El dueño de la casa rural de Cangas: "Fuerzan a los gallos a cantar a las tres de la mañana para hundirme el negocio"

Un gallo y una gallina en un corral.
Un gallo y una gallina en un corral.
EUROPA PRESS - Archivo
Un gallo y una gallina en un corral.

Los gallos del municipio asturiano de Cangas de Onís han desatado la polémica con sus cantos. Un vecino de la localidad denuncia que los animales, próximos a unos apartamentos rurales de su propiedad, producen desde hace meses un sonido "insoportable a las tres de la mañana" y apunta que todo obedece a una estrategia de uno de sus conciudadanos para hundirle el negocio hostelero que regenta.

El dueño de este alojamiento rural, José María García, asegura a 20minutos que los gallos de su vecino, Fernando Villarroel, "no cantan a horas normales" y afirma que estos ruidos "son inducidos por el dueño de los animales de madrugada" como una forma de acoso para obligarle a cerrar el negocio.

"Les ponen luces o alguna historia para que canten a esas horas. Todo para fastidiar, para molestar a los clientes", señala, y matiza que entiende que los gallos canten a las seis o siete de la mañana, pero que "no es natural que lo hagan a las tres".

La controversia con los gallos ha comenzado después de que el pastor asturiano Nel Cañedo publicase en Facebook un vídeo en el que explicaba que "lo normal es que un pollo cante por la mañana, que las vacas caguen y que los tractores metan ruido".

Actualmente, una resolución del Ayuntamiento de Cangas de Onís ha ordenado "el cese inmediato de la cría de gallos" a dos propietarios de estas aves, Fernando Villarroel y Ángeles Fernández, por carecer de las preceptivas licencias municipales de actividad, aunque el gallinero sigue funcionando, según García.

Esta decisión fue tomada por el consistorio y firmada por el alcalde de la localidad, José Manuel González, abunda García, después de que este último solicitase una prueba de ruido para comprobar la potencia de los cantos emitidos por los gallos. Estas mediciones arrojaron que el sonido producido por los animales entre las diez de la noche y las ocho de la mañana superaba los 50 decibelios permitidos por la ley.

El informe de ruido facilitado por García a 20minutos recoge que distintas mediciones realizadas durante la noche del 6 de febrero de 2019, se escucha a los gallos desde las dos de la madrugada hasta las seis y media de la mañana cantar a intervalos con una presión sonora de hasta 72 decibelios.

Excrementos de caballo

Además del problema con los gallos, García denuncia que Villarroel no se ha limitado a "hacer cantar a estas aves a las tres de mañana", sino que ha dejado excrementos de caballo, animales que también cría, enfrente de su propiedad.

Excrementos de caballo en la puerta de José María García.
Excrementos de caballo en la puerta de José María García.

"Quita los excrementos dejados por sus caballos de toda la calle y deja los de delante de mi puerta sin recoger", subraya García, al tiempo que explica que la policía no levanta actas de estos hechos porque "no tienen la certeza de que pertenezcan a los animales de Villarroel".

Obstaculización del aparcamiento

Asimismo, García cuenta que el dueño de los gallos aparca vehículos de gran tamaño, como remolques, camiones y tractores, en distintas calles del pueblo para dificultar el estacionamiento a los huéspedes de los apartamentos rurales con la intención de hundirle el negocio.

Camión bloqueando zonas de aparcamiento en Cangas de Onís.
Camión bloqueando zonas de aparcamiento en Cangas de Onís.

"Voy a empezar a aparcar vehículos en el pueblo para que tus clientes no tengan ni siquiera dónde dejar los coches para bajar las maletas y estén descontentos. Así lo está cumpliendo", afirma.

En esta línea, resalta que, dada la buena relación del propietario de los gallos con el alcalde de Cangas de Onís, ha conseguido que se instale una señal que impide el aparcamiento en una determinada zona del municipio y que se coloque bancos en otras áreas con el mismo propósito.

Señal en Cangas de Onís.
Señal en Cangas de Onís.

Insultos en redes sociales

García detalla, además, que esta situación ha comenzado a pasar factura a su negocio, ya que afirma estar recibiendo comentarios negativos e insultos a través de diferentes redes sociales.

"Han llegado a decirme que me van a pegar con una pala. Ahora todo el mundo, él y otras personas, comenta que soy un sinvergüenza, que quiero acabar con los pueblos... Me llaman de números privados con amenazas", recalca.

El dueño de los gallos, "amigo íntimo del alcalde"

García asegura que el dueño de los gallos es "íntimo amigo del alcalde" de Cangas de Onís y es precisamente esta relación la que está propiciando que la situación se dilate en el tiempo y la que alimenta la "impunidad" con la que actúa Villarroel.

Además, reprocha al primer edil su postura, que niega haber firmado ninguna resolución para cerrar el gallinero, y la achaca a la "proximidad de las elecciones" y el miedo a que "los vecinos se le echen encima".

"Es un tema muy grave, que puede derivar en perjuicios penales para el alcalde porque incumple una resolución que él mismo ha firmado", añade en alusión al gallinero, del que asegura que todavía en funcionamiento.

No ha habido ninguna denuncia

García niega haber interpuesto denuncia alguna contra su vecino y defiende que únicamente solicitó un informe de ruido para comprobar si el sonido emitido por estas aves excedía el permitido por la ley.

Dado que el Ayuntamiento de Cangas de Onís carecía de sonómetro, fue la Consejería de Infraestructuras, Ordenación del Territorio y Medio Ambiente del Principado de Asturias la encargada de realizar estas mediciones, que acreditaron que el canto de los gallos alcanzaba los 72 decibelios entre las diez de la noche y las ocho de la mañana, por encima de los 50 permitidos por la ley.

El dueño de los apartamentos rurales relata que, cuando detectó el sonido producido por estos animales "a las tres de la mañana" y antes de pedir la medición, se dirigió al dueño de las aves para solicitar que las trasladara a otro lugar para evitar las molestias a los huéspedes.

"Le pregunté si había manera de que los llevara a otro lugar y me dijo que llevaba 20 años en el pueblo y no iba a venir yo a quitarle los gallos. Me amenazó con hacerme la vida imposible y obligarme a cerrar el negocio", ahonda.

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