
"Se juntaron el hambre y las ganas de comer", es el dicho que viene perfecto para esta situación. Un artista hambriento acudió a un local de la cadena de hamburgueserías estadounidenses y, más allá de saciar su hambre, le sirvió para crear "arte".
Un acto, a priori, infantiloide e incluso ridículo. Cuántos padres repitieron a lo largo de la historia "con la comida no se juega", pues si conocieran la cantidad que puede ganar su pequeño lanzando los alimentos, quizás se lo pensaban.
Matthew Griffin, el artífice, lanzó un pepinillo de su cheeseburger al techo y este se quedó pegado gracias al queso y la salsa kétchup propios de la famosa hamburguesa.
Pickle (pepinillo en inglés), como se titula la obra, está valorada en torno a los 6.000 euros. Para poder apreciarla, se debe acudir a la galería Michael Lett de Auckland, en Nueva Zelanda.
"Una respuesta humorística a la obra no es inválida: está bien, porque es divertida", declaró Ryan Moore, director de Fine Arts, a The Guardian. "Por lo general, los artistas no son los que deciden si algo es arte o no, son ellos los que hacen y realizan las cosas".
"Si algo es valioso y significativo como obra de arte es la forma en que colectivamente, como sociedad, elegimos utilizarlo o hablar de él", apuntó Moore a raíz del revuelo provocado por la obra en cuestión.
Por suerte o por desgracia, el comprador que desee adquirir esta obra artística no podrá llevársela a casa, ya que permanecerá perenne o, al menos, hasta cuando aguante el kétchup en el techo del museo.
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