mismo término de Fracasología ya dice mucho... 

Es una idea genial de la editorial. El libro se llamaba España y sus élites, pero era poco comercial. Yo usaba esa expresión en el libro, aunque el dueño es mi amigo Manuel Lucena, gran historiador, que fue a quien le oí por primera vez decir que la historia de España es un ejercicio de fracasología. Se la hemos tomado prestada.

Llega a decir que lo fácil es sumarse a ese discurso... 

Es el discurso ganador. Cuando no te sumas, te colocas en una situación incómoda y aparecen esas acusaciones de españolismo, imperialismo y todos los ismos imaginables. Lo han sufrido gentes como Rafael Altamira, que fue el primero que definió el término hispanofobia y explicó su uso como herramienta de dominio político. Murió exiliado en México.

Describe que cuando las élites adoptan dicho discurso, se arrogan una posición de superioridad sobre el país..

Es como que se salen fuera. Dicen: yo no soy España. Eligen una actitud de dios trascendente. Pero en realidad, no pueden, ¿qué son entonces?

Se parece a ciertos discursos independentistas en España, que defienden que su comunidad es mejor, más moderna que el resto... 

Han absorbido que la de España es una historia de atraso y oscuridad. Así que, ¡sálvese quien pueda!, necesitan huir y limpiarse; decir que son de los buenos, no un español casposo, castizo, inquisitorial... Esa actitud les coloca en una posición tan buena, tan beneficiosa... Pero para mí, al menos, este país me ha dado educación, vacunas, becas...

En sus libros trata de convencer al lector de que mire la historia de España como una anomalía... 

Es lo que intento, no sin esfuerzo (se ríe).

¿Cuesta mucho? 

Cuestionarse todo esto, significa huir de posiciones más cómodas.

Ha salido un libro destinado exclusivamente a contestar su obra más exitosa, la han tildado de franquista o de apoyar el nacional-populismo... ¿Eso duele? 

Las personas que se expresan en esos términos y que son incapaces de respetar a los demás, se definen a sí mismos. No hay que prestarles más atención de la que merecen, que creo que no merecen ninguna.

En este libro asegura que la asunción de ese discurso de Leyenda Negra y fracaso comienza con la llegada de los Borbones al trono... 

Con ellos, como nueva dinastía, y el afrancesamiento, que no hemos estudiado en toda su profundidad. Ahí arrancan unas inercias que se han perpetuado y entre las que está el prestigio del discurso hispanófobo. Era casi irremediable: llegó a España una dinastía que hasta entonces había sido el mayor enemigo de la dinastía anterior, eran de los grandes promotores de la campaña de hispanofobia de la época. Luis XIV reinó 73 años Francia y todas sus guerras fueron contra los Habsburgo. Si no hubiera tenido un sentimiento hispanófobo, habría sido santo. Y ese discurso no cambia cuando se trasladan a Madrid: condenaron la época y la dinastía anterior. Fíjese que en el siglo XVIII no se escribe nada sobre la historia anterior: fue un imperio, una enormidad... que acabó condenado a la nada. Esto es un trauma que ha tenido consecuencias, aunque hemos elegido no mirar. Pero, cuidado, no digo mirar para establecer malos y buenos, sino para comprender. Si hubiera triunfado el archiduque Carlos, el imperio habría acabado igualmente. Defender lo contrario resulta infantil.

Defiende que el discurso hispanófobo no es exclusivo de las izquierdas, como a veces se dice... 

¡En absoluto lo es! Es un problema transversal. Piensa en los libros de texto, lo que se enseña y se enseñaba: llevan décadas contando lo mismo, con independencia de quien ha gobernado, en la monarquía, en la república, en el franquismo, en la democracia... A los españoles siempre nos han enseñado lo mismo de nuestra historia.

¿El franquismo también tenía un discurso así? 

El franquismo tenía una enrome adoración por la Generación del 98 y el Regeneracionismo. Más fracasología que eso de pensar que este país no tenía arreglo más que una buena dictadura y mano dura, es imposible de encontrar. Y era un discurso justificativo y muy utilizado. No se reivindicó a Altamaria o Madariaga, porque también resultaban incómodos. Este ha sido un discurso también muy utilizado por la derecha.

¿Qué deberían enseñarnos los libros sobre nuestra historia? 

Hace mucho que pienso que los libros de texto han perdido calidad, dejando aparte el contenido. Se debería haber convocado juntas de sabios de todas las materias para poner un poco de orden. El espíritu de la concordia es muy constructivo y también estaría bien que se llegara a un gran acuerdo político sobre la historia que hay que enseñar. Debería haber sido uno de los grandes consensos a los que se debería haber llegado hace bastante.

El consenso ahora no está de moda...

No, ahora se lleva tensionar, y el discurso, cuanto más chillón y desagradable, mejor.

También cuando se habla sobre historia. Hace poco escuchábamos a la presidenta madrileña preguntarse si volverían a arder Iglesias como el 36... 

Fue un asunto muy desafortunado. Uno tira una piedra y el otro responde con otra mayor y tirada con mayor torpeza. A quien pueda interesar, e independientemente de quién gane las próximas elecciones, este país necesita recuperar el sosiego político y el espíritu de la Transición, que fue constructivo, nos ha dado un periodo largo de paz y prosperidad y no hay razón alguna para terminar con él. Creo que la gran mayoría de los españoles siguen estando de acuerdo en lo básico. Y ahí es donde hay que hacerse fuerte, no en la promoción de la discordia.

Los V centenarios de la vuelta al mundo de Elcano y la conquista de México han empezado algo fríos, parece que en España a nadie, políticamente, le interesan demasiado... 

Es un síntoma de la debilidad del país. ¿Por qué no hay una gran celebración de la vuelta al mundo, con lo que supuso a nivel mundial, y sí lo hubo en 1992 por el V centenario del Descubrimiento de América? Porque en ese momento el Estado estaba fuerte y podía afrontar grandes celebraciones de Estado. Ahora es imposible, la balcanización ha debilitado el Estado hasta tal punto que algo como la vuelta al mundo, que no es reivindicable por ninguna autonomía, pero sí a nivel nacional, no se puede celebrar. Es un detalle pequeño, pero relevante. Imagínese si volviera a producirse una crisis financiera como la de 2007. Acabaríamos masacrados. Tener un Estado fuerte no es por ser centralista, es por desear que esté fuerte para defender a los ciudadanos en caso de necesidad. La pena es que seguimos pagando un Estado que ahora mismo es inhábil y está debilitado. Mire las próximas elecciones: las grandes cuestiones no están en las palestras, se discute del sexo de los ángeles y no del bestial endeudamiento que sufrimos. No parece importante, si escucha a los políticos. Es como si vivieran en otro planeta diferente.

En su libro dedica un capítulo a hablar de como EE UU y California están renegando de su pasado hispánico. Sorprende, más en un momento donde la población hispana de allí crece... 

¡Por eso precisamente se da este proceso! Es lo que ocurre en los momentos de pánico mal gestionado. El grupo WASP (blanco, anglosajón, protestante) ha terminado llevando a Trump a la Casa Blanca: ¿por qué? Porque peleaba contra dos hispanos, Marco Rubio y Ted Cruz. No querían apoyar a un hispano como presidente. Viví hace años en EE UU y entonces no se usaba una expresión cada vez más frecuente ahora: "Non-hispanic white", blanco no hispano. ¡Es un grupo que se define por lo que no es! En cualquier otro país sería intolerable, racista. Pero la demografía será capaz de decidir mucho, y la natalidad hispana va a todo motor.

Usted dice que los hispanoamericanos también son víctimas de la hispanofobia... 

Ahí están, trabados, como le pasaría a cualquiera que se pasa la vida dándose patadas con su pierna izquierda a su pierna derecha. Fíjese, el trabajo silencioso de los hispanos de California para eliminar el Día de Colón. Con ese silencio, con ese no hacer nada, han consentido su desaparición. De hecho, una de las promotoras tiene apellido hispano, Solís. No solo les han quitado su fiesta, sino que la han cargado de connotaciones negativas. Pero, tócale un pelo a Acción de Gracias. Todo esto tiene que ver con cómo unos y otros nos relacionamos con nuestro pasado. Con esta relación esquizofrénica y destructiva del mundo hispánico con su pasado no se va a ningún lado. Si resuelves eso, quizá tengas una oportunidad en el mundo.

Leyéndola como habla de las esferas protestante y católica, resulta que la religión sigue teniendo mucho peso en este siglo XXI... 

La religión, cuando deja de ser pensamiento trascendente, deja tras de sí un irremediable base cultural asentada en los modos de vida, una base que recibes casi sin saber, con el lenguaje, con la leche de la socialización. No tiene nada que ver con ser creyente. Hay gente que piensa que la hispanofobia tiene que ver con que la religión ha dejado de ser importante, pero decir eso es no haber entendido nada. La religión puede ser utilizada como una herramienta de lucha política, lo ha sido, lo es y lo seguirá siendo. La mayoría de la gente de este país no es creyente, pero da igual, somos españoles católicos, es cultural. Es el ADN del país. No puedes luchar contra eso y hay que encajarlo. Es como la familia que te toca: estás mejor si te llevas bien con ella.

¿No se echa en falta más presencia en el debate público de las élites intelectuales? 

Tal y como está el debate, lleno de chillerío, de borderías, de cortoplazismo y en el que se obvian los problemas de fondo, es difícil. Es preocupante, aquí y en el resto de las democracias, que están perdiendo prestigio evidentemente porque lo están haciendo mal. Y para que una democracia se sostenga necesita prestigio. La democracia solo se mantiene por su virtud; si la pierde, aparecen demonios que se cuestionan la propia forma de gobierno. Hay encuestas preocupantes del eurobarómetro, donde dicen que cada vez más europeos piensan que el futuro de su país y la democracia no están ligados. Y no pasa nada con esto, que debería ser algo para que la clase política se echara las manos a la cabeza.

María Elvira Roca Barea, durante la promoción de Fracasología en Madrid

Mª eLVIRA ROCA BAREA

  • Licenciada en Filología Clásica y Filología Hispánica, y doctora en Literatura Medieval. Ha colaborado con el CSIC y enseñado en universidades americanas. Actualmente es profesora en el Instituto Huerta Alta, en Alhaurín de la Torre (Málaga).

¿Es optimista con el futuro? 

Soy optimista en la medida en que pienso que en las crisis son realidades inevitables y que suponen grandes ventanas de oportunidad. Ahora hay varias ondas de ciclo largo: una grandísima e inédita es que Europa ha perdido la hegemonía frente a Asia. Esto explican muchas tensiones y miedos que subyacen en lo que pasa hoy. De repente, los estadounidenses están bloqueados y Trump es el síntoma de hasta que punto EE UU está noqueada ante la aparición rutilante de China. Y detrás de los EE UU vamos los demás, porque eran el primo de Zumosol de Occidente.

Para defender este sistema democrático occidental, quizá haya que conocer el camino que nos ha llevado hasta aquí... 

No solo España, todas las élites occidentales, hemos estado jugando a despreciar nuestra tradición. La posmodernidad ha sido la deconstrucción de todo y, al cabo de un tiempo, eso tiene consecuencias: el desprestigio de la propia cultura, la falta de valores en los que sentirse reconocido, la aparición de Asia, a la que hasta hace poco despreciábamos... No estábamos preparados para esta digestión. En cualquier caso, son tiempos interesantes.

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