Los cuadros de Marc Chagall (1887-1985) enamoran al espectador a primera vista a través del color: el artista siempre supo integrar los tonos en las figuras como entes vivos. "(Los colores) esculpen y animan el volumen de las formas (...) No intentan imitar a la naturaleza, sino sugerir movimientos, planos y ritmos", dijo en una ocasión el historiador del arte Raymond Cogniat.

En los motivos fue un modernista rompedor al que no le importó jugar con la realidad para dejar que aflorara su mundo interior. Las escenas de personajes flotantes, perspectivas caóticas, proporciones caprichosas y superposiciones convivían con una técnica exquisita que legitimaba cualquier excentricidad.

La Kunsthaus de Zurich (Suiza) inaugura el 8 de febrero su primera gran exposición del año. Chagall. Modern Master (Chagall. Maestro moderno), organizada en colaboración con la galería Tate de Liverpool, examina la figura del pintor no solo como un artista de gran sensibilidad figurativa, sino también como el vanguardista que mezcló el modernismo abstracto con elementos narrativos, sentimiento, nostalgia, fantasía y un sentido poético del folclore.

La muestra (en cartel hasta el 12 de mayo) está centrada en la producción del autor francés —nacido en Bielorrusia— de 1908 a 1922, un periodo en el que se estableció como maestro vanguardista. Comenzó a cultivar su narrativa pictórica y la valentía en los colores con una característica y heterodoxa forma de componer escenas. En esos años experimentó dos realidades muy diferentes viviendo sus años formativos en San Petersburgo (entonces capital de Rusia) y evolucionando con los estímulos del ambiente bohemio de París. Chagall supo mezclar esa diversidad de estímulos con la tradición judía de sus ancestros.

El recorrido, compuesto por cerca de 90 pinturas y trabajos en papel, transpasa la idea superficial que se tiene del pintor, conocido por ilustrar las tradiciones rusas y judías, y exhibe ejemplos innovadores y experimentales que (aunque diferentes de sus cuadros más celebrados) conservan el espíritu sentimental y tierno que siempre dominó su ensoñadora obra.