Miguel de Cervantes, un genio aventurero y sobreviviente también fuera de la Península

Grabado de la batalla de Lepanto en 1571, donde Cervantes perdió la movilidad de su brazo izquierdo.
Grabado de la batalla de Lepanto en 1571, donde Cervantes perdió la movilidad de su brazo izquierdo.
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Grabado de la batalla de Lepanto en 1571, donde Cervantes perdió la movilidad de su brazo izquierdo.

Don Miguel de Cervantes Saavedra tuvo la oportunidad de conocer de primera mano el Renacimiento italiano. Viajó a Roma buscando fortuna en 1569. Allí sirvió como camarero, durante cinco años, a Julio Acquaviva.

Tras el nombramiento de Acquaviva como cardenal, recorrió junto a él Venecia, Florencia, Milán, Parma o Palermo. Acabada su etapa palaciega, seguirá atravesando Italia, pero como miembro del ejército de Urbina.

El influjo italiano en Cervantes es innegable, aunque no sea un italianista como otros coetáneos españoles. Azorín –padre de la Generación del 98– se dirigía retóricamente a Cervantes, en un artículo publicado en 1935, diciéndole: "En tus viajes por Italia debiste de tropezar con algún ejemplar del Elogio de la locura. Llego a creer que sin ese libro de Erasmo tu Quijote no existiría".

Uno de los episodios más notables para Cervantes fue la batalla de Lepanto –nombre latino de la ciudad griega de Naupactos–, "la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros".

España, los Estados Pontificios, la República de Venecia, la Orden de Malta, la República de Génova y el Ducado de Saboya –que conformaban la Liga Santa– se enfrentaron el 7 de octubre de 1571, en aquel escenario, contra el Imperio turco.

Cervantes perdió la movilidad de su mano izquierda en el encuentro bélico. Para recuperarse de sus heridas fue trasladado al hospital de Mesina –en Sicilia, un territorio conquistado por la Corona de Aragón que más tarde formaría parte del Imperio español hasta el siglo XVIII–. Una vez repuesto, se alistó de nuevo al ejército y viajó por Cerdeña, Génova y la Lombardía.

En 1574, sus quehaceres militares se combinarán con todo el ocio que podía proporcionarle Nápoles –capital de los territorios hispanos de Italia–. Cervantes consideraba que esta ciudad era "la mejor de Europa, y aún de todo el mundo". Un año después, puso rumbo a España desde Nápoles, pero su embarcación fue abordada y acabó preso en Argel.

Vuelta a la Península

Trató de fugarse varias veces, pero transcurrirían cinco años hasta obtener su ansiada libertad. Llega a Denia en 1580 y se dirige hasta Valencia, donde descansa durante semanas. Más tarde, en 1581, Cervantes participa en una misión secreta en Orán –plaza española en el norte de África–.

Tras su regreso, se trasladaría a Lisboa –donde estaba instalada en aquel momento la corte de Felipe II– pero, al no obtener ningún rendimiento de su estancia, acabará dirigiéndose a Madrid. Soñó con las Indias, pero no logró que le dieran trabajo para poderse establecer en territorio americano.

En 2005, al cumplirse el IV centenario de la publicación de la primera parte del Quijote y el DCCL aniversario de la fundación de Ciudad Real, la Sociedad Astronómica y Geográfica de Ciudad Real (SAGCR) se propuso la quijotesca hazaña de alcanzar los confines de la Tierra.

"Llevando en nuestra mochila de explorador el Quijote y la Carta Puebla Fundacional de Ciudad Real", explica el presidente de la SAGCR, Manuel José Carpintero, viajaron al estilo de las antiguas expediciones científicas hasta Siorapaluk –el poblado más septentrional del planeta–, así como a las bases de Ucrania y España.

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