Desde que estallaran las cuatro bombas en las estaciones del metro y en el autobús urbano, los medios han condenado esas acciones con toda rotundidad, y en algún caso, con epítetos tan contundentes como el de "bastardos", con el que abría la edición del pasado viernes el tabloide Daily Star.
Sin embargo, tras el primer momento de excitación y de rabia, parece que los medios se han puesto de acuerdo en transmitir a la opinión pública la sensación de que ninguna acción terrorista puede cambiar el curso de la vida ciudadana y que ésta debe proseguir con la mayor calma y serenidad posibles.
No al "ojo por ojo"
Un ejemplo de esa calma, que no frialdad, puede ser un comentario publicado por el dominical The Observer, que destaca que los atentados del 7 de julio "son el peor ataque perpetrado en suelo británico desde la Segunda Guerra Mundial."
Sin embargo, indica el periódico, "nadie ha hablado de venganza, de aplicar la ley del ojo por ojo, o de tomar represalias por lo ocurrido contra otros países o contra otros sectores de la sociedad."
"La diversidad y el pluralismo que contribuyeron a otorgar a Londres el derecho de albergar los Juegos Olímpicos son nuestras mejores armas en la lucha contra el terrorismo", dice.
Sin imágenes de las víctimas mortales
Apenas se han visto (o directamente, no se han visto) imágenes de las víctimas de los atentados. La imagen de Davinia -cuyo rostro resultó afectado con graves quemaduras- mientras huye de la estación de Edgware Road acompañada es una de las más impactantes, junto con la del autobús de la línea 30, en cuyo piso superior estalló una de las bombas mientras circulaba por Tavistock Square, en las inmediaciones del Museo Británico.
El periódico The Independent on Sunday publica hoy una foto que ocupa media plana en la que se ve cómo quedó el autobús tras la explosión, que se cobró trece vidas, y que dejó prácticamente pulverizada la parte trasera del vehículo.
Algún periódico, como The Sunday Times, destaca la diferencia entre las reacciones a atentados similares de la sociedad británica y la española donde, tras la tragedia del 11-M, se generó un movimiento masivo de repulsa popular, con las mayores manifestaciones de condena de la historia de España.
Por el contrario, la sociedad londinense ha expresado su condena con la normalidad que imprime el discurrir cotidiano. Una normalidad, no exenta de pragmatismo, propia de la mentalidad británica, que, como dice el Times, tampoco deja de ser impresionante en su sencillez.
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