"No te dejes avasallar por los sinvergüenzas". Marianne Faithfull escribe de puño y letra la frase y la identifica como su lema personal. Aparece en la penúltima página del libro, enfrentada a un retrato más o menos reciente en blanco y negro en el que la cantante y compositora, que en diciembre de 2014 cumple 68 años, cruza las manos y agacha la mirada hacia el suelo. Parece buscar un momento para el rezo.

Que la diva considere necesaria una oración no sería chocante: es una superviviente que está en el mundo tras haber jugado muy malas manos de cartas: heroinómana —en realidad politoxicómana—, alcohólica, de vida peligrosa y gravemente enferma en al menos dos ocasiones: hepatitis C desde 1995 y cáncer de pecho en 2006.

Aunque ya lo había contado casi todo en dos libros de memorias bastante aburridos aunque sinceros y editados con la intención legítima de sacar algo de dinero de los derechos de autor, Faithfull regresa a los escaparates con una especie de álbum de recortes visual. Marianne Faithfull: A Life on Record es, como el título sugiere, una recolección de los archivos personales de la artista.

El libro, coordinado por Faithfull, está editado por Rizzoli [300 páginas, 280 ilustraciones en color y un PVP de 65 dólares en el mercado de los EE UU] y aparece para coincidir con el 50º aniversario del primer disco de la cantante, As Tears Go By, una canción que le cedieron Mick Jagger y Keith Richards en 1964 antes de grabarla ellos mismos, unos meses después, con los Rolling Stones. En los años siguientes, la explosiva segunda mitad de los sesenta y la primera de los setenta, la cantante se liaría con ambos stones.

La obra es una pieza de tremendo interés para los mitómanos y de escasa importancia para los historiadores. Los arcones de Faithfull guardan, sin duda, muchos recuerdos singulares —desde fotos casuales hasta cartas de amor o facturas de restaurantes— y estamos hablando de una de las primeras chicas pop, aquellas mujeres deslumbrantes y sin miedo a quienes la editora de Vogue, Diana Vreeland, consideraba responsables del youthquake (mezcla de las palabras inglesas para juventud y terremoto), la primera revuelta de sexo, drogas y rock a cara descubierta.

Marianne Faithfull: A Life on Record, que sus editores publicitan como "el libro definitivo" sobre "una de las cantantes más amadas del siglo XX", repasa con cierta cohesión la vida de la protagonista: desde sus años de dulce niñez —era hija de familia acaudalada y su madre, la vienesa Eva von Sacher-Masoch descendía en línea directa del noble y escritor Leopold von Sacher-Masoch, inspirador del término masoquimo por la novela La venus de las pieles— hasta colaboraciones recientes con músicos de los que podría ser madre (Beck, Nick Cave, Jeff Buckley...). El libro, y no es casualidad, coincide con la edición del nuevo disco de Faithfull, Give My Love to London.

Sin rehuir la agitada vida sentimental de la protagonista (sobre todo en la etapa dorada de su noviazgo con Jagger, cuando fue la inspiradora de algunas de las grandes canciones de los Rolling Stones), la obra pasa de puntillas por su intento de suicidio en 1970, las temporadas de anorexia y adicción severa a la heroína y la cocaína y sus años perdidos en los que apenas tenía dinero para mantenerse, fue detenida varias veces por la Policía, sufrió accidentes domésticos graves y estuvo a punto de morir varias veces.

Además de los centenares de fotos —entre ellas algunos retratos de primeras figuras como David Bailey y Anton Corbijn— y los múltiples recuerdos que reproduce el libro, en la obra hay textos de Salman Rushdie, Terry Southern y Will Self. El primero dice que la vida de Faithfull pasó de la "inocencia" de sus primeros años como cantante, a las "calles de los homeless y los narcóticos", como si la "chica de oro" hubiera caído para siempre. "No se trata precisamente de un cuento de hadas", dice el premio Nobel, sino de una historia que "le hubiera gustado escribir a William Blake".