Javier Tourón, experto en altas capacidades: "La escuela está para promover las diferencias"

Javier Tourón, vicerrector de Innovación Educativa de la Universidad Internacional de La Rioja (Unir).
Javier Tourón, vicerrector de Innovación Educativa de la Universidad Internacional de La Rioja (Unir).
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Javier Tourón, vicerrector de Innovación Educativa de la Universidad Internacional de La Rioja (Unir).

Escándalo, dramática situación, asignatura pendiente... Son algunas de las expresiones que el profesor Javier Tourón utiliza a la hora de hablar de la "escasa atención" que el sistema educativo español presta a desarrollar "el potencial de los mejores".

El vicerrector de Innovación Educativa de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) acaba de lanzar, junto a Roberto Sanz, el libro Identificación y evaluación del alumnado con altas capacidades. Se trata de la versión española del manual de Steven I. Pfeiffer Essentials of Gifted Assessment, pero con algunas novedades respecto al original. Esta guía práctica fue presentada durante la conferencia Las altas capacidades en España, entre el drama y la incertidumbre, celebrada en la UNIR.

Experto en esta materia desde hace veinticinco años, Tourón lamenta que oficialmente solo haya registrados 23.745 escolares con altas capacidades, cuando se estima que entre un 5 y un 10% de la población escolar lo son. "Si tenemos unos ocho millones de alumnos, el 10% son 800.000", calcula. Él aboga por planes sistemáticos de identificación y una educación personalizada.

¿A qué se debe que una cantidad tan grande de alumnos esté sin identificar?

Son la gran población invisible. Los niños que presentan dificultades de aprendizaje se identifican solos, porque cuando no aprenden bien detectas que tienen un problema. El niño de alta capacidad puede resolver los problemas de manera correcta, pero puede estar resolviendo problemas que están muy por debajo de su capacidad. Pretendemos fomentar la igualdad en los resultados, en lugar de en el acceso a la mejor educación posible, y estamos destruyendo la construcción social. La escuela no está para promover la igualdad, está para promover las diferencias. Tiene que potenciar el desarrollo óptimo de cada uno. La imagen de la escuela tendría que ser como la de una carrera, en la que salen todos juntos, lo que refleja la igualdad de oportunidades, pero en función de las condiciones, empeño y capacidad de cada uno, el pelotón deja de ser uniforme. Atender las altas capacidades no significa ninguna afrenta  a la igualdad de nadie. Que las personas que tenemos menos capacidad obliguemos a los que tienen más a esperarnos mata el desarrollo del talento.

¿Esto provoca que estos chicos presenten problemas?

Totalmente. Ellos no entienden, sobre todo cuando son muy pequeños, cómo los demás no comprenden las cosas tan simples que el profesor está explicando y que repite 200 veces. Son afectivamente muy impacientes, en cuanto ven una cosa quieren pasar a la siguiente, y son muy intuitivos. Captan con facilidad a quién le caen bien y a quién no. Acaban con muchas dificultades de adaptación y eso lleva a decir que son raros o un problema, pero no, el problema es no atenderlos. La escuela está basada en lo que hace el profesor, si estuviera basada en lo que hace el alumno, no se darían estas situaciones. Muchas veces estos niños llegan a mimetizarse, llegan a copiar lo que hace el resto para hacerlo mal. Quieren hacerlo como los demás porque notan que ser diferente no sale a cuenta porque se convierten en el blanco de las iras, miradas y de los reproches de los demás.

¿Se dan muchos casos de bullying?

Acabamos de empezar un proyecto en UNIR sobre bullying, ciberbullying y alta capacidad, un tema que no está prácticamente estudiado. Estamos seguros de que estos niños son el blanco de las iras de mucha gente. Sufren mucho. Muchos van a la escuela a perder el tiempo, a un entorno hostil, a sentirse acosados por los demás o a sentirse unos bichos raros. La escuela tendría que ser para estos niños una aventura diaria, pero para que esto fuese así no tendríamos que cercenar su curiosidad, su afán de saber, su motivación, porque lo quieren aprender todo. Pero no hay que perder de vista que son niños, adolescentes o jóvenes y hay que ayudarlos a crecer como personas de una manera en los distintos campos que tienen que dominar respecto a su formación intelectual. En los estudios internacionales de rendimiento España sistemáticamente tiene un reducido número de alumnos en las posiciones de rendimiento más alto.

¿De qué manera influye en esos resultados?

Si nuestros alumnos de alta capacidad estuvieran identificados y su talento se estuviera desarrollando, obviamente tendríamos un porcentaje de alumnos con rendimientos excelentes muy superior. Hoy en día las personas de alta capacidad no se entienden solo por la actitud intelectual, también por el rendimiento. Hay personas que no tienen tanta capacidad medida en un test pero tienen una gran motivación, una gran implicación en la tarea, son muy eficientes y trabajan mucho. Al mismo tiempo tiene que haber un entorno escolar, familiar y social adecuado. La labor de visibilizar el problema es fundamental.

¿Es una problemática que no ha estado visible?

En los 25 años que llevo con este tema ha habido una evolución, pero es demasiado lenta. Para un niño o un joven cada año es una eternidad. Hoy en día hay reuniones, equipos de investigación, asociaciones de padres… pero no vamos a suficiente velocidad y eso quiere decir que muchos niños no están desarrollando su talento de manera óptima y se están quedando por debajo de sus posibilidades. No es tan caro desarrollar el talento. Las fundaciones están haciendo cosas, pero hay que hacer una llamada a la sociedad. Esto no lo va a resolver solo el Presupuesto General del Estado porque los recursos son los que son. Habría que hacer una labor para fomentar el mecenazgo. No hacen falta profesores especialistas en esto. Lo que hace falta son buenos profesores que sepan mucho de sus materias y aprendan los recursos y las estrategias pedagógicas que tienen que poner en marcha. En la enseñanza con estos niños se utiliza el mismo currículum, solo que se hace en edades anteriores. En UNIR hemos creado una escuela de formación de profesores. Y hace falta voluntad política.

¿El mensaje cala?

Muy lentamente. El sistema educativo es muy difícil de mover, y remover las actitudes de los profesores es muy complicado. No somos capaces de ponernos de acuerdo para hacer un pacto educativo... Hay una infiltración enorme de la política en la educación. Otros países nos han dado ejemplo de que el sistema educativo no debe tocarse. En Navarra conseguí en su día hacer la validación de un test para la identificación, pero lo pararon porque había otros problemas mucho más importantes.

¿No se ve como algo prioritario?

En absoluto. Ya lo atenderemos cuando no haya otra cosa que hacer. Y mientras hay padres que te cuentan que su hijo con quince años se ha convertido en un vago, es un objetor escolar, ha fracasado en la escuela… Nos lo hemos ganado a pulso por falta de atención. El problema se puede resolver en menos de un mes.

¿Cuáles serían las medidas concretas que habría que adoptar?

En primer lugar, una identificación sistemática y periódica, un sistema en el que yo no tenga que esperar a que mi hijo tenga un programa para entonces llevarlo al psicólogo. Segundo, promover una escuela menos graduada, más orientada  a la competencia de los escolares que a su edad, y esto significa permitir su movilidad por el currículum en función de su competencia demostrada. Podría haber niños de diferentes edades en una misma aula. El concepto de clase, de asignatura… debería desdibujarse. El tercer punto sería la personalización del aprendizaje y la flexibilidad curricular a través del uso de las tecnologías digitales y la formación de profesores. Esto supone desarrollar una pedagogía adaptativa. La escuela tiene que adaptarse a las necesidades de lo que aprenden. El cuarto aspecto pasaría por facilitar el acceso a programas de intervención orientados al desarrollo del talento fuera de la escuela. Algunos se han implantado en España, pero poco. En otros países hay una gran experiencia.

¿Otro países están mucho mejor que nosotros?

Sí. Los norteamericanos tienen una preocupación muy grande por el rendimiento. Tienen una mentalidad muy evaluadora de todo. En cuanto ven que sus alumnos están por debajo de otros en los estudios internacionales, saltan las alarmas y se empiezan a hacer planes, más o menos acertados, pero se intenta buscar solución. Aquí, en vez de analizar qué ocurre y cómo ponerle remedio, se buscan explicaciones defensivas y los políticos quieren siempre defender su gestión. El Instituto Nacional de Evaluación Educativa hace una tarea fantástica de difusión de los resultados. Ahora están las evaluaciones de diagnóstico... Tenemos muchas herramientas para mejorar el sistema, pero en cuanto montamos un bachillerato de excelencia o pretendemos hacer una evaluación de los centros, inmediatamente hay críticas. Es algo que resulta amenazante. Puede que las cosas se implanten mal y haya razones para las quejas, pero el concepto en sí no es malo.

¿No se corre el riesgo de generar un efecto contraproducente y que los niños que no tengan altas capacidades se sientan peor?

Podría ser, pero creo que sería muy importante desde el principio enseñar a los niños a aceptar la diversidad, que unos son más listos y que otros tienen que poner más empeño. Es un problema de gestión, de aprender tolerancia y respeto. Los niños de alta capacidad también tienen que crecer como personas, tienen que tener espíritu de servicio y saber echar una mano a un compañero cuando es necesario. Es un problema educativo que se puede dar, pero para eso están los profesores y los padres.

Sus propuestas no pasan por crear centros exclusivos.

No necesitan estar en colegios diferentes. Cuando nos tomamos en serio la educación de los más capaces mejoramos la educación de todos. La fuga de cerebros empieza en la escuela. No promueve el desarrollo del talento y así los directivos no tendrán talento en sus empresas. El déficit de formación en la gente será monumental.

En el libro hablan de las pistas a tener en cuenta para detectar a un niño de altas capacidades. ¿Qué características presentan?

De acuerdo con el autor hemos añadido un capítulo sobre características que no está en el original inglés. Un niño con altas capacidades suele tener intereses muy marcados, un aprendizaje rápido, un lenguaje poco común para su edad, hace preguntas sorprendentes, tiene una alta capacidad de concentración, sobre todo en los temas que le interesan… Hablamos de características actitudinales, de creatividad, de liderazgo...  Sobre todo destaca un afán de saber grande, mucho interés por tener respuestas que generalmente van más allá de lo ordinario. Pero es muy interesante tener en cuenta que cada persona incorpora en su personalidad estas cosas de manera diferente.

Pese a la problemática existente, ¿usted se muestra optimista?

Hay razones para ser moderadamente optimistas porque los cambios que se están produciendo en general están en la buena dirección. Hay que tener cuidado, sin embargo, y distinguir la información relevante basada en evidencias y en la investigación, qué piensan los expertos hoy en día.  Si somos capaces de crear cierta conciencia social y avanzamos en la formación de profesores, son muy pocas las decisiones que hay que tomar para que esto cambie de manera radical. Pero tenemos que pensar que el tiempo no es ilimitado, sobre todo para estos alumnos.

Araceli Guede
Redactora '20minutos'

Licenciada en Periodismo por la Universidad Europea de Madrid, estudié después el Máster de Periodismo de El País. En 20minutos desde marzo de 2013, donde desde 2023 realizo labores de coordinadora de la web y portadista. Apasionada de los temas sociales (relacionados con educación, sanidad, inmigración o igualdad) y de denuncia, en 2022 recibí el Premio de Periodismo de la Fundación Grünenthal, en la categoría de Abordaje del dolor infantil.

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