Una segunda lectura del Tour 2014 reaviva la evidencia de la llegada de malos tiempos para el ciclismo español tras unos años de gran peso y protagonismo. En el contexto de un pelotón mermadísimo, con apenas un equipo en el WorldTour y otro Continental Profesional, con muchas de sus principales figuras bien entradas en la treintena y alguna que otra retirada ilustre, y con un calendario de competiciones a nivel nacional que este año no ha dejado de menguar, el ciclismo español ha encadenado su segundo Tour de Francia sin éxitos de etapa.

Una sequía compleja en la época de mayor universalización, véase el auge anglosajón fundamentalmente, de este deporte.  Por primera vez desde 1979, el ciclismo español se va de vacío en un mismo año del Giro de Italia y el Tour de Francia. España, con 20 ciclistas, muy repartidos en varios equipos eso sí, era el segundo país con más presencia en el pelotón en la Grand Depart de Yorkshire.

Desde que Alejandro Valverde se impusiera en la edición de 2012 en un final en la estación invernal pirenaica de Peyragudes, el ciclismo español no ha vuelto a sumar una victoria de etapa en la ronda gala.  En 2014 las mejores plazas fueron la segunda de Alberto Contador en el repecho de La Mauselaine de Gérardmer (octava etapa) o la tercera de Alejandro Valverde en La Planche des Belles Filles (décima). En el caso concreto del Tour, dos ediciones consecutivas sin triunfos parciales que nos remontan a los primeros años de la década de los años ochenta: 1981 y 1982. Curiosamente, en la recta final del protagonismo galo y en la antesala de tres décadas en las que España sumó 10 de sus 12 victorias en la general en París y cerró cuatro años, 2006-2009 (el lustro fue desmontado con la descalificación de Alberto Contador en 2010), de primer cajón en París.

Entre 1979 y 1982 España se marchó del Tour de vacío. No es que hasta antes hubiera tenido un dominio avasallador, más bien durante décadas se había alimentado el rol del ciclista ibérico como escalador o, como mucho, de  aventurero improvisado. Pero desde 1982, salvo en 1996 (la última participación de Miguel Indurain) y 1998 (una edición marcada por el caso Festina y la retirada de los equipos españoles en la 17.ª etapa), España siempre acabó sumando al menos un éxitos parcial. Y en esas dos ediciones sin triunfos, 1996 y 1998, apareció el Giro para evitar el vacío en las dos grandes carreras de tres semanas previas a la Vuelta.

La cuarta plaza de la general de Alejandro Valverde, un ciclista ya de 34 años, o la octava de Haimar Zubeldia, quien a sus 37 ha logrado entrar por quinta vez dentro del top-ten tras 13 participaciones, han sido las mejores plazas en una general  en la que Mikel Nieve, de 30 años, y con una trayectoria condicionada por su sacrificio abnegado a Froome y a Porte, ha sido el tercer ciclista estatal mejor clasificado... y hay que descender hasta la plaza 18. Luis Ángel Maté, el cuarto mejor español, también de 30 años,  finalizó en la trigésimo primera plaza. Ion Izagirre es, a sus 25 años, el menor de 30 mejor clasificado: posición 41.ª. Precisamente Nieve (sobre todo en Pirineos), Maté e Izagirre han sido los tres ciclistas españoles que más se han dejado ver en las fugas.

Izagirre y su compañero Jesús Herrada (debutante en la ronda gala a sus 24 años, cumplido este sábado)  han sido los mejores españoles en la general del jersey blanco, el que reconoce al mejor joven. El guipuzcoano, campeón de España, finalizó a casi dos horas de Thibaut Pinot. Y Herrada, a más de dos horas y media. Aunque también es  cierto que su rol era de apoyo al líder y no tenían los galones de los que sí disponía el ciclista de la FDJ.com o el AG2R Romain Bardet.