Los grotescos seres de azúcar, chucherías y comida basura del artista inglés James Ostrer

  • El feroz y obsesivo creador británico muestra un bestiario de humanoides recubiertos de productos comestibles con elevadísimos porcentajes de glucosa.
  • En sus fotografías y esculturas Ostrer intenta demostrar que el 'culto al azúcar' es una muestra más del desasosiego espiritual de Occidente.
  • Basa su nueva exposición en una frase de la 'celebrity' Kim Kardashian: 'Me gusta comer Kit-Kat, galletas y helado. Necesito azúcar cinco veces al día".
Tres de las figuras tribales de golosinas y 'comida basura' de James Ostrer
Tres de las figuras tribales de golosinas y 'comida basura' de James Ostrer
© James Ostrer - Cortesy Gazelli Art House
Tres de las figuras tribales de golosinas y 'comida basura' de James Ostrer

Una colección de mutantes y otros seres de pesadilla con azúcar en vez de carne y alma. Esa raza es la que presenta al espectador el artista británico James Ostrer (1979) en su nueva exposición, Wotsit All About (De qué va la cosa, pero escrito con errores de sintaxis), una crítica en tono delirante contra el consumo de preparados industriales —helados, chucherías, chocolatinas, snacks y otras formas de comida basura—.

El "culto al azúcar", opina Ostrer, es un síntoma del malestar de la civilización occidental y una expresión del desasosiego que padecemos. No es casualidad que la muestra, que se celebra en la Gazelli Art House de Londres hasta el 11 de septiembre, esté presidida por una frase que, según el artista, resume la deificación de la glucosa y los valores en los que se basa, de la celebrity televisiva estadounidense Kim Kardashian: 'Me gusta comer Kit-Kat, galletas y helado. Necesito azúcar cinco veces al día".

'Mundo postapocalíptico'

La muestra de fotografías y esculturas de Ostrer es un alegato contra la "globalización corrupta" de los malos hábitos y los "métodos cada vez más peligrosos de la producción de alimentos". Presenta a los posibles habitantes de un "mundo postapocalíptico", donde la salud y la vida han sido "destruidas por la producción en masa" de comida basura: se trata de seres híbridos que han sintetizado biológicamente los alimentos y, por ello, han sufrido mutaciones genéticas.

Las fotografías, retratos de planos medios cortos sobre fondos monocromáticos de los mismos tonos utilizados por los fabricantes de chucherías —vibrantes rosas, verdes puñeta, amarillos pollo...—, presentan a modelos cuyos rostros han desaparecido bajo un embadurne de muchas capas de material industrial: helado, crema, nata, mermelada y otros productos. Los detalles son aberrantes: pelos de gusanitos, narices de barquillo, ojos de gominolas, sombreros de donuts, lágrimas de siropes o ketchup, bocas de chocolatinas y tiaras de conos...

'El adorno se transforma en máscara'

Estos "retablos febriles" de "sensibilidad hiperpop" —en los que es posible distinguir la marca de los productos, ya que todos son reales y están a la venta— "conjuran alegorías metafóricas" para demostrar, dice Ostrer, que aquello que comemos, lejos de ser un simple "adorno" termina "transformándose en nuestra máscara". El artista británico asegura que sus retratos son realistas: "Así seríamos si estuviesen a la vista los volúmenes de azúcar que fluyen por nuestros cuerpos".

Al igual que las obras del siempre escandaloso Paul McCarthy —en su último montaje colocó a la Blancanieves de Disney en un escenario de sexo y bacanales— o del también estadounidense y enloquecido George Condo, Ostrer utiliza los rituales de la vida moderna como paradigmas del elevado grado de absurdo al que hemos llevado la existencia tribal del mundo del mercado universalizado.

Las obras son, dicen desde la galería londinense, "un catálogo de conductas autodestructivas", quizá concebidas con cierto ánimo de crear escándalo pero "agridulces" porque muestran el nivel de "decadencia de nuestra sociedad contemporánea", capaz de alabar como si se tratara de un "culto" casi religioso el consumo extremo de glucosa sabiendo que es dañino. Wotsit All About se completa con varias esculturas que representarían a las deidades de ese paganismo destructor.

Las prostitutas fueron las fotógrafas

El trabajo de Ostrer suele  moverse en terrenos peliagudos que ponen a prueba los límites de las políticas del cuerpo, la sexualidad y los ceremoniales de la sociedad. En 2009 expuso Customer Container (Contenedor de clientela), una instalación en la que utilizaba fotografías que le hicieron seis prostitutas diferentes ante las que posó al antojo de las chicas.

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