Iglesias, el solitario intransigente

  • La abstención a la investidura debilitó su alianza con IU y En Comú Podem.
  • Tras los malos resultados del 26-M, se la jugaba a entrar en el Gobierno.
  • Sigue siendo un líder, como demuestran los denodados esfuerzos de Sánchez por deseactivarlo.
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, durante su intervención en tercera jornada del debate de investidura en el Congreso.
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, durante su intervención en tercera jornada del debate de investidura en el Congreso.
EFE
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, durante su intervención en tercera jornada del debate de investidura en el Congreso.

Pablo Iglesias (Madrid, 1978) lo ha vuelto a hacer. Tal y como le reprocha el PSOE, esta semana dio la orden por segunda vez de no permitir una investidura de Pedro Sánchez, como en 2016. Además, ha vuelto a tomar una decisión que no solo le convierte en villano a ojos de sus adversarios, sino que le  deja un poco más aislado dentro de Podemos y su entorno. En el complicado ecosistema morado, su intransigencia en no facilitar la investidura de Sánchez  ha debilitado lazos con dos miembros de Unidas Podemos, con IU y En Comú Podem.

La desgana con la que el líder de IU, Alberto Garzón, votó este jueves 'abstención' a Pedro Sánchez -con gesto torcido y sin levantarse siquiera de su escaño para hacerse oír- es una imagen nítida de que con el dedo para abajo de Iglesias a la investidura de Sánchez se rompía algo más que unas ya de por sí maltrechas relaciones con el presidente en funciones.

Aunque dolorosa, Iglesias podía dar por descontada la acusación del PSOE de por haber frustrado por segunda vez una investidura socialista y hacer que "hasta cuando gana" la izquierda "pierda", como lamentó Sánchez en el Congreso. Sin embargo, su decisión de no aceptar la oferta de coalición del PSOE tiene otras lecturas que tienen que ver con la soledad en el liderazgo de Podemos e incertidumbre sobre su futuro.

Sigue siendo un líder. Lo demuestra que su paso atrás fuera considerado por Podemos el paso definitivo para exigir estar en el Gobierno. También, más importante, los denodados esfuerzos de Pedro Sánchez para no sentarse en su Consejo de Ministros, con el riesgo de que se replicara en Moncloa lo que ha sucedido en Italia. Salvando el abismo ideológico, allí el primer ministro del Movimiento Cinco Estrellas, Giuseppe Conte, ha sido totalmente fagocitado por su ministro de Interior, el líder de la Liga Norte, Matteo Salvini. Sánchez evitó a toda costa lo que él mismo llamó "dos gobiernos en uno".

El presidente en funciones lo consiguió con evidentes perjuicios para su no investidura y también para la figura de Iglesias. La 'abstención' abrió una brecha en la confluencia que lidera en el Congreso, donde más afines tiene el líder morado fuera de la sede de Podemos de la calle princesa. IU y En Comù Podem se resistían a echar por tierra la investidura de Sánchez y correr el riesgo de una repetición electoral. El líder de Equo, Juanxto López de Uralde, desobedeció a su militancia, que días antes había apostado por votar que 'sí' en una consulta.

Sin embargo, Iglesias no dio su brazo a torcer en un pulso, el de que Podemos entrara en el Gobierno, en el que se jugaba su capital político, tan herido desde las elecciones municipales, autonómicas y europeas del 26-M. Los morados perdieron casi todo su peso territorial y eso encareció el valor de los 42 diputados que Unidas Podemos podía aportar a la investidura de Sánchez. Entrar en el Gobierno era esencial para la supervivencia de Iglesias, que en los últimos diez días tuvo que dar un doloroso paso atrás para no entrar en el Consejo de Ministros pero también acarició la idea de que su número 2, su pareja y su previsible sustituta al frente de Podemos, Irene Montero, ocupara una vicepresidencia del Gobierno.

Está por ver el recorrido que pueden tener estas diferencias, sobre todo si el fracaso de esta semana desemboca en nuevas elecciones o en una asociación del PSOE con el PP, pero podrían dejar a Iglesias aún más solo después de las desbandadas del último año, empezando por el portazo de Íñigo Errejón. Su exnúmero dos es percibido en el PSOE como un socio mucho más fiable y si se presenta a unas eventuales nuevas elecciones generales podría dar la estocada definitiva a Podemos.

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