Cuartos de final. La ronda maldita. El rival, la antítesis de España, una especie de Italia de Latinoamérica: Paraguay. El equipo menos goleado del campeonato sudafricano y también el menos goleador. Una selección que no disimula su intención de querer llegar a los penaltis e impedir así que España consiga -por primera vez en su historia- alcanzar unas semifinales de un mundial de fútbol.

Pese a todo -las estadísticas y la historia- la selección de Vicente del Bosque es favorita en el encuentro de esta tarde (20.30h) en Johanesburgo. Favorita pero… ¿cuáles son las bazas con las que cuenta España para abrir el presumible cerrojo paraguayo?

David Villa, como siempre, y Fernando Torres, como se espera, son dos de las claves para que la selección penetre la muralla defensiva del rocoso equipo -el que más faltas ha cometido en lo que va de torneo, 72- entrenado por Gerardo 'Tata' Martino.

Pero los recursos de una selección tan técnica como la española no se agotan en la delantera.  Si el equipo de Del Bosque -que repetirá 'once' por tercera vez consecutiva- consigue un gol temprano, los disciplinados y físicos jugadores paraguayos tendrían que improvisar un plan alternativo, abandonar su presión, su orden y condenarse a sí mismos al jugar como no están acostumbrados.

En ese escenario, que por optimista no deja de ser bastante probable, el juego de precisión que España desarolló en la segunda parte del partido de octavos de final contra Portugal, reduciría las oportunidades de Paraguay a algún fogonazo casual de su delantero más peligroso, el jugador de Borussia Dormund, Lucas Barrios.

A la quinta, ¿la vencida?

España ha jugado (y perdido) partidos de cuartos de final del Mundial en cuatro continentes. La última vez, hace 8 años, en Asia, contra Corea del Sur (la selección organizadora, junto a Japón, de aquel campeonato).

Un historial de fracasos para el que se ha buscado explicaciones de todo tipo -desde la más común, el árbitro, a la más irracional, el sino fatalista de la mentalidad española- que con el paso de los años ha alimentado una ansiedad casi nacional, que trasciende lo deportivo, pero que en esta ocasión convive con dos razones de peso para el optimismo: la calidad objetiva de la selección y el recuerdo aún caliente de la copa de campeones de Europa.