El 'test de la verdad' que la Policía quiere hacer a Carcaño es una prueba para detectar autismo

José Ramón Valdizán.
José Ramón Valdizán.
José Ramón Valdizán.

El doctor José Ramón Valdizán llevaba veinte años utilizando la prueba P-300 para diagnosticar el autismo y los trastornos de déficit de atención e hiperactividad en los niños. Hace dos años, jubilado ya de su puesto de jefe de servicio del Hospital Miguel Servet, se topó con la noticia de que un colega americano, Lawrence Farwell, había empezado a utilizar la herramienta —rebautizada como 'el test de la verdad'— en investigaciones sobre terrorismo en colaboración con la CIA y el FBI.

Valdizán decidió entonces ofrecer sus conocimientos a la Policía zaragozana sobre la técnica —"que básicamente permite sacar de la memoria algo que tienes grabado gracias a un estímulo visual o auditivo"— para colaborar en la búsqueda del cadáver Pilar Cebrián, desaparecida en abril de 2012, por cuya muerte continúa en prisión su marido, Antonio Losilla.

Este neurofisiólogo espera ahora una llamada de la Policía de Sevilla, que al parecer quiere aplicar la misma técnica a Miguel Carcaño, principal responsable de la muerte y desaparición de Marta del Castillo. Valdizán estaría dispuesto a llevar a cabo la segunda prueba pericial con el P-300.

España no es un país aficionado a utilizar pruebas de la verdad en la investigación de delitos. Criminólogos consultados aseguran que los abogados defensores suelen recurrir su uso por la baja eficacia que presentan, aunque estos expertos reconocen que la validez de la prueba P-300 puede ser superior a la de la máquina de la verdad.

Dos salas de hospital, tres pantallas

La onda P-300 mide la respuesta neurológica de un individuo ante el visionado de imágenes relacionadas con el crimen que se investiga, explica el propio doctor Valdizán. Detecta si las situaciones le son familiares.

Con Losilla la prueba se realizó en dos salas del hospital Miguel Servet de Zaragoza el pasado 18 de diciembre, tras ocho meses de prácticas con agentes de la Policía de cobayas.

El día marcado, previo consentimiento del reo y autorización judicial, en una habitación se ubicó a Losilla con una enfermera, y en otra sala estaban —presenciando la escena a través de tres cámaras— los abogados de las partes, el juez, y el doctor Valdizán.

La enfermera colocó sobre la cabeza de Losilla un gorro con electrodos y entonces comenzó la prueba. A diferencia de la técnica de Farwell, la de Valdizán es pasiva porque el afectado no tiene ni que mover el ratón, solo debe prestar atención a las 30 imágenes y 23 frases que pasan por una pantalla de ordenador.

De lo que ocurrió entonces solo está autorizado a explicar que alguna de las imágenes contenían "un árbol cerca de una carretera" y que las frases que vió ese día Losilla eran parecidas a "El cuerpo está debajo del árbol".

Lo que midió el doctor fue la polaridad de la onda en las reacciones al estímulo que aparece en pantalla cada 300 milisegundos. Si la imagen resulta familiar, se dibujará la onda. Cuanto más alta sea, el reconocimiento de la imagen es mayor. El doctor admite, sin embargo, que la eficacia de la prueba está directamente relacionada con la correcta elección de las imágenes y frases, que a su vez dependen de la investigación del caso.

La prueba que puede desterrar al polígrafo

El informe final sobre las curvas de reacción que midió el gorro en los 116 minutos que duró la prueba —sobre cuyo contenido pesa un específico secreto de sumario— se adjuntó a la documentación de los investigadores que, a día de hoy, continúan buscando el cuerpo de Pilar Cebrián en Aragón.

El doctor se muestra "esperanzado de que dé resultados" y pide tiempo. Tambien asegura que si finalmente encuentran el cuerpo, supuestamente descuartizado, habrá sido "gracias a la exhaustiva labor policial".

El colega estadounidense del doctor Valdizán, Lawrence Farwell, se hizo popular en EE UU cuando consiguió probar con la onda P-300 que un reo, Terry Harrington, había sido inculpado de un asesinato que no cometió. Cuando le enseñaron imágenes del crimen, su cerebro no reaccionaba. Cuando se presentaron ante él fotos de su coartada sí las reconoció.

El juez de Sevilla tiene ahora que tomar la decisión de si autoriza la petición de la Policía Nacional para que Carcaño se someta al test neurológico de la verdad. Lo ha pedido hasta el director de la Policía, Ignacio Cosidó. De ser así, el doctor Valdizán está dispuesto a repetir el experimento. De momento la única llamada que ha recibido el doctor es la de la Sociedad Española de Neurofisiología. Sus colegas le esperan con los brazos abiertos en el próximo congreso de Valencia de marzo para que les explique el potencial de esta prueba médica a nivel pericial, la misma que está robando todo el protagonismo al polígrafo.

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