Sonia, víctima de maltrato: "Cada día veo las noticias y pienso que puedo ser la siguiente"

Sonia, víctima de maltrato.
Sonia, víctima de maltrato.
JORGE PARIS
Sonia, víctima de maltrato.

Camina por la calle mirando hacia atrás, fijándose en cada coche que pasa, por si uno de ellos fuera el de su maltratador. A veces tiene la sensación de que la está siguiendo y cada fin de semana que él se lleva a sus hijos lo vive con agonía hasta que les ve regresar.

Recuerda el caso de Jessica, asesinada en la puerta del colegio de su hijo, de Andrea, a la que su expareja secuestró para estrellarla contra una gasolinera y de Jennifer, la primera víctima mortal de 2018. Todas ellas denunciaron, igual que Sonia, que ha decidido ocultar su identidad tras un nombre falso porque no se siente protegida. “Cada día las veo en las noticias y pienso que yo puedo ser la siguiente”.

11 de las 49 mujeres asesinadas en 2017 interpusieron una denuncia contra su maltratador, y seis de ellas tenían medidas de protección en vigor. Sonia se decide a contar a 20minutos qué sucede después de dar este paso con la esperanza de que su testimonio cambie las cosas y mejore su seguridad y la de todas las mujeres.

Antes de la primera llamada al 016, Sonia soportó numerosas vejaciones, pero no era consciente del maltrato que sufría. “No llegó el primer día y me pegó, de hecho el primer año fue perfecto, luego me explicó la Policía que a esa fase la llaman ‘la luna de miel’, y cuando yo ya estaba enamorada empezaron los problemas”, recuerda. Su violencia no comenzó de forma física, sino psicológica, “me hacía desprecios, miraba a todas las mujeres que había alrededor y comentaba que todas eran más guapas y más listas que yo. No le gustaba que saliera con mis amigos, así que terminé viviendo encerrada en mi propia habitación, sin darme cuenta”.

Pronto comenzó a engañarla económicamente, “me decía que ganaba menos sueldo del que realmente recibía para gastarlo en drogas. Yo me ponía a hacer mis cuentas porque algo no me cuadraba, y cuando me veía con la calculadora me empezaba a insultar: ‘eres estúpida y no sabes ni sumar’. Además me intentaba convencer de que era yo la que tenía un problema psicológico, me decía que estaba enferma”.

A esta escalada de agresividad, llegaron los golpes. Al principio siempre en casa y en privado, pero poco tiempo después comenzó a hacerlo en la calle. "Intenté dejarle, pero me esperaba cada día en la puerta de mi casa, me llegó a enviar en una noche 98 mensajes de texto, me amenazaba con quitarse la vida..." Pero el momento que resultó definitivo para Sonia fue cuando recibió una paliza delante de sus tres hijos pequeños.

“No podía consentir que mis niños vieran eso… Me puse muy nerviosa y llamé al 016, la Policía llegó y se lo llevó detenido, mi hija de 3 años contó a los agentes lo que vio… En comisaría me animaron a denunciar y me convencieron de que era víctima de violencia de género. Yo no era consciente, pensaba que aquello significaba que según entrabas por la puerta, te daban una paliza, pero no es así. Allí me explicaron de qué forma estuvo ejerciendo violencia contra mí”.

Después de la denuncia

Un largo documento policial recoge parte de los episodios más traumáticos que Sonia ha vivido a lo largo de su vida por culpa de su pareja, incluyendo un parte de lesiones de uno de sus hijos, al que llegó a golpear en una ocasión.

El procedimiento judicial por violencia de género deja claro que, tras la denuncia de la víctima, se podrá obtener una orden de alejamiento durante solo 30 días, tiempo que duran las medidas preventivas que se imponen hasta que llega el juicio. Pero los juicios se retrasan, y si la víctima necesita aumentar esta protección se requiere la presentación de la demanda ante la jurisdicción.

Este trámite suelen ejecutarlo los procuradores, pero el encargado de llevar esos papeles tan importantes para la seguridad de Sonia sufrió un accidente y cogió una baja. Los días pasaban y Sonia no recibía notificación de si continuaría teniendo esa medida que le aseguraba que si su expareja intentaba acercarse a ella, estaría cometiendo un delito. Cuando se enteró de que el papeleo no estaba presentado, ella misma recogió la documentación del domicilio del procurador, y con sus tres hijos pequeños de la mano acudió a los juzgados a entregarla, pero ya era tarde, el plazo había concluido.

Durante medio año Sonia estuvo sin ninguna medida en vigor, “si llega a saberlo él antes que yo quién sabe qué me hubiera pasado…se podría haber metido en mi casa y no hubiera pasado nada”. Pero su maltratador no se enteró y se presentó ante la juez para solicitar que le retirara la orden de alejamiento, una actitud que no gustó a la magistrada y provocó que se le impusiera una de 3 años.

Unas medidas que no la protegen

A pesar de ello, su expareja vulnera la prohibición de acercarse a ella y continúa intimidándola. Un día se presentó en el centro de salud al que Sonia solía acudir con sus hijos. Según cree la entrevistada, algún trabajador le proporcionó el horario de citas médicas de los pequeños. Por suerte, no llegaron a cruzarse porque en el último momento ella decidió no acudir al hospital, pero este mismo motivo impide que se considere ese episodio como una vulneración de su seguridad.

“La Policía me decía que si yo no había ido a ese lugar, la orden de alejamiento no se había incumplido, por lo que no había delito, ¿y si aparezco y me hace algo? Entonces sí se la habría saltado… ¿me tiene que matar para que tenga repercusión algo de lo que hace?

Su maltratador no cuenta con ninguna pulsera que detecte si se acerca demasiado a ella y no tiene vigilancia policial. “Recibo llamadas de un desconocido en mitad de la madrugada, lo cojo y me cuelga, y yo sé que es él, pero no puedo demostrarlo. No lo entiendo, en comisaría me dijeron que tenía ‘riesgo alto’, y aun así explico lo que me está pasando y no se puede hacer nada”.

Sonia sabe que denunciar ha supuesto el primer paso para alejarse de su maltratador, pero después de aquel momento necesitaba más apoyos, y no llegaban. "Llamaba llorando al 016 pidiendo hablar con alguien y me decían que tenía que solicitarlo en mi centro. Hasta 5 meses después no me pusieron un psicólogo, pasé lo peor sola”, recuerda.

“La ayuda del alquiler me la han denegado, dicen que por mi renta del 2015 y ahí yo estaba casada con esta persona. Me pasa lo mismo con la ayuda por hijo a cargo. Asuntos sociales me dijo que me ayudaría a pagar el comedor de los niños, pero como estoy trabajando tampoco se me concede”.

"Lloro hasta que veo volver a mis hijos de su visita"

El miedo que sufre cada día se multiplica por uno mucho mayor: el terror de cederle a sus hijos. “Le pedí a mi abogado que anulara las visitas al menos durante unos días y me dijo que si hacíamos eso entraríamos en una guerra. Consideró que lo mejor era que estableciéramos un régimen de visitas normal para 'no enfadarle' y él lo aceptó. Les ve dos horas entre semana y dos fines de semana de cada mes”.

Sonia no comprende que su propio representante legal tome medidas para "no molestar" a su maltratador en lugar de protegerla a ella y a sus hijos. Como él, explica que muchas personas de su entorno la han presionado para que no impida que el agresor continúe viendo a sus pequeños. "Al final soy yo la mala que no le deja ver a sus hijos, pero los niños se van llorando, y yo lloro desde que se van hasta que les veo volver”.

Los amigos que tenía en común con su expareja la han dejado de lado, "me hunde psicológicamente, parece que soy yo la que ha cometido un delito. Soy yo la que está aislada y la que tiene miedo, cuando es él -que está denunciado- el que tendría que tener miedo de acercarse a mí".

Sonia es el ejemplo de que denunciar es fundamental para ir despertando de la pesadilla, pero su caso demuestra que aún queda mucho camino por recorrer para que la seguridad de las mujeres esté garantizada. Reclama más apoyos, para que pueda seguir adelante con sus tres hijos con independencia, y pide "vigilancia para él", porque antes que a ella ya maltrató a otra mujer, porque después de ella puede llegar otra, y porque Sonia se merece vivir sin caminar por la calle mirando hacia atrás.

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