Un pueblo, en pie de guerra contra su sacerdote por destrozar las calabazas de Halloween de los niños por ser "satánicas"

Calabazas destrozadas en el pueblo de Kurdejov.
Calabazas destrozadas en el pueblo de Kurdejov.
Obec Kurdejov / Facebook
Calabazas destrozadas en el pueblo de Kurdejov.

En el pintoresco pueblo de Kurdejov, en la República Checa, la corporación municipal llevó a cabo una actividad con los niños de la localidad para que tallaran sus propias calabazas de Halloween y después las dejaran decorando el parque municipal, cerca de la iglesia local. 

Todo fue bien, hasta que a la mañana siguiente las calabazas aparecieron completamente destrozadas. 

"Ayer el desfile de calabazas y linternas tuvo un gran ambiente lleno de relajación, entusiasmo de los niños y creemos que los adultos también se lo pasaron muy bien viendo el entusiasmo ante los ojos de sus hijos y nietos", decía la página de Facebook del pueblo. 

"La cosa ha empeorado esta mañana. Probablemente no encontremos al vándalo en cuestión, que arruinó la alegría de los niños, pero creemos que lee este post y está harto de sí mismo", decía esa misma publicación. 

Lejos de resignarse, la actividad volvió a llevarse a cabo y a la mañana siguiente se repitió el desastre: las pequeñas calabazas volvieron a aparecer destrozadas. 

Pero pronto apareció el culpable, el sacerdote del pueblo, Jaromir Smejkal, que consideró que eran símbolos satánicos y que era su "deber" destruirlos. 

El religioso comenzó a recibir todo tipo de críticas por su acción, por lo que emitió un comunicado explicando sus actos y pidiendo perdón a medias por su vandalismo. 

"Como ayer empezaron a aparecer comentarios vulgares, amenazadores y otros inapropiados en nuestras páginas, desactivamos la sección de comentarios. No hay lugar para el odio en nuestro pueblo", decía la página web municipal sobre la reacción de los vecinos contra el sacerdote. 

"Ciertos ciudadanos me han insultado verbalmente y me han acusado de maldad por una acción que deseo comentar y que ha tenido consecuencias imprevistas", decía el religioso en su carta abierta. 

"Creo que ninguno de los ciudadanos que colocaron esos 'símbolos de espíritus (malignos)' delante de nuestro 'santuario' pretendía expresar su desprecio por lo que es sagrado para nosotros los católicos, actuaron por ignorancia, y por eso no culpo a nadie", decía el sacerdote. 

"No tenía ni idea de que había un evento con niños llamado "recogida de calabazas" y al salir de la rectoría, el domingo por la tarde, vi numerosos símbolos de la fiesta satánica 'Haloween' colocados delante de nuestro recinto sagrado", explicaba. 

Para el cura, Halloween, una fiesta milenaria de origen celta y precristiana, nació "en el paganizado mundo contemporáneo como contrapartida a nuestras próximas fiestas de Todos los Santos y Todas las Almas", por lo que actuó "conforme a mi fe y deber de ser padre y protector de los niños que me han sido confiados y retiré los símbolos".

"Si hubiera sabido esto [que era una actividad infantil], a pesar de mi deber de actuar decisiva y radicalmente contra el mal, habría considerado el hecho de que también toco los sentimientos de mis vecinos", se disculpaba tibiamente el sacerdote, aunque consideraba que así protegía a los niños del "mal" y que era una "acción correcta" como la de evitar que un niño se meta algo peligroso en la boca. 

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