BIO Madrileño, de 49 años, vive ahora en Oviedo. Fue plata (persecución) y bronce (carretera) en las Paralimpiadas de Sydney 2000.

Una caída en parapente lo dejó con una minusvalía física del 65%, que le permite caminar gracias a unas sujeciones en los tobillos y las rodillas, y a la inmovilidad de parte de la zona lumbar. Su afán de superación lo convirtió en medallista paralímpico, y ahora quiere coronar el Aconcagua (6.962 metros), la cima de América, entre el 12 y el 14 de diciembre.

¿Le han llamado loco por meterse en estas historias?

Estuve un año metido en una cama y decidí que tenía que seguir viviendo. Conozco a gente que está mil veces peor.

¿No tuvo suficiente con su fallido intento en 2006 de hacer cumbre en el Everest (8.848)?

Fue una pena. Llegué a los 7.100 metros, pero tuve problemas en los pies por una mala elección de las botas y abandoné, no merecía la pena arriesgar. En un mes de ascensión no necesité oxígeno.

¿Cuánto dinero se gastó?

Al final salió por unos 24.000 euros, pero en esta ocasión el presupuesto es de 7.000.

¿Le ayudan los políticos?

En Asturias, la Dirección General del Deporte me echa una mano, aunque los principales patrocinadores son empresas pequeñas.

¿Cómo mantiene la forma?

Sobre todo hago mucho ejercicio aeróbico. Nado y monto en bicicleta.

La bicicleta le dio le vida, ¿no?

A raíz del accidente me enganché a ella y me sirvió para la rehabilitación. Luego he llegado a ser paralímpico.

¿Qué consejo le daría a las personas en su situación?

Que somos normales. Hay que coger el toro por los cuernos.

¿Existen barreras insalvables?

Claro que no, pero las barreras mentales son más difíciles de sortear que las físicas.

¿Tiene quien le cuide?

No tengo hijos, pero vivo con mi pareja (Beatriz), que no lleva muy bien mis aventuras.