'Niños, no gracias': la batalla del derecho de admisión a los menores sigue viva

Un niño comiendo en un restaurante, en una imagen de archivo.
Un niño comiendo en un restaurante, en una imagen de archivo.
CC0 / DOMINIO PÚBLICO
Un niño comiendo en un restaurante, en una imagen de archivo.

La polémica no es nueva. Ya en 2011, el diario vasco El Correo informaba de la apertura de los primeros restaurantes "libres de niños" en Bilbao. El cartel de uno de ellos rezaba: "Reservado el derecho de admisión a quien con su comportamiento incívico cause molestias a otros usuarios, y también a los menores de edad, acudan solos o acompañados".

El debate vivió un cierto auge hace un par de años, cuando se hicieron famosos los casos de varios restaurantes, hoteles y otros establecimientos que habían decidido prohibir la entrada a los niños para evitar molestias a sus clientes, y ahora, la reciente decisión de un bar de Salamanca de sumarse en parte a esta práctica (una medida que el bar ya ha corregido, y por la que incluso ha pedido disculpas), ha vuelto a resucitar la batalla.

En realidad, el local salmantino no prohibía la entrada a los niños, sino que exigía a los padres que los sacaran del establecimiento en el caso de que fuesen "molestos": "Si el menor llora, grita o hace ruidos molestos para el resto, los padres deberán sacar al menor hasta que deje de hacerlo", especificaba la norma, indicando además que los menores debían permanecer "en todo momento con sus padres, sin separarse de ellos" , y prohibiendo que entrasen con juguetes, a excepción de "móviles y consolas", cambiarlos en el "local fuera del aseo", y "jugar" en el establecimiento. También aconsejaba desplazarse dentro del local "andando y sin correr".

Por lo pronto, la discusión ha regresado a las redes sociales, entre quienes invocan su derecho a comer (o viajar en tren, o relajarse en un hotel) sin gritos, llantos, rabietas y carreras infantiles a su alrededor, y los que reclaman más paciencia y empatía, o simplemente aseguran que vetar a los niños no es más que una forma de discriminación, al tratarse de un colectivo con los mismos derechos que el resto (en su día se llegó a acuñar la etiqueta #StopNiñofobia, aún activa, para denunciar este tipo de casos). Para muchos, el problema reside en que, al vetar a los niños, no se está prohibiendo un determinado comportamiento molesto, venga de quien venga, sino que se está dejando fuera a todo un sector de la población, molesto o no.

La ley

Con al ley en la mano no es fácil obligar a un local a que admita a niños en sus instalaciones, ya que la empresa siempre puede esgrimir el derecho de admisión y argumentar que la prohibición a los menores de cierta edad no supone un caso de discriminación, al no basarse en el sexo, la raza, la religión o la opinión. Se trata, además, de locales privados, no públicos. Y pueden llegar a ponerse sobre la mesa, incluso, argumentos relacionados con el libre mercado: "Si no les gusta este sitio, siempre pueden ir a otro".

Por otra parte, la cosa está algo menos clara si, a diferencia de bares nocturnos u otros establecimientos más especializados o enfocados específicamente a adultos, entendemos los hoteles y los restaurantes como un servicio público. De hecho, el mencionado argumento del libre mercado también era invocado por los opositores a la ley antitabaco.

Además, el derecho de admisión tiene también sus reglas. En primer lugar, la Constitución, en su artículo 14, señala que "los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social", y para quienes se oponen al veto a los niños en los restaurantes, la edad es una circunstancia personal, del mismo modo que lo es cuando se aplica a posibles discriminaciones a personas mayores por el mero hecho de serlo.

En segundo lugar, para poder limitar el acceso a un establecimiento, el propietario del local está obligado a colocar un cartel u otro anuncio similar en la entrada, donde sea visible al público, en el que se expongan las condiciones de la limitación y que sea fácilmente legible. Debe, asimismo, comunicar a la autoridad competente (que dependerá de la comunidad autónoma o el ayuntamiento en cuestión) las causas objetivas por las que quiere impedir la entrada a ciertos clientes.

Y toda persona puede presentar siempre una denuncia si entiende que un establecimiento se ha extralimitado en el uso del derecho de admisión. En algunas comunidades autónomas la sanción y multa pueden ir desde 1 euro hasta 600.000 euros, dependiendo de la gravedad y la reiteración de la infracción.

"Nos encantan los niños, pero..."

En cualquier caso, el número de restaurantes con horario diurno que prohíbe expresamente la entrada a los niños es aún muy pequeño. El veto es algo más común en otros sectores relacionados con la restauración, como hoteles y complejos vacacionales o, especialmente, cruceros, donde las ofertas de viajes sin niños (sin contar los cruceros 'temáticos' para solteros, nudistas, etc.) son cada vez más frecuentes.

"No a todo el mundo le gustan los niños, y hay mucha gente a la que le molesta que los niños estén por ahí revoloteando, jugando, gritando, y en definitiva haciendo cosas de niños. A nosotros nos encantan, pero sabemos lo revoltosos y ruidosos que pueden ser, y por eso entendemos que deban existir espacios reservados solo para adultos, al igual que hay barcos, hoteles y espacios que están pensados solo para disfrutar en familia, donde los niños son el centro de todas las actividades", explica una compañía de cruceros en su página web.

En cuanto a los hoteles, cada vez más la mayoría de las principales cadenas hoteleras disponen de establecimientos en los que no se admiten niños, o bien habilitan zonas especiales de sus hoteles en las que no se permite la presencia de menores, variando la edad límite entre unos hoteles y otros. En 2011 nació la considerada como primera web especializada en establecimientos hoteleros solo para adultos, Adults-only-holidays, una página que ofrece hoteles en todo el mundo, incluyendo un centenar en territorio español, principalmente en Baleares y Canarias, donde se concentra la mayor oferta.

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