Los vecinos del barrio de Cruces, en Barakaldo, se encuentran todos los días con una enternecedora visión. Decenas de niños cogidos a una cuerda salen de su centro escolar para ir a comer. Sin embargo, los días de lluvia la imagen toma un color diferente.
Los niños, de 1 a 3 años, deben atravesar una manzana y dos carreteras bajo la lluvia, el viento, o cualquiera de las inclemencias del tiempo, «con sólo un pequeño chubasquero como protección, expuestos a coger un resfriado», señala Jorge Urien, vecino de Cruces.
Son parte de los 145 alumnos del colegio de educación infantil Gurutzeta, que tienen el comedor en el edificio de primaria del mismo colegio, a 200 metros de sus aulas. En el centro llevan años planeando instalar un comedor en el edificio de infantil, pero no hay aún ningún proyecto. «Llevan años diciéndolo, pero siguen igual», comenta un padre.
Otros prefieren pagar
Algunos de los padres de Cruces han optado por llevar a sus hijos en un centro concertado cercano, que les cuesta unos 300 euros la matrícula, pero que tiene el comedor en el mismo colegio y no les obliga a salir para ir a comer. «Mi hija tiene un año y medio y, aunque me salga caro, prefiero no exponerla a que coja alguna enfermedad», dice uno de los padres que se ha decantado por esta opción.
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