Pese a tener un sabor, color y temperatura óptimos y cumplir estrictamente con los requisitos sanitarios, el agua del grifo alicantina «tiene un peculiar sabor, muy característico, que la hace particular y la diferencia de otras ciudades y provincias. Excede un poco de salinidad en cuanto al sabor, pero es totalmente apta para ingerir», añade Vargas.
La climatología de la zona y el tratamiento que se le da también influye en la calidad, según este experto: «En Madrid, es excelente, en el norte, muy ácida y tiene un sabor metálico, y aquí es dura y sabe bastante a cloro».
El representante del Ministerio destaca que el porcentaje de agua que desecha para el consumo humano (en torno a un 4%) es superior en Alicante al de muchas provincias españolas.
Por su parte, Pedro Hernández, secretario general de la Unión de Consumidores de Alicante, opina que el agua alicantina «no es la que viene de Sierra Nevada, pero no nos podemos quejar de su calidad, porque está bien tratada. Otra cosa es su sabor. Prefiero la embotellada». Y agrega que «las principales quejas sobre el agua van más bien referidas a temas de facturas».
El control de calidad se ve reforzado ahora con la apertura en el polígono de Las Atalayas de un laboratorio de Applus+, compañía que inspecciona y analiza aguas, suelos, residuos y aire.
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