Emilia amaba correr, por encima de todo. Levantarse, calzarse las zapatillas y brincar montaña arriba. Con tan solo 21 años su pálmares había comenzado a crecer y el bronce en el Mundial de Tailandia o quinta en el de Innsbruck, en aquella escabechina para las huestes españolas, acreditaba que iba por el buen camino. Ya soñaba con estar en UTMB.

Todo se torció en su vida tras una consulta médica. Allí le fue diagnosticada una cardiopatía que llevaba a su corazón a latir a ritmos demasiados altos, entre 120 y 150 latidos por minuto en reposo, algo incompatible para una atleta de élite. "Quizás fue demasiado para una chica de mi edad correr dos carreras en solo un mes", posteó en Instagram el 4 de noviembre.

Aquel diagnóstico hundió al vida de Emilia, que cayó en una importante depresión de la que no fue capaz de salir. Visitó médicos, escuchó opiniones y luchó contra la dolorosa enfermedad que le separaba de su mayor amor, el deporte. "Estoy muy triste, vivir una vida normal es muy difícil. Quizás un día vuelva, o no", escribió.

Fue su despedida en las redes. Emilia Brangefält se quitó la vida el pasado 13 de noviembre a los 21 años. La policía no ha dado más detalles sobre las circunstancias y su familia ha pedido que se respete la intimidad, pero la noticia ha caído en el mundo del trail como una nube negra que todo lo llena de tristeza.