El hito histórico de Ilia Topuria en la UFC nació, hace muchos años, del sueño de un niño georgiano endurecido por la guerra, pero también de dos hermanos, Jorge y Agustín Climent, que arriesgaron lo poco que tenían para pelear por un deseo cumplido el pasado domingo en el octógono.  

Fueron ellos dos los que apostaron sus ahorros para abandonar Argentina y poner rumbo a Alicante, en España, donde pretendían levantar con sus propias manos un gimnasio que revolucionara el panorama de las artes marciales en un país donde la frontera la marcaba el judo.

Aterrizados en la costa mediterránea con poco más que una mochila y los últimos ahorros de la cuenta, Jorge y Agustín remozaron un local vacío, empezaron a hacer ruido en un país donde las disciplinas de contacto eran un tabú disfrutado por unos pocos en la clandestinidad, y trabajaron duro hasta llegar a donde están ahora, cuando recogen los éxitos de toda una vida gracias a Ilia.

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Y es que los hermanos, como los Topuria, no tuvieron ni mucho menos un camino fácil. "Trabajábamos de noche y luego en el gimnasio", llegó a declarar Jorge Climent a 20Minutos en un reportaje publicado hace unos meses, donde ya pronosticaban el éxito del luchador: "Sin nada hicimos magia... puede ser que tenga al mejor del mundo criado por mí desde los quince años. Es como tener al Real Madrid, pero de barrio", aseguraba.

Ahora, Jorge y Agustín miran atrás con la satisfacción de saber que el trabajo está completo, que ya lograron lo que un día no era más que una idea en sus cabezas, y con la determinación de saber el camino para seguir fabricando campeones en la pequeña cripta donde Topuria dio los primeros pasos hacia la élite.