Un cajero automático de una sucursal bancaria en el centro de Madrid del que fluyen dracmas, la divisa de curso legal en Grecia antes de que el país adoptase el euro en 2001. El panorama se repite en siete máquinas dispensadora de dinero de otras tantas grandes entidades españolas, entre ellas el BBVA y el Santander.

No es una alucinación, sino la acción de arte urbano Colegios electorales automáticos, organizada por el colectivo madrileño Luzinterruptus, activistas de bajo calado subversivo —dejan bien claro en su web que los "daños ocasionados" a las entidades y sus redes de cajeros fue nulo— que se define como un "colectivo artístico anónimo" dedicado a las "intervenciones urbanas en espacios públicos", utilizando "la luz como materia prima y la noche como lienzo".

Los acontecimientos políticos en Grecia, explican en el ideario de la nueva acción, "se suceden vertiginosamente, sin que parezca que sus ciudadanos tengan el mínimo control sobre los representantes que supuestamente les gobiernan. Nada nuevo por otro lado". Añaden que se pusieron tan contentos con el aplastante triunfo del oxi (no) en el referédum sobre la propuesta de los acreedores que decidieron echarse a la calle y hacer algo para mostrar la satisfacción.

Dado que veían en el rotundo apoyo al gobierno que preside Alexis Tsipras "no solo un afianzamiento de la soberanía popular sino también un resquicio por el que finalmente se colaría el tan deseado cambio en España", idearon festejar "con nuestras luces, humor, papeletas de voto y dracmas, la posibilidad de que en los cajeros automáticos de Grecia pudiera fluir una moneda propia, fuera del control del maligno Eurogrupo".

Con una mínima manipulación consiguieron convertir siete cajeros céntricos madrileños en urnas de referéndum en los que una vez depositados los votos negativos "empezaban a salir dracmas a discreción". Taparon los terminales con una lámina plástica similar a las de las urnas de votación, llenaron el espacio interior de papeletas de oxi y colocaron fluyendo de cada cajero una cascada de billetes de dracmas que formaba un reguero al caer al suelo. Cada billete estaba iluminado con un pequeño led como símbolo de esperanza.

La iniciativa, que tardaron en producir unas dos horas y, según creen, se mantuvo intacta unas ocho, hasta que las oficinas bancarias abrieron a la mañana siguiente, acabó con un sabor amargo. "Como dice el refrán, 'poco dura la felicidad en casa del pobre", dicen desde el colectivo. Al día siguiente de la acción el gobierno de Tsipras firmó y ratificó "penosamente" un acuerdo con la troika de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional.

Luzinterruptus opina que las condiciones aceptadas por la administración de Atenas obligarán al pueblo griego "a sudar gotas de sangre para que los cajeros automáticos, grandes protagonistas de esta historia, vuelvan a dispensar euros, aunque sean letales". En cualquier caso, terminan, "la acción está hecha y quizás en un futuro, no muy lejano, vuelva a tener sentido. Mientras tanto, todo nuestro respeto a los griegos".