"Me llamo Luis Alberto y soy uno de los supervivientes del sangriento atentado del 11-M"

Luis Alberto Ahijado fue el único superviviente de su vagón en el tren que explosionó en Téllez.
Luis Alberto Ahijado fue el único superviviente de su vagón en el tren que explosionó en Téllez.
JORGE PARÍS
Luis Alberto Ahijado fue el único superviviente de su vagón en el tren que explosionó en Téllez.

"Madrid, 13 de marzo del 2004: Día 11 de marzo, son las 7.00 de la mañana. Suena el despertador, me quedo medio dormido haciendo tiempo en la cama, se levanta mi madre, entra en la habitación y me dice 'vamos, nene, levanta que luego llegas tarde'. Yo me levanto con pereza. Voy a la cocina, desayuno, me aseo muy rápido porque llego tarde, cojo el billete mensual de tren, la comida que me tiene mi madre preparada en un "tupper-ware", lo meto en la mochila ,me quito el 'piercing' de la ceja para ir a trabajar y salgo de casa.

Salgo a la calle, a los alrededores no hay nadie, pero a medida que me acerco al apeadero de Entrevías me voy encontrando con todas las caras conocidas de cada mañana, que a paso ligero vamos a coger el tren. Aunque no hablamos, sí que nos conocemos todos.

Bajo las escaleras de la estación, empiezo a correr para que no se me escape el tren y cuando me aproximo... se cerraron las puertas y pensé: '¡OH NO! otro día que llego tarde al trabajo'.

Me puse en el andén, en el primer vagón, (pensando 'el siguiente no se me escapa'). El siguiente tren tardó escasos minutos en llegar, me meto como puedo entre empujones como es costumbre. Dudo entre meterme en la primera puerta o en la segunda y digo: '¡Buah! que más da. Por esta puerta, como sea, y me meto en la primera.

Una vez dentro del vagón íbamos todos muy juntos, como de costumbre. Unos iban dormidos, otros leyendo las noticias en los periódicos, sin pensar que al día siguiente la noticia en esos periódicos que dan en la entrada del tren íbamos a ser nosotros mismos.

Yo iba con la mano agarrada a la barra, y con mi mochila entre los pies (creo recordar), mirando a la gente que iba dentro y a todos los conocía porque éramos compañeros de viaje. Aunque nunca hablaba con ellos sentía cierta complicidad.

"Una fuerte luz me cegó"

Acercándonos a la estación de Atocha el tren iba despacio como normalmente va en este tramo, y de repente una fuerte luz me cegó y me vi en el suelo con parte del techo encima. No oía nada, estaba confuso, perdido, desorientado, pensé en esos momentos que estaba muerto.

Me levanté como pude y cuando el tren aún se movía lentamente por las vías, me tiré del tren, creo que por el agujero dejado por la bomba, y eché a correr por las vías desorientado. Mire hacia atrás y no vi a nadie. Ninguna persona salía del tren, estaba yo solo. Me di la vuelta para ver qué pasaba con toda esa gente que iba conmigo y al acercarme al vagón empezó a salir la gente. Se me acercaban y me decían: 'chico, no te muevas siéntate'. Y,  extrañado, decía: '¿Por qué?'

Tenía manchadas las manos de sangre, notaba que por la cara me caía sangre. La cazadora estaba rota, al igual que los pantalones y pensaba '¡Por Dios, ¿qué ha pasado?!' Fue cuando me di cuenta de lo que estaba pasando y de lo que me estaba pasando a mí. Yo seguía andando y toda la gente me decía lo mismo: 'No te muevas, siéntate'.

Yo, asustado, decía: '¿Por qué? ¿Qué tengo en la cabeza?'. Todos me decían: '¡Nada, nada!, pero siéntate'. Yo estaba asustado por las miradas y por la forma en que me lo decían. Me puse a andar por las vías nervioso y perdido. Una mujer que salió ilesa del tren me ofreció su móvil, ya que el mío había desaparecido. Logré contactar con mi familia y con mi novia. Al hablar con mi madre no recuerdo lo que le dije. Mi madre me cuenta que yo solo decía: 'Mamá, la bomba, la bomba, la bomba de Atocha. Mamá, no sé que hacer'.

Ella, asustada, se fue con mi padre a buscarme a Atocha. Seguidamente empezaron a llegar los bomberos. No paraban de sonar sirenas por todos los lados. Conseguí salir de las vías por un agujero que habían hecho en la valla que delimitaba las vías. Al ir andando por la calle, sangrando y con la ropa rota, una mujer policía municipal me dijo: 'monta en el coche'.

Dentro iba otro señor también herido, la policía se montó y nos llevó al 12 de Octubre.  Llegamos de los primeros al hospital y al bajarme del coche recuerdo como una chica que estaba en la puerta de urgencias con un periódico se tapó la cara al verme. Yo cada vez me asustaba más porque no veía qué era lo que tenía...

"Los primeros en llegar al hospital"

Entramos rápidamente, allí habría 5 o 6 heridos más y fue cuando empezó el caos. Médicos por todos los lados, heridos que no paraban de entrar. Yo seguía muy aturdido, porque no oía nada por el oído derecho y algo, pero muy poco, por el izquierdo. Me dolía la cabeza y una mano la tenía hinchada llena de metralla. Al respirar me dolía el pecho, me metieron dentro y empezaron a lavarme las heridas, a auscultarme, a tocarme por todos los lados, por si tenía algo roto. Continuaba sin enterarme de nada, entraba gente que traía a los heridos en los bancos de las estaciones. Aquello era espantoso: voces, gritos, nerviosismo.

Me mareaba, así que me tumbaron, pero solo quería apartarme de allí. Me fui andando por los pasillos, donde me paraban médicos y me examinaban los ojos, los oídos, las heridas de la cabeza, pero no paraba de llegar gente y heridos, se oían voces de médicos gritando: 'Parada, parada, parada' y médicos corriendo.

Seguía perdido y preocupado porque mis padres y mi novia seguían sin saber donde estaba, ni como estaba. Me estaba buscando una enfermera que me llevó a la salida y entregó los informes en la puerta. Allí dejé la cazadora ensangrentada y la mochila en el suelo.

Una mujer se me acercó, no la oía. Me hacía señas con el móvil. Le dije: 'acérquese que no la oigo'. Me pidió los teléfonos de mis padres o familiares, intentó llamar, pero no podía dentro, así que se salió fuera. Al ver que tardaba, y por el agobio de alrededor, decidí ir a buscarla.

Fuera se me acercaba la gente para hablarme, todos me ofrecían sus móviles para llamar. Se fueron pasando los números de teléfono de mi familia. Me preguntaban continuamente si necesitaba algo, incluso el marido de una de aquellas mujeres se ofreció a llevarme a donde fuese necesario.

Yo no quería moverme porque esperaba que vinieran mis padres a buscarme. Seguía perdido, moviéndome de un lado para otro. Intentaba hablar y a veces no podía, no me salían las palabras. Lloraba, temblaba, volvía a intentar hablar, y no podía.

Por fin localizaron a mis padres. Llegaron con mi novia. Mi madre lloraba, mi novia también. Me abrazaron todos muy nerviosos. Continuaba sin darme cuenta de todo lo ocurrido. A día de hoy creo que sigo sin ser consciente, veo las imágenes en la televisión y me son familiares, cercanas, pero sigo sin creerlo y sin saber por qué.

"Gracias a los que me ayudaron ese día"

Me hago muchísimas preguntas a mí mismo pero no encuentro respuesta de por qué me ocurrió o por qué no he corrido la suerte de los que tenía a mi lado o por qué, por qué, por qué.

Ahora me encuentro en mi casa (dando gracias), con media cara quemada. Sigo sin oír por un oído, del que me sale sangre. En el otro tengo perforado el tímpano aunque oigo algo. Los ojos los tengo muy irritados y veo algo borroso por los cristales o pequeños trocitos de metal incrustados en la córnea. Todavía tengo algo de metralla en el brazo y en la cabeza. Y dolores de cabeza por el golpe del techo.

Aunque apenas oigo, dentro de mi cabeza tengo el sonido de sirenas sin cesar. Tengo que dar las gracias a todos los servicios de urgencias, bomberos, ambulancias, Samur, Policía Nacional, Policía Municipal, guardias de seguridad de Renfe, a toda esa gente que por el camino me ayudó. Me ofrecían sus teléfonos móviles, me daban ánimos, a pesar de la cara de susto y de miedo que tenían ellos.

Doy gracias a esa primera mujer que en las vías del tren me ofreció su móvil para que llamara a mi familia. Gracias a esa Policía que me llevo en el coche al hospital, gracias a todos los médicos, a los voluntarios del 12 de Octubre, a la enfermera que nada más llegar me ofreció su móvil para que llamara a mi familia. A los periodistas que estaban en la puerta del hospital que se portaron muy bien y estaban muy afectados. Pero, sobre todo, a esas mujeres que estuvieron conmigo en la puerta del 12 de Octubre, ayudándome, llamando sin descanso a mi familia. Me trataron como a un hijo.

Les estoy agradecidísimo porque en esos momentos fueron mi familia y creo que lo serán siempre. Por ello he de decir que se llamaban Paloma, Julia y Conchi. Gracias de todo corazón. En definitiva, gracias a toda esa gente que estuvo a mi lado en esa mañana interminable y ahora no recuerdo...

Sin fuerzas doy mi pésame a todas las familias de los fallecidos y siento en el alma que no pudieran correr la suerte que corrí yo. He escrito esto porque lo necesitaba. No sé si es un desahogo o qué, pero necesitaba contarlo y que se supiera. Mis heridas físicas han empezado a cicatrizar, las psicológicas no se cuándo cicatrizarán...

Me llamo Luis Alberto Ahijado Roque y soy uno de los supervivientes del sangriento atentado del 11 de marzo de Madrid."

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