Misterios a la madrileña

  • Un libro reúne enigmas y anécdotas de 178 localidades de la región, desde el origen del nombre de Pozuelo de Alarcón hasta los ovnis de la sierra.
  • Pozuelo de Alarcón antes se llamaba Pozuelo de Aravaca.
  • Una de las anécdotas favoritas del autor del libro es la de la encina de los enamorados de Ambite, donde una doncella acudía a llorar por su caballero.
San Lorenzo de El Escorial cubierto por una capa de nieve.
San Lorenzo de El Escorial cubierto por una capa de nieve.
Archivo / EFE
San Lorenzo de El Escorial cubierto por una capa de nieve.

Troyanos en Alcalá, el cura de Fuenlabrada que acabó Papa, las hadas y elfos que habitan en el hayedo de Montejo de la Sierra... Cuando se mencionan sitios curiosos de la comunidad, todo el mundo piensa en El Escorial, Aranjuez o Navacerrada, pero un libro de reciente edición, Misterios, anécdotas y leyendas de la Comunidad de Madrid (Ediciones La Librería. A la venta por 17,95 euros), obra de José Felipe Alonso, demuestra que todas y cada una de las localidades de Madrid cuentan con, al menos, una leyenda digna de mención. En su libro recopila los misterios de 178 municipios madrileños.

Pueblos de leyenda

  • Parla. Cuenta la leyenda que el origen del nombre de la ciudad surgió en el siglo XIV, cuando una mujer muda habló por un milagro y la gente exclamó: "¡Parla, parla!" ("habla", en castellano antiguo).
  • Móstoles. Aparte de su alzamiento contra los franceses en 1808, otra historia famosa del municipio dice que en 1514 unos niños encontraron la imagen de la Virgen en una cueva. Allí se levantó más tarde la ermita de Nuestra Señora de los Santos.
  • Alcalá de Henares. Según la tradición, un grupo de troyanos que huían de su ciudad tras la victoria griega fundaron en Iberia, justo al lado de Alcalá, la ciudad de Iplacea. En la zona se han encontrado monedas griegas...
  • Alcobendas y San Sebastián de los Reyes. Ambas localidades se encuentran separadas por tan solo una avenida porque Sanse fue fundada por vecinos de Alcobendas que huyeron de sus tierras hace 500 años para separarse del señor de la comarca.
  • Pozuelo de Alarcón. Antes se llamaba Pozuelo de Aravaca. La historia dice que debe su actual apellido a Rodrigo de Alarcón, que durante una cacería por estas tierras se separó de su comitiva para buscar un lugar donde saciar su sed. En un rústico y pobre caserío cercano había un pozo, y allí una niña se le acercó con un cuenco sin que él preguntara nada. Al querer pagarla con unas monedas, la niña las rechazó diciendo que de ese pozo, que era propiedad de su abuelo, podía beber cualquiera. En recompensa, Alarcón le compró al abuelo de la niña sus tierras.
  • Montejo de la Sierra. Su hayedo es, dicen, un bosque mágico en el que habitan duendes, hadas, elfos y gnomos.
  • San Lorenzo de El Escorial. Cuentan que Felipe II decidió construir el monasterio debido a que se decía que en esta ubicación se encontraba una de las dos bocas del infierno existentes en el mundo.
  • Fuentidueña de Tajo. Su nombre podría explicarse por una ninfa que se bañaba en un remanso de agua entre los ríos Jarama, Henares y Tajo.
  • Fuenlabrada. Dicen que el Papa Adriano VI, de origen holandés, fue párroco del lugar antes de su pontificado. No obstante, se cree que era solo un título "honorífico".
  • Galapagar. Es uno de los municipios de la sierra en los que se rumorea la presencia de ovnis. Por ejemplo, en la urbanización Los Arroyos, en 1979, algunos vecinos vieron un objeto misterioso que al desaparecer dejó unas jaras calcinadas y todos los animales que había en su proximidad muertos.

La encina de los enamorados

Una de las anécdotas favoritas del autor del libro es la de la encina de los enamorados de Ambite. Viene de una doncella que, en la Edad Media, acudía a llorar a este árbol por su caballero, que se había marchado a la guerra. Al pasar el tiempo, la encina empezó a dar bellotas, unas dulces y otras amargas. Cuenta la tradición que si se quería saber el futuro en amores, había que comerlas, y según como supieran, se sabía si la relación perduraría o no. Las dulces eran felicidad, pero las amargas...

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