"Intimidaba con mirarte": así ven sus compañeros al supuesto descuartizador de Majadahonda

  • El presunto autor de la desaparición de Adriana G. era una persona "rara", "fría y calculadora" que "te hacía sentir extraña con la mirada". 
  • "Su apariencia era la de un tío normal, pero hablabas con él y llegabas a la conclusión de que estaba pirado", afirma una antigua compañera de trabajo. 
  • Bruno trabajó en el verano de 2009 en el departamento de atención al público de una conocida multinacional: solo estuvo dos meses porque no le renovaron.
  • El crimen de Majadahonda: dos desaparecidas, manchas de sangre y un casero satánico.
Efectivos de la Guardia Civil durante el registro efectuado en la casa de Majadahonda (Madrid).
Efectivos de la Guardia Civil durante el registro efectuado en la casa de Majadahonda (Madrid).
EFE/Sergio Barrenechea
Efectivos de la Guardia Civil durante el registro efectuado en la casa de Majadahonda (Madrid).

Bruno H., presunto autor de la desaparición en Majadahonda de la argentina Adriana G., de 55 años, era una persona "rara", "fría y calculadora" que "te hacía sentir extraña con la mirada", aunque "no especialmente inteligente". "Su apariencia física era la de un tío normal, pero hablabas con él cinco minutos y llegabas a la conclusión de que estaba pirado", afirma una antigua compañera de trabajo del conocido como descuartizador de Majadahonda, que habría matado y descuartizado a su inquilina para posteriormente arrojar sus restos a la basura. La búsqueda de su cuerpo en el vertedero de Pinto aún continúa.

Bruno empezó a trabajar en el verano de 2009 en una conocida multinacional. Su contratación se realizó a través de una compañía de trabajo temporal. Solo estuvo meses porque la empresa decidió no renovarle su contrato de prueba. "Buscaban a personas que dominaran muy bien el inglés y él había vivido en Estados Unidos. No hablaba mucho. Un día le pregunté por su familia y dijo que no tenía relación con su madre. Nos costaba ir a comer con él. Nadie quería sentarse a su lado y siempre estaba solo. Te hacía sentir extraña. Con solo mirarte te intimidaba", recuerdan en su antigua empresa. "No era violento ni agresivo y siempre se mostraba muy amable con todos, pero no era una amabilidad natural, espontánea", añaden.

Su trabajo lo desempeñaba en el departamento de atención al público, donde sorprendieron sus métodos para captar clientes: "A los clientes nunca les daba su verdadero nombre. Decía que a un cliente nunca había que decirle que no, y que su nombre lleva implícito un no. Comentaba que eran técnica que había aprendido en su anterior trabajo". Aunque vestía "normal", a sus compañeros también les llamaba la atención que siempre fuese en manga larga en verano. "En la oficina hacía mucho calor, pero nunca se remangaba ni se ponía camisetas de manga corta. Pensábamos que tenía marcas en los brazos de autolesionarse", explican.

"Nadie quería llevarlo en coche"

Estas peculiaridades, que podrían calificarse como simples rarezas, provocaron, sin embargo, que sus compañeros intentasen evitar el contacto con él. "Vivía en Móstoles en aquella época y había compañeros que iban y venían en coche todos los días. Pero nadie quería llevarlo. La gente también se las ingeniaba para no irse junto a él en transporte público porque era muy raro. En esa época se veía claramente que no estaba bien, que tenía alguna tara psicológica, pero no como para matar a alguien", relatan.

Mucho se ha hablado sobre su afición a los ritos satánicos y a su devoción por el demonio: "En los dos meses que estuvo trabajando con nosotros no apreciamos nada en ese sentido. Ni vestía de negro ni portaban símbolos raros". En los registros, la Guardia Civil tampoco ha encontrado indicios de ritos satánicos efectuados por el detenido, aunque ha confirmado que el ADN de los restos y sangre hallados en la maquina de grandes dimensiones para triturar carne que había en el piso, pertenecen a la desaparecida.

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