'The Wall Street Journal' pone a caer de un burro a Zapatero y justifica la 'teoría de la conspiración' sobre el 11-M

  • Para Matthew Kaminski, columnista del periódico conservador neoyorquino, Zapatero y sus decisiones son los responsables de la crispación en España.
  • "¿Por qué arriesga todo, cuándo las cosas iban tan bien?", declara Aznar en el artículo.
  • Según Kaminski, "es difícil aceptar que un grupo de marroquíes financiados con el hachís y con unas bombas caseras hayan provocado una tensión tan extrema".  
Zapatero. (Efe)
Zapatero. (Efe)
Efe
Zapatero. (Efe)

Matthew Kaminski, jefe editorial de la edición europea del diario conservador neoyorquino The Wall Street Journal, escribió el pasado fin de semana un artículo de opinión titulado El legado del terror en España, en el que se culpa al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, de la actual situación de tensión que vive España.

Zapatero, calificado por Kaminski como un "político con un historial académico mediocre", ha provocado con decisiones tales como la salida de las tropas de Irak o la prisión atenuada de De Juana que España esté "más dividida que nunca".

"Presidente accidental", "animador de Cataluña y del País Vasco contra el orden constitucional" o "responsable de la apertura de viejas heridas" son algunas de las lindezas dedicadas por Kamisnski, quien en un momento determinado justifica las teorías conspiratorias en torno al 11-M: "Es dífícil aceptar que la tensión extrema que vive una nación tan antigua como España sea el resultado directo de sólo unas pocas docenas de hombres, la mayoría de origen marroquí, que consiguieron dinero a base de vender hachís e hicieron explotar un puñado de explosivos de fabricación doméstica".

A continuación reproducimos el artículo íntegro:

"Envuelto en una lona blanca, el monumento conmemorativo por las víctimas del 11-M será descubierto aquí mañana -por el domingo- en el tercer aniversario. Si bien el diseño exacto es un secreto, se dice que la alta estructura de cristal refleja la luz en diferentes ángulos en un tributo cargado de buen gusto a los 191 fallecidos aquel día.

Está fuera de lugar en España. Sin embargo, las secuelas del 11-M se pueden calificar de muchas maneras, pero desde luego no de buen gusto. Si América se unió tras el 11-S, España quedó dividida por las abruptas grietas del sectarismo a las pocas horas del atentado.

Unas elecciones que oscilaron desde un resultado que favorecía claramente al centro derecha representado por el Partido Popular, que apoyó la guerra de Irak y a quienes se culpa por tentar a los terroristas, hasta la victoria de los socialistas antiamericanos.

Los artífices islamistas no podían esperar un mejor resultado al atentar justo tres días antes de las elecciones. Pero aquellos dramáticos acontecimientos vinieron seguidos de otros que cambiaron el curso de la historia de España de una forma que nadie imaginó entonces.

El legado emocional del 11-M se puede apreciar mejor un día antes de la sobria ceremonia del domingo. Un millón -o más- de personas enfurecidas se manifestaron en Madrid contra la política que el gobierno está llevando a cabo con el terrorismo local. Hace 15 días, el presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero dejó que un terrorista vasco de ETA cumpliera su condena reducida en su casa.

José Ignacio de Juana Chaos, culpable del asesinato de 25 personas inocentes, se había declarado en huelga de hambre.

Su puesta en libertad, fundamentada en "motivos humanitarios" fue, para los opositores de Zapatero, su última atrocidad.

El último año, el Gobierno abrió "conversaciones de paz" con ETA, y el presidente mantiene sus esperanzas de alcanzar un acuerdo con la banda terrorista incluso después de que ésta pusiese fin a su "alto el fuego" volando un garaje del párking del aeropuerto de Madrid en diciembre, matando a dos personas.

El ex presidente del Gobierno José María Aznar, quien no se presentó a su reelección tras cumplir dos mandatos, dijo que el Gobierno de Zapatero cumplió los deseos de los terroristas del 11-M al retirar las tropas españolas de Irak al tomar posesión, y ahora ha querido volver a apaciguar a los terroristas complaciendo a ETA.

Igual que la retirada de Irak fue "un acto de cobardía", Aznar dijo que el caso de De Juana "refleja el comportamiento cobarde y su falta de dignidad".

Una acusación muy dura que va más allá de la pugna democrática normal en democracia.

La réplica de los socialistas apuntan a que las palabras de Aznar son hipócritas, ya que en su día también liberaron a presos de ETA. (El señor Zapatero no ha querido contestar a los requerimientos de The Wall Street Journal).

Pero aún hay más. El Gobierno de Zapatero ha animado a Cataluña, al País Vasco y a otras regiones de un estado ya bastante descentralizado para que busquen nuevos pactos autonómicos que ponen en cuestión el actual orden constitucional y que pueden constituir un peldaño hacia la posible ruptura de España.

Para completar el cuadro de un Estado dividido,  Zapatero ha abierto las viejas heridas de la Guerra Civil española (1936-1939) y las subsiguientes cuatro décadas de la dictadura del general Franco, que la mayor parte de la población daba por cerrada desde hace tiempo.

Rompiendo con las reglas socialistas del pasado, ha abierto el juego político con la historia. El óxido de la era de las estatuas de Franco ha sido arrancado. La Iglesia y la burguesía —considerados los enemigos de la Segunda República de 1931-1936— son objetivos de los ataques. Alguien que se ajuste a ese perfil es, a menudo por añadidura, un fascista.

Desde que Zapatero llegó al cargo, -en realidad, desde que las bombas le colocaron-, "hemos visto volver a emerger dos Españas", afirma Hermann Terstch, corresponsal de El País, un diario de tendencia socialista.

"Esto está muy, muy tenso (...), cercano a una confrontación real. ¿Violenta? Algo puede ocurrir", agrega Tertsch.

"El bipartidismo posterior al franquismo está destruído", afirma Aznar. "¿Qué necesidad hay de hacer esto?¿por qué, por qué pone todo en peligro, cuando las cosas iban tan bien?", se pregunta Aznar.

En una de las economías más dinámicas y una de las democracias más exitosas de Europa, tanto decir puede suponer una bofetada exagerada.

Pero no sólo se escuchan voces anti Zapatero, las cuales últimamente reflejan el serio perjuicio que el terrorismo ha provocado en España y en sus instituciones. "Los ataques demuestran que la idea de que la transición española ha terminado es errónea", asegura Eduardo Nolla, teórico político.

Es dífícil aceptar que la tensión extrema que vive una nación tan antigua como España sea el resultado directo de sólo unas pocas docenas de hombres, la mayoría de origen marroquí, que consiguieron dinero a base de vender hachís e hicieron explotar un puñado de explosivos de fabricación doméstica.

Por este motivo abundan las teorías conspiratorias:

  • Una parte de España cree que ETA está detrás de los ataques.
  • O bien los servicios secretos marroquíes. Al fin y al cabo Rabat consiguió que en Madrid se formara un Gobierno mucho más de su agrado.
  • O incluso que fue un golpe de la izquierda.

El caso es que un tercio de los españoles rechaza la versión oficial, que apunta a que fue un grupúsculo de Al Qaeda el que perpetró el 11-M en solitario.

  • Otras teorías más inocentes consideran que las chapuzas han obstruído las investigaciones policiales y han puesto a los españoles en el brete de deducir quiénes fueron los verdaderos culpables.  

Los políticos no están ayudando. Hace dos años, una investigación se convirtió en una farsa cuando los dos grandes partidos trataron de tergiversar las conclusiones en función de sus intereses.

La presencia dominante en esta España tan nerviosa es la de su líder, José Luis Rodríguez Zapatero. Con un historial académico y político del montón, una experiencia internacional parca y sin idiomas (ni siquiera los socialistas esperaban que ganase-, se le ha llegado a calificar de "presidente por accidente". Con las tensiones que surgiendo en la política española, el país difícilmente puede permitirse más accidentes".

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