Jamones Casa Vieja: la familia turolense que devuelve el sabor a la mesa tras el confinamiento

José Luis es vecino de Calamocha (Teruel), un pequeño pueblo conocido por sus embutidos donde fundó su negocio hace más de 40 años. Ahora, después de un confinamiento que ha afectado a sus ventas, vuelve con más fuerza para dejar su legado a su hijo

#JUNTOSVENCEMOS es una serie editorial de emprendedores que han reabierto sus puertas y hoy luchan por recuperar la normalidad y la solvencia de sus proyectos

A 70 kilómetros de Teruel, el municipio de Calamocha es un importante nexo de unión entre Valencia, Zaragoza y Bilbao. Cuando se atraviesa esta villa de menos de 4.500 habitantes, se hace imposible obviar las decenas de carteles donde se anuncia el verdadero “Jamón de Teruel”.

Una de esas señales es la de José Luis Gómez Herver, vecino nativo del pueblo que fundó Jamones Casa Vieja junto a su mujer, Ascensión, en el año 1979. José Luis comenzó trabajando como camarero a los 13 años en un restaurante de Calamocha, etapa en la que vendió el producto insignia de su villa y que le despertó “ese picorcillo” por probar suerte y fundar su propio secadero y tienda al público.

Esperando a que suene el teléfono

Jamones Casa Vieja es un pequeño negocio familiar que hace solo un mes pasó a las manos del hijo del matrimonio, Christian, y en el que trabajan cinco empleados. “Siempre he solido tener gente del pueblo”, explica su dueño, “es que aquí no puede ser de otra manera, o los tienes como familia, o no entran”.

“Aquí no venía nadie, pero la tienda la teníamos abierta, por lo menos por las mañanas, porque como no sabes ir a otro sitio…”

Tras cuatro décadas de actividad, el pasado 15 de marzo la crisis sanitaria del coronavirus hizo que José Luis y Ascensión cerraran por primera vez su secadero. “La pandemia nos ha cogido en Semana Santa, no hemos hecho nada y teníamos todo preparado de jamón y embutidos. Para lo que somos nosotros, son días especiales”, recuerda el vecino de Calamocha sobre los primeros días de incertidumbre.

La paralización del país también supuso un gran palo para su tienda de embutidos, cuya clientela “es gente de paso” entre provincias. “Si no pasa la gente, yo no trabajo”, resume José Luis. “Aquí no venía nadie, pero la tienda la teníamos abierta, por lo menos por las mañanas, porque como no sabes ir a otro sitio…”.

Para este matrimonio, la página web y el teléfono fueron lo único que les mantuvo ocupados: “Ya sabías que si sonaba el teléfono te podían pedir un jamón, por eso veníamos también, si no, hubiéramos cerrado”, cuenta con franqueza.

El decreto del estado de alarma cambió radicalmente la situación de Jamones Casa Vieja: de las 30.000 piezas de capacidad del secadero, “actualmente tenemos 15.000 17.000, por ahí”; y las ventas en la tienda pasaron de los 700 u 800 euros “en un día normal”, a hacer una caja de 14 euros.

Mucho que agradecer

Cuando José Luis recuerda los tiempos de confinamiento, la preocupación se refleja en los surcos de su frente, pero esas arrugas han quedado atrás. El director de su oficina del Banco Santander le llamó en los momentos más difíciles y le ofreció un ICO con el que poder salir del paso. Si no hubiera contado con la ayuda, “a lo mejor nos hubiéramos quedado con un trabajador solo”, mientras que todos sus empleados han podido volver a sus puestos, cuenta con una sonrisa en la cara.

“He tenido clientes que se han acordado de mí y me han llamado o me han hecho la compra por teléfono”

La solidaridad ha sido constante en la cuarentena. “He tenido clientes que se han acordado de mí y me han llamado o me han hecho la compra por teléfono”, dice emocionado quien tampoco se ha olvidado de ellos: “Les he mandado incluso un paquetito, porque como sobraba tanto género…”, e incluso “había días que mandaba más de lo que regalaba, que de lo que vendía”.

Si hay una lección que ha aprendido de todo esto es que “hay que agradecer en estas fechas que alguien se acuerde ti. Sinceramente. No todo el mundo lo hace, pero, en fin, se agradece, hasta el que ha venido a comprar 100 gramos de jamón”. José Luis hace una pausa, “es complicado, me emociono hasta yo”, y deja una mirada esperanzadora para el futuro con la certeza de que “esto funcionará otra vez”.

Los préstamos ICO, concedidos por el Banco Santander y orientados a autónomos y empresas independientemente de su tamaño, permiten aumentar la liquidez con condiciones y plazos de financiación flexibles. En la situación actual, han ayudado a muchas empresas afectadas por la pandemia a salir adelante a pesar de todo.


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Texto: María Toro | Vídeo: Pablo Ballesteros | Proyecto: Fedra Valderrey