Nacho Duato: "¡Digo lo que pienso! Y eso, en España, es hablar demasiado"

Nacho Duato está muy bien considerado fuera de España
Nacho Duato está muy bien considerado fuera de España
Staatsballett de Berlín
Nacho Duato está muy bien considerado fuera de España

Se puede ser polémico simplemente por decir en voz alta lo que se piensa? Nacho Duato siempre ha sorprendido por sus palabras. Mientras que la Compañía Nacional de Danza (CND) acaba de celebrar su 35 aniversario, su exdirector más célebre y respetado afronta un nuevo reto profesional al frente del Staatsballett de Berlín, después de su comentada y amarga despedida de la compañía española en 2010. Entre tanto, se ha hecho cargo del Ballet del Teatro Mijáilovski de San Petersburgo (Rusia), siendo el único extranjero que ha dirigido un ballet ruso. Asegura que es casi imposible que haya un reencuentro total o parcial con la CND, que dirigió con éxito durante dos décadas.

Desde su despacho en el barrio de Charlottenburg, su espíritu crítico no distingue de ideologías políticas ni de falsas modestias. A la hora de hablar con honestidad no teme ni a Dios, ni a patria ni a rey. Quizá porque los hechos y los datos avalan en buena medida sus categóricas opiniones, que generan tanto eco como muchas de sus coreografías. En febrero se presentará con La Bella Durmiente al frente de la prestigiosa formación germana, tras meses instalado en la capital del país.

¿En qué ha cambiado tu vida esta nueva etapa desde tu marcha a Rusia?

El cambio fundamental es que ahora estoy en una capital europea, que además es el lugar donde más cosas están pasando. Me gusta vivir en ciudades cosmopolitas, donde no hay banderas. A los 15 años compartía un piso okupado en Londres con una portuguesa y con una iraní que, cuando llegaba, cambiaba los velos por las minifaldas. Las únicas banderas que me gustan son la de la paz y la gitana, porque es muy bonita y me gusta la idea de que allá donde ellos la ponen esté su país. Ni si quiera me quedaría con la gay, porque reivindica demasiadas cosas.

¿Qué balance haces de tu paso por Rusia?

Aprendí mucho y me dio mucho tiempo para reflexionar, porque me fui de Madrid un poco desilusionado. Ya sé que en España tratan muy mal a los artistas, creo que como en ningún otro sitio del mundo. Y eso que durante 20 años he llevado a la Compañía Nacional de Danza por todo el panorama internacional...

La gente miraba nuestra compañía para aprender y, de la noche a la mañana, me dieron una patada. Además, sin ninguna alternativa. Pedí quedarme de asesor artístico, aunque quitaran mi nombre de todos los lados, para poder hacer la transición y el cambio poco a poco y que esas décadas de trabajo no se perdiesen. Pero no les importa nada. Ahora mismo España está culturalmente putrefacta, sobre todo en lo que se refiere a danza.

Llegaste a decir que es como el desierto del Sáhara.

Y lo es. Un desierto, además, putrefacto [ríe]. Lo que ocurre es que en esos 20 años que pasé allí, la Compañía Nacional de Danza era como una burbuja. Estábamos mucho más avanzados que el país en sí. Creo recordar además que había ocho integrantes españoles, los demás eran de otras nacionalidades. Y eso se notaba, porque había un intercambio de culturas.

Vivir en esa burbuja, ¿planteaba problemas?

En principio no, pero ya se sabe que cuando tienes éxito, las envidias… Había quien se creía que Nacho Duato era Nacho Duato por la Compañía Nacional de Danza, cuando en realidad era al contrario. De hecho,  han cambiado al director, creían que iba a ser igual, y ahora mismo no se escucha hablar de ella.

¿Cuál es tu opinión de tu sucesor, José Carlos Martínez?

No lo conozco. Tengo opinión de lo que es la compañía, pero la compañía es lo que es su director. Yo no les he quitado todo el repertorio, solo mis coreografías. Porque no tiene sentido que no me quieran a mí pero sí que quieran mi trabajo.

Dijo en su día que te invitaba a celebrar el 35 aniversario. ¿Aceptaste esa invitación?

No, no. No la he aceptado. Cuando dije que no volvería a hacer un trabajo en España, lo dije en serio y lo vuelvo a repetir. Aunque haya a personas a quienes vaya a echar de menos. A no ser que desaparezca la figura del ministro de Cultura, que no sirve para nada. No quiero cobrar dinero de alguien a quien no le interesa mi trabajo. He perdido muchos ingresos en concepto de derechos de autor, pero no me importa. A Carmen Roche y al Conservatorio les he cedido hace poco ballets gratis.

Si yo voy a estar en el Teatro alla Scala de Milán en breve es porque me quieren a mí y no a otro. Si estoy en Berlín es porque el alcalde Klaus Wowereit me ha pedido a mí. En España, aunque todo salía adelante, llegaba a ocurrirme que me intentaban imponer que programara a determinados autores y, al negarme, trataron de despedirme. También me pasó que la ministra no sabía cuál era la compañía que dirigía. Cuando ocupaba el cargo Esperanza Aguirre me preguntó un día: "¿Tú que compañía diriges, la Nacional o la de Clásico?". Sus perlitas eran parecidas a las de Ana Botella.

¿Las consideras iguales?

Son del mismo partido, son igual de fachas, ¿no? Se ofenden cuando les llaman fachas. En cambio, cuando nos llaman rojos a mí me encanta…

¿Y cómo te imaginas tú si hubieses tenido que colaborar con el actual ministro de Cultura, José Ignacio Wert?

Lo bueno que tenían los de la derecha es que te dejaban en paz con tal de que los números cuadrasen. Porque no les interesa la cultura aunque sepan de ella. Y como yo hacía llenos y vendía entradas, la compañía no tenía los agujeros que tiene ahora. Luego está ese político que se cree que sabe y es el que más fastidia, que fue un poco lo que pasó con los socialistas.

Los de la izquierda se asignan la cultura como si los de la derecha fueran unos pijos y nada más. En cambio, en nuestro país los políticos conservadores tienen más cultura porque han viajado más y sus papis los llevaban a ver danza y teatro. Lo triste es que, después de lo que he defendido a los socialistas, fueran ellos los que me dieran la patada de esa manera… Sé que a veces es verdad que hablo demasiado. Bueno, no demasiado, ¡digo lo que pienso! Y eso, en España, es hablar demasiado.

Un personaje mediático y muy internacional

Duato siempre se ha prodigado en sonadas incursiones mediáticas, como posados en revistas o en el libro solidario 32 (2001), en el que se mostraba desnudo ante la cámara de Jaume de la Iguana para recaudar fondos en favor de los enfermos de sida –en la imagen superior–. Ahora celebra la cantidad de documentales que se están haciendo sobre su obra. El más conocido en España es Danse la danse, de Alain Deymier, donde se muestra su última gira al frente de la Compañía Nacional de Danza, la que realizó con sus bailarines a través de Rusia. La mirada íntima del cineasta francés descubre lo que ocurre entre bastidores, algo que no se puede ver desde la butaca. La cinta reivindica además al coreógrafo como una de las figuras más relevantes de la danza actual en todo el mundo.

El bailarín Ángel Corella ha declarado sentirse mangoneado por los políticos.

¿Puedo permitirme el lujo de no hablar de Ángel Corella? Hablar de él me parece perder el tiempo...

Pero el 21% de IVA que impone el Partido Popular a la cultura es una clara muestra de su desprecio hacia ella.

Ah, por supuesto. Recuerdo que un secretario de Estado, de quien no voy a decir el nombre, me llamaba "el saltimbanqui". Para ellos lo que hacíamos en el escenario era "levantar la pata". Todavía funciona así. No es que estos estratos sociales lo desprecien, es que no les interesa. Mira las familias reales del Reino Unido, Holanda, Suecia o Dinamarca: dedican su teatro más importante a la danza. En España lo llamamos Teatro Real, pero pocas veces fue don Juan Carlos. Para eso que lo llamen el Teatro del Pueblo. Pero es que la R no es de Real, es de Ricos.

¿Y a los reyes actuales, crees que los veremos allí?

Ni el rey actual ni ella (todavía peor) han venido nunca a ver a la compañía. Ni sus hermanas. Una vez vino la infanta Cristina con Urdangarin a Washington porque la Embajada los invitó, se organizaba una recepción oficial y tenían que acudir por fuerza. En cambio, la reina Beatriz, cuando yo trabajaba en Holanda, venía cada mes a vernos. Se conocía nuestras coreografías de memoria.

Entonces no ves a la reina Letizia acudiendo a un espectáculo de danza.

No la veo para nada. No le gusta. Una vez fue a ver un espectáculo de Tamara Rojo porque su hermana Érika se encargaba de la escenografía. Le importa tres pepinos. Poco te puedes fiar de una persona que ha cambiado tanto de chaqueta, ¿no?

Hombre, por amor se hacen muchas cosas…

Por Dios. Por amor a un fontanero a lo mejor sí que me lo creo... Pero a un príncipe, no. Eso solo pasa en los cuentos de hadas.

Siempre te ha molestado que en otros países te llamen "maestro" y en España se refieran a ti como "el valenciano".

No suele gustarme que me llamen "maestro" y aquí en Berlín les tengo dicho que no lo hagan. Yo prefiero que me llamen Nacho y que respeten mi trabajo.

Pues a los toreros no cuesta nada en España llamarlos "maestros".

Porque a ellos sí que los respetan y consideran arte lo que hacen. También llaman así a los pianistas que dan la clase de danza y no al coreógrafo. Hasta ahí llega la incultura con respecto a la disciplina a la que me dedico.

¿El público también es diferente en España, comparado con el resto del mundo?

Como decía antes, el público español siempre me ha respondido y ha acudido a ver mis espectáculos. Es cierto que por entonces yo también me prestaba a ser el hombre-anuncio de la compañía. Aprovechaba mi tirón mediático para promocionarla. Si me desnudaba en una revista, o incluso al salir del armario, servía como cebo para el público. No es que confesara mi homosexualidad por promoción, pero estaba harto de que me preguntaran cómo era mi mujer preferida o si no formaba una familia porque la danza me absorbía mucho... y chorradas de ese estilo. Luego ya salió todo el mundo. Hasta un cura creo recordar. O un militar.

Se puede decir entonces que eran apariciones premeditadas.

Justo antes de un estreno aparecía conscientemente en una situación mediática. También se me criticaba por eso. ¿Cómo un director de la Compañía Nacional de Danza tenía tiempo de aparecer en esas situaciones en la prensa? Se necesitaba solo un día para hacer una sesión de fotos para El País o para el anuncio que hice con Claudia Schiffer.

También he rodado algunas películas, pero esa exposición la he usado claramente en favor de la compañía, donde por cierto no había ningún presupuesto para publicidad. No es que el Ministerio estuviera dedicando precisamente 20 millones de euros para promocionar nuestro trabajo… No daba un duro, así que la publicidad tenía que ser yo.

Entonces los problemas que puedan existir entre la cultura y el público no son culpa de ninguna de las dos partes.

Es una pena. No es casualidad que sea en nuestro país donde hayan surgido genios como Picasso o Dalí. No solo en el campo del arte. También en el campo de la investigación hay mucho talento. Simplemente por la mierda de gobernantes que tenemos (que son un desastre) y por la mierda de televisión que tenemos (que es terrorífica y habría que bombardearla por ser soez y de mal gusto) parece que el pueblo no está educado. Y se están perdiendo tantas y tantas cosas...

Por tus palabras anteriores se puede deducir que estás en contra del bipartidismo. A Pedro Sánchez, posible candidato a la Moncloa por el PSOE, le gusta aparecer en todo tipo de programas de televisión sin hacer distinciones. ¿Tú le votarías?

Ya he visto que aparece en Sálvame y demás programas. ¿Pero qué hace ahora este? Yo no votaría ni al PSOE ni al PP. El partido que más me gusta es Podemos.

Pero Pablo Iglesias también es un personaje muy mediático.

No se puede comparar, aunque esté todo el día saliendo en La Sexta o en tertulias televisivas, de esas donde todo el mundo opina sobre todo.

Puede que España sea un país obsesionado por el fútbol, pero aquí en Alemania te han fichado a ti y también a Josep Guardiola y a Xavi Alonso…

Lo bueno es que es un país en donde hay cabida para el fútbol pero también se preocupan por fomentar la ópera y la cultura. Siempre he pensado que un buen termómetro es hablar con los taxistas. Ahí ya te puedes dar cuenta de a qué tipo de país te estás enfrentando.

En marzo, cuando te presentaste en Berlín ante la prensa para anunciar tu nuevo cargo, dijiste que esta ciudad era el mejor lugar posible para tu carrera. Pero llevaban años intentando ficharte y en dos ocasiones anteriores dijiste que no.

Considero que es el lugar idóneo en estos momentos de mi carrera. La primera vez que me llamaron coincidió con la oferta de Alfredo Marsillach de encargarme de la CND en España. Estaba en Holanda. Llevaba muchos años fuera y me apetecía volver a mi país, así que rechacé esa oferta. Luego me llamaron en el año 2000. A pesar de los conflictos con los políticos, todo iba bien con la compañía en España y no quise dejarlo. Esta vez, después de pasarme tres años en Rusia, trabajando con piezas clásicas, en el Bolshói… me sentía preparado para venir aquí y dirigir una compañía de esta magnitud.

Otro aspecto que cuidabas con mimo en España era la Compañía Nacional de Danza 2, centrada en jóvenes talentos. Es algo que mantienes vivo en tu proyecto alemán.

Sí. La Compañía 2 también se la han cargado en España, por cierto. Aquí sí que voy a colaborar con el conservatorio y creo que estaría bien crear una pequeña compañía de un año en adelante, una vez me haya hecho con la principal. Es importante ir preparando una cantera de bailarines para un proyecto a largo plazo.

¿Y crees que, después de Ana Botella, Madrid podría tener un alcalde gay como lo es Klaus Wowereit en Berlín?

Yo creo que, si se presenta uno, gana seguro. España es esa locura. Fíjate que hace unos años la mujer más guapa del país era un transexual y la imagen del hombre español era Raphael… Nada tiene ni pies ni cabeza. A jefe de Gobierno no creo que llegara un gay. No lo veo, con su marido yendo al Teatro Real a un acto [ríe]. Bueno, pero a mí eso me da igual. Lo importante es que la persona en el poder no martirice al pueblo, como han hecho Alberto Ruiz Gallardón y Ana Botella.

La última vez que fui a Madrid me di cuenta de que está peor que horrible. El centro está sucio. No hay bancos para que la gente se siente, solo granito, que lo único que hace es coger mierda. Por no hablar de esas bicicletas espantosas que han puesto. ¿Quién va a ir con bicicleta por el centro? Yo me compré una bici normal y tuve que dejarla porque se me salía el hígado por la boca. Y si estas del Ayuntamiento son eléctricas, entonces no están para hacer ejercicio. Solo el hecho de que Ana Botella llegara de un modo u otro a la Alcaldía es sencillamente alucinante.

Rusia también es un país polémico.

Sí, claro. Esos tres años han sido difíciles. Incluso desde el teatro me pidieron que, si era posible, no dijera muy a menudo en público que era gay. Dije que si no me preguntaban no lo diría, sabiendo que no me lo iban a preguntar por miedo. Por eso comentaba que he tenido más momentos de soledad y que he tenido tiempo para pensar. Pero me volcaba en el trabajo y me vino bien después de cómo salí de España, porque ha sido como retirarse a un monasterio.

San Petersburgo es muy gris, con mucho frío. Los edificios y avenidas son muy grandes y te hacen sentir muy pequeño. Y entonces te quedas en casa. He aprendido mucho y me han enseñado mucho. El público y los bailarines se han volcado conmigo. La tradición pesa mucho allí, pero poco a poco se abren a nuevas cosas. Y sentía que mi trabajo despertaba interés. En ese tiempo las cámaras han registrado mi trabajo en documentales y reportajes mucho más que en los 20 años que he pasado en la CND.

Con el paso del tiempo y después de haber tomado perspectiva desde fuera, ¿sigues sintiendo y pensando lo mismo sobre tu marcha de España que en el momento en que ocurrió todo?

Sí. Lo veo igual. Simplemente que ya no pienso en ello, se me ha olvidado. Mi cabeza ahora mismo está en Berlín. El pasado es importante y siempre vuelve... tan a menudo que incluso te visita todos los días. Pero quedan las cosas buenas. Las malas no se olvidan del todo… y por eso no quiero trabajar de nuevo en España. ¿Para qué? No le veo sentido.

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