Un policía tenaz consigue reunir a un conocido vagabundo de la costa de Cádiz con su familia en un pueblo de Rumanía

  • Jesús Varo, jefe policial de Barbate, tuvo que devolver su identidad a Schmolka y localizar a sus padres.
  • La familia del 'sin techo', que padece un trastorno mental, llevaba desde 2008 sin saber de su paradero.
Reencuentro del vagabundo Karoly Schmolka con su familia y los policías.
Reencuentro del vagabundo Karoly Schmolka con su familia y los policías.
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Reencuentro del vagabundo Karoly Schmolka con su familia y los policías.

Lo que sigue es una noticia sobre cómo a principios del mes de mayo un policía local de Barbate (Cádiz) consiguió reunir a un vagabundo, conocido de vecinos y turistas de la Costa de la Luz, con su familia de Rumanía, que llevaba 10 años sin saber de él. Pero también es un cuento sobre la tenacidad de un funcionario público. Lean la historia que protagonizan Jesús Varo y y Karoly Schmolka, apodado 'el Jungla'.

Esta crónica arranca en el año 2016, cuando un extranjero fortachón comienza a merodear entre los cubos de la basura de las urbanizaciones de Caños de Meca, pedanía de Barbate. Los vecinos avisan a la Policía. Se quejan principalmente de su aspecto. Les resulta intimidatorio lo grande que es. Pero también su comportamiento, ya que se dedica a sacar basura de los contenedores. Deambula siempre solo, balbucea para sí en un idioma extraño y gesticula mucho. Pero nadie sabe quién es ni de dónde ha salido.

Jesús Varo, oficial jefe de la Policía de Barbate, explica que sus primeros contactos con Karoly Schmolka son precisamente para identificarle, conseguir que les dé un nombre y un apellido, y aprender que es rumano. "Dormía en edificios abandonados, o en algún cuartucho derruido, con un colchón que buscaba". Lugares llenos de inmundicia, "en los que cualquier persona con una vida normal si duerme, igual no amanece".

Los vecinos de Caños y Zahora cuentan que se acostumbraron a verlo merodear por la carretera principal, que sus movimientos eran tranquilos la mayoría del tiempo. "No era una persona violenta, vagaba por la carretera y aparecía y desaparecía cuando quería", explica un vecino. "Iba a su ritmo, no hacía daño a nadie; yo iba sola por la noche y me lo cruzaba y nunca me dijo nada. Estaba en su mundo", explica otra residente.

Pero en ocasiones se quitaba la ropa, se quedaba en cueros, y ponía en riesgo su vida en los arcenes de la A-2233. En una ocasión estuvo detenido una noche, porque le partió el cristal a un coche. Y cuando apareció la Policía se puso nervioso y violento; pasó por el juzgado, aunque quedó libre enseguida.

Buscando a la familia en Rumanía

Un año después, los vecinos se hartaron e hicieron un escrito al Ayuntamiento y recogieron firmas denunciando que volcaba los contenedores de basura. El caso volvió al jefe de los agentes locales, quien tomó conciencia de que era un "problema social" que había que solucionar. Se arremangó en una tarea que por momentos excedería todas sus competencias. "Ahora que ha salido bien, todo el mundo está contento, pero podía haber salido mal y yo tendría la culpa", reflexiona.

En el pasado, el jefe Varo ya tuvo que afrontar un caso similar. "Era una mujer que vivía dentro de un cajero en Barbate, era politoxicómana y se curaba las úlceras en el espacio del cajero y dejaba en el suelo las vendas manchadas de sangre. Aquello era un tema de salud pública, movimos cielo y tierra para que la incapacitaran y la ingresaran en un centro, pero nos resultó imposible. Es un trámite muy difícil, el ingreso en un centro tiene que ser voluntario y la mujer quería estar en la calle".

Visto lo visto, con Karoly decidió tomar otro camino, más definitivo. Y que no implicara quitarse el problema desplazando al vagabundo a territorio responsabilidad de otro municipio, y por tanto de otro jefe policial. Buscaría a su familia.

"Karoly balbuceaba monosílabos, parece que entendía español, pero no se comunicaba bien. Era como una persona con autismo, pero tan grande, llegó a pesar 100 kilos, que la gente le tenía respeto".

Karoly Schomlka, 'el jungla', en Caños de Meca, pedanía de Barbate.
Karoly Schomlka, 'el jungla', en Caños de Meca, pedanía de Barbate.

La Policía averiguó que antes había malvivido en la cercana Conil, aunque allí se ignoraba si tenía algún conocido o familiar. El jefe de los locales de Barbate decidió entonces —era el mes de enero— escribir al consulado de Rumanía en Sevilla para ver si podían ayudarle "a localizar a un familiar que pudiera saber de él o hacerse cargo". El consulado informó que este Karoly Schmolka no figuraba en su registro, pero sí había un hombre de mayor edad con el mismo nombre y apellido, que pudiera ser su padre. Como finalmente así se demostró.

El siguiente paso fue contactar con la familia. El teléfono que le dieron al agente Varo no resultó operativo, así que se decantó por escribir una carta, de puño y letra, que envió "sin certificar ni nada". En los días siguientes comprendió que quizás debía haber traducido el mensaje a rumano, y ya estaba decidido a volver a escribir la misiva, cuando sonó el teléfono en la jefatura. Llamaban de Rumanía y preguntaban por él.

"Había llegado mi mensaje y al otro lado del teléfono había un hombre que hablaba perfectamente español. Me contó que conocía a la familia de Karoly, que los padres llevaban diez años sin saber nada de él, pero que querían tener más datos para cerciorarse de que era su hijo".

El jefe de la Policía le envió a su interlocutor varias fotografías, por Whatsapp. En concreto, una en la que Schmolka sale con dos botellas delante de unos cubos de basura y que está tomada en los Caños. "El hombre empezó a tirarme besos por el Whatsapp. Lo conocía. Ahora la familia decía que quería hablar con él en videoconferencia, saber en qué situación se encontraba, si tenía familia". Desde Rumanía le contaron al jefe de policía que Karoly vino a España a trabajar, concretamente a Zaragoza y en la construcción, y que en 2008, en plena crisis, le perdieron la pista.

Sin documentos para regresar a casa

"Les expliqué que parecía tener un trastorno psicológico, pero ni es alcohólico ni se droga. Está malviviendo en la calle, en desamparo. Tiene algún mal mental porque lo que hace no es normal, todo el día jugando con el agua, es como un niño al que se le ha olvidado el pasado y no sabe ni dónde está. Eso les dije".

Fijaron una fecha para la videoconferencia, y los policías pasaron media tarde buscando a Karoly por caminos entre Caños y Zahora. Dieron con él y el momento fue emocionante. "Él no se lo esperaba, pero se puso media hora a hablar y tuve que cortarle porque me iba a costar un ojo de la cara la conferencia". Contactada la familia, había que empezar a pensar en su reunificación. Si se pensó que lo difícil estaba superado, estaba equivocado.

"Pensaba que la familia vendría aquí a recogerlo y nos pusimos a ver cómo se lo podrían llevar de regreso. Eso fue lo que me costó más trabajo, pero ya estaba dispuesto a seguir adelante, aunque lo tuviera que llevar yo mismo a Rumanía", cuenta el jefe policial.

Los padres, muy mayores, son de un pueblo a 600 km de Bucarest, Cluj-Napoca. Tenían que ir al aeropuerto de la capital, luego a Málaga, cinco horas en avión, taxi en o coche alquilado para recogerlo en Barbate. Varo sufría pensando en que hasta que la familia se organizara a Karoly pudiera pasarle algo en su deambular. Incluso le dio un peto reflectante para que no se lo llevara por delante un camión. Porque nadie más de la administración proponía un albergue temporal, y él tampoco lo solicitaba.

Varias conversaciones con extranjería llevaron de nuevo al agente al consulado, que se prestó a expedir un documento temporal a Schmolka que le permitiera viajar de regreso a Rumanía, a pesar de que en su censo constara como muerto o desaparecido. El trámite exigía presencia física en Sevilla, pero finalmente se aceptó que los agentes barbateños lo llevaran a sus dependencias, lo lavaran y le hicieran las fotos necesarias. Ya tenía documento de viaje.

La última escapada, una noche antes del vuelo

Con la familia, el jefe de la Policía se comprometió a llevar al hombre hasta Málaga, muy fuera de su jurisdicción, para entregárselo a un primo con el que el conocido vagabundo se había criado. El viaje estaba programado para el pasado sábado, 5 de mayo. El viernes previo la Policía pudo localizarle y llevarle a sus dependencias, donde lo lavarían y vestirían con un chándal de los que la Cruz Roja entrega a los inmigrantes que llegan a nado cruzando el Estrecho.

"Lo quería localizado y custodiado, para que el sábado pudiéramos salir temprano, no me podía arriesgar a ir a buscarlo el sábado, no encontrarlo y que perdiera el vuelo", explica el policía. "Más que nervios, yo estaba atacado, temeroso de que se hubiera escapado, quitado de en medio". Pero allí estaba, en los caminos de Caños. "Le preparé un colchón en el calabozo. Él no se enteraba muy bien, le habíamos explicado que lo llevábamos con su familia, pero se nos escapó de la jefatura, saltó la valla y lo localizamos en la carretera. Se había hecho las necesidades encima".

Karoly Schmolka, en Rumanía.
Karoly Schmolka, en Rumanía.

Los agentes de Varo le llevaron de vuelta en furgoneta a bañarlo otra vez, y a ponerle el chándal de repuesto. "Ya eran las nueve de la noche y llamé al 061 y la doctora le dio una pastilla para dormir". El que no pegó ojo fue el agente, temeroso de que volviera a escaparse y le perdieran el rastro. Sorprendentemente, Schmolka desayunó tranquilo e hizo el viaje a Málaga cómodamente. A las dos de la tarde, con sus primos, se montaba en el avión que le llevaría de regreso con su familia.

A día de hoy el oficial de policía barbateño sigue en contacto con Karoly. Supo que el reencuentro entre padres e hijo fue muy emotivo, tal y como lo demuestran los vídeos que le enviaron. Pero enseguida se les escapó y tuvieron que estar buscándole una tarde entera. "Karoly necesita un tratamiento médico. Tiene un trauma, es como si le hubieran borrado la memoria y lo mismo con un tratamiento mejora". La última vez que habló con la familia fue el pasado lunes. Le dijeron que Karoly se encontraba bastante bien y le enviaron una foto de él, ya irreconocible, sin las barbas.

El tenaz agente dice que el final de esta historia "de momento es feliz" pero para que lo fuera del todo Schmolka, dice, debería recibir tratamiento médico urgentemente. Varo sueña con que Schmolka se recupera y que en unos años vuelve a verlo por los Caños "con su familia, ya bien, explicándoles: 'Aquí estuve yo tirado'".

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