El Brillante: Un emblema de Madrid que resurge tras el encierro

Alfredo, con más de 50 años al frente del mítico local de bocadillos de calamares, une recuerdos y esperanzas a la espera de que la nueva normalidad vuelva a ver brillar el negocio que levantó su padre

#JUNTOSVENCEMOS es una serie editorial de emprendedores que han reabierto sus puertas y hoy luchan por recuperar la normalidad y la solvencia de sus proyectos

Alfredo Rodríguez vigila con ilusión a su alrededor, saluda a sus trabajadores, sonríe al recordar vivencias. No son pocas: lleva más de medio siglo al frente de El Brillante. El local del mítico bocata de calamares de Atocha, referencia para los madrileños desde hace décadas y parada obligada para los visitantes, es un emblema de la gastronomía y el turismo patrios.

Como muchos otros negocios, el 14 de marzo El Brillante echó el cierre y apagó el neón que corona su entrada. Alfredo intuyó de que la vuelta a la nueva normalidad sería difícil; aun así, a sus 67 años, decidió que no podían quedarse de brazos cruzados. Aprovechando uno de sus food trucks, que suelen operar en lugares como el Estadio Santiago Bernabéu, pasaron a la acción. “Me contaron que estaban montando un hospital de campaña en Ifema, y que allí estaban trabajando cientos de personas. Y decidimos poner el food truck, para ver cómo les podíamos ayudar”, recuerda.

Bollos, bocadillos, sándwiches y frutos secos. Trabajadores del Brillante transformados en voluntarios despacharon de forma gratuita kilos y kilos de comida. La voz se corrió y se abrió una nueva puerta: el Hospital 12 de Octubre. “¡Ese hospital es como una ciudad!”, exclama Alfredo, sonriendo. Unos días después sumaron también el Niño Jesús. “Pudimos hacer todo eso porque detrás de cada uno de esos food trucks había una capacidad humana increíble”, apunta el hostelero.

Pudimos hacer todo eso porque detrás había una capacidad humana increíble"

Todo por los trabajadores

Los días fueron pasando y su negocio seguía cerrado. Su preocupación, sin embargo, no era la facturación, sino el bienestar de los trabajadores. La primera vez que se dio cuenta de su valor tenía solo 14 años y, desde entonces, no ha cambiado de opinión: “Gracias a esta segunda familia, la primera podrá vivir; sin su sacrificio, eso sería imposible”.

Cuenta con más de un centenar de empleados y conoce al dedillo sus anhelos y preocupaciones. Si los hijos de sus trabajadores quieren estudiar, los anima y ayuda en lo que puede, desde matrículas hasta libros de texto; si quieren entrar en el mercado laboral, les recibe con los brazos abiertos en la gran cadena que forma El Brillante. “Para mí, el patrimonio de la empresa no es ni ésta, ni el jefe, ni el dinero o los inmuebles: son los trabajadores”, apunta convencido.

Muchos llevan con él décadas de trabajo, de vida en este rincón de Atocha. Por ello, verse abocado al despido de alguno de ellos debido al parón de la pandemia era su principal preocupación. Gracias en parte a los dos créditos ICO concedidos por el Banco Santander en su caso, El Brillante ha podido esquivar ese fatal desenlace. “Los trabajadores que tengo son muy difíciles de encontrar”, explica este hostelero. “No es que sean únicos; es que nos hemos convertido en un bloque único”.

Un espejo en el que mirarse

Alfredo siempre vio en su padre un ejemplo a seguir. Compartió con él su nombre, pero también sus inquietudes y su filosofía frente al mundo empresarial. “Me acordé de él cuando abrí de nuevo la persiana del local”, asegura. Su historia, que su hijo recuerda emocionado, estuvo marcada por el sacrificio y el trabajo duro. “Un señor que trabajaba en el Banco le animó a montar su propio bar”, cuenta. “Le dejaron 100.000 pesetas y, hasta que las devolvió, durmió en un colchón tras la barra”.

Con el paso de los años, El Brillante fue creciendo; sin embargo, la visión del dueño seguía estando centrada en ese esfuerzo que le caracterizo toda su vida. “Mi padre fue un hombre que ha vivido sin lujos, y yo me vi obligado a seguirle”, matiza Alfredo. “Dije: si él puede, yo también”.

No le faltaba razón. Con varios locales -el último, abierto en Getafe unos días antes de que se decretase el Estado de Alarma-, el heredero de El Brillante no piensa, ni por asomo, en la posibilidad de la jubilación. “Este sitio y yo somos hermanos, somos pareja, somos la misma persona”, afirma con contundencia. “Quiero seguir aquí, activo al cien por cien. Vendré dentro de diez años, dentro de 15 y hasta que llamen a mi puerta”, sentencia.

Alfredo, que se define como “dinamita pura”, esperará los dos años que, cree, “tardará en recuperarse la hostelería en Madrid”. Mira a los ojos mientras establece, con una claridad cristalina: “Te lo aseguro, no te quepa la menor duda: yo seguiré aquí”.

Los préstamos ICO, concedidos por el Banco Santander y orientados a autónomos y empresas independientemente de su tamaño, permiten aumentar la liquidez con condiciones y plazos de financiación flexibles. En la situación actual, han ayudado a muchas empresas afectadas por la pandemia a salir adelante a pesar de todo.


BlueMedia Studio para Banco Santander

Texto: Beatriz Langreo | Vídeo: Pablo Ballesteros | Proyecto: Fedra Valderrey