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Luis Rubiales: el 'salvador' del fútbol español que se convirtió en 'villano'

El 17 de mayo de 2018 fue un día que cambió la historia del fútbol español, y que cambió la vida de Luis Manuel Rubiales Béjar. Después de unas elecciones ordinarias a la presidencia de la Real Federación Española de Fútbol, el régimen conocido popularmente como 'villarato', que emponzoñó de 1988 a 2017 al estamento por completo, llegó a su fin de forma oficial, meses después de la intervención del TAD tras la detención de Ángel María Villar como parte de la trama del 'caso Soule'.
El 17 de mayo de 2018 fue un día que cambió la historia del fútbol español, y que cambió la vida de Luis Manuel Rubiales Béjar. Después de unas elecciones ordinarias a la presidencia de la Real Federación Española de Fútbol, el régimen conocido popularmente como 'villarato', que emponzoñó de 1988 a 2017 al estamento por completo, llegó a su fin de forma oficial, meses después de la intervención del TAD tras la detención de Ángel María Villar como parte de la trama del 'caso Soule'.
El 17 de mayo de 2018 fue un día que cambió la historia del fútbol español, y que cambió la vida de Luis Manuel Rubiales Béjar. Después de unas elecciones ordinarias a la presidencia de la Real Federación Española de Fútbol, el régimen conocido popularmente como 'villarato', que emponzoñó de 1988 a 2017 al estamento por completo, llegó a su fin de forma oficial, meses después de la intervención del TAD tras la detención de Ángel María Villar como parte de la trama del 'caso Soule'.
Rubiales celebra el Mundial femenino conseguido por España en Australia.
GETTY - ATLAS

El 17 de mayo de 2018 fue un día que cambió la historia del fútbol español, y que cambió la vida de Luis Manuel Rubiales Béjar. Después de unas elecciones ordinarias a la presidencia de la Real Federación Española de Fútbol, el régimen conocido popularmente como 'villarato', que emponzoñó de 1988 a 2017 al estamento por completo, llegó a su fin de forma oficial, meses después de la intervención del TAD tras la detención de Ángel María Villar como parte de la trama del 'caso Soule'.

En aquella fecha, Luis Rubiales venció en las urnas por 80 votos a 56 a su oponente, Juan Luis Larrea, y fue el elegido para reestructurar de arriba abajo una entidad con muchas sospechas de corrupción. Había nacido una nueva esperanza que ilusionaba a propios y extraños, con una propuesta fresca, moderna y transparente, que quería "una Federación para todos", sin saber que su mandato estaría constantemente salpicado por la controversia y las decisiones, como mínimo, cuestionables.

Quién podría haber previsto, salvo aquellos que trabajaban codo con codo con él, que ese 'héroe' llamado a revolucionar un fútbol español anquilosado y estancado en los triunfos de la Roja entre 2008 y 2012 mandaría lo suficiente como para verse convertido en villano. Desde luego, su currículum no invitaba a sospechar lo que acabaría sucediendo ni cómo acabaría sucediendo.

El capitán humilde, el defensor de los jugadores

Nacido en 1977 en Las Palmas de Gran Canaria pero motrileño y granadino de corazón y de formación, Luis Rubiales ya amaba desde bien pequeño el balompié. Debutó en las categorías inferiores del Motril en 1991, con 14 años, y a los 18 ya jugaba en el Valencia y había sido convocado por la Selección sub-18. Osciló entre la extinta Segunda B y Tercera en clubes de la región granadina como el Guadix o el Granada 74, labrándose un nombre en el fútbol más humilde.

Pudo conocer de primera mano en sus comienzos los bajos fondos del fútbol de barrio, haciéndose un nombre y afianzando amistades y contactos, iniciando una escalada que le llevaría, pasando por Lleida o Xerez (donde le entrenó su ídolo Bernd Schuster), hasta el club de su vida, el Levante, con el que completó su personal historia de superación al lograr el ascenso a Primera División en 2004.

Y fue allí, en la ciudad del Turia, donde la grave crisis del equipo granota (con impagos a jugadores) le acercó al trato con la Asociación de Futbolistas Españoles como capitán levantinista. Se partió la cara para que sus compañeros cobrasen sus nóminas, como hizo después en el Alicante antes de retirarse en el equipo escocés Hamilton Academical. 

La presidencia de AFE: huelgas, parones y crecimiento

Después de una carrera profesional irregular, 'Rubi' había encontrado su verdadera vocación, por la que de verdad apuntaba maneras de líder incorruptible. Así, con apenas 32 años y sin experiencia previa en el mundo de la gestión empresarial, Luis Rubiales alcanzaba la presidencia de AFE sin oposición alguna, como por arte de magia y obra del destino. 

El anterior presidente y rival de Rubiales en 2010, Gerardo González Movilla, había presidido la institución desde 1988 (como Villar la RFEF), pero sorprendentemente retiró su candidatura días antes de las elecciones. El poder le cayó del cielo a Rubiales, predestinado como Neo en Matrix, que tenía las ideas muy claras y las plasmó nada más llegar, amenazando con una huelga de futbolista en semana de clásico entre Real Madrid y Barça.

No cumplió en aquel momento, pero tampoco tardó. Como un 'Che' Guevara futbolero y español, revolucionó una asociación inmovilista hasta hacerla reivindicativa y beligerante, y en la temporada 11-12 convocó la primera huelga de futbolistas profesionales de Primera y Segunda División en 27 años para lograr un convenio colectivo que protegiese a los jugadores.

En la 15-16 volvió a repetir fórmula, con un parón indefinido que logró asegurar para la AFE un 0'5% de los ingresos por derechos de TV de LaLiga y sus equipos. Y, así, siguió trabajando incansablemente para mejorar las condiciones de sus compañeros, que como el exfutbolista, sufrían los sinsabores del fútbol menos brillante, más popular. Quién mejor para ello que alguien moldeado en campos de tierra y barro, en estadios ruinosos de barrio. 

Pero su entusiasmo, transformado en unas ansias de poder tan evidentes como preocupantes, le llevó a querer cada vez más. Ocupaba puestos en el CSD, en la RFEF, en la UEFA, en FIFpro, e incluso era todavía amigo del fútbol femenino, amparando bajo el ala de la AFE a las futbolistas españolas, que todavía en 2017 no contaban con la categoría de profesionales en nuestro país. 

Un currículum envidiable que escondía bajo la alfombra de una personalidad carismática, apabullante y arrolladora toda una serie de comportamientos y conductas más que sospechosas, como denunció en los últimos días una de sus compañeras en AFE, Tamara Ramos. Nada parecía capaz de detener su meteórico ascenso como dirigente en el fútbol español, hasta que la 'cenicienta' forjada en el fútbol más humilde aterrizó en la presidencia de la RFEF para "cambiarlo todo".

Polémicas y escándalos de Luis Rubiales

El presidente de los escándalos

Sin embargo, su primera decisión dejó claro lo que le esperaba a la institución con Rubiales al frente. Muchos no quisieron ver las señales, otros las ignoraron. Luis Rubiales, en un ataque de cólera, destituyó a Julen Lopetegui de forma despótica apenas dos días antes del debut de España en el Mundial de Rusia por haber firmado para dirigir al Real Madrid la siguiente campaña. 

Cuando se llega tan alto, es imposible hacerlo sin enemigos, entre ellos su némesis, Javier Tebas. Pero sí es posible prosperar si cuentas con Real Madrid (curiosamente) y Barça como principales aliados, enfrentados también al patrón de LaLiga. Y así continuó durante estos años, gobernando el fútbol español con el respaldo de las Federaciones territoriales, pero sin cumplir la verdadera empresa que se le había encomendado limpiar la Federación y modernizarla.

Y, por supuesto, metiéndose en todos los charcos posibles. En 2019, junto a Gerard Piqué, decidió llevarse la Supercopa de España a Arabia Saudí. Un trato beneficioso para el país oriental, para la RFEF y para el empresario catalán y su empresa Kosmos... pero no para el fútbol español ni para el aficionado de a pie. Un trato viciado, además, por un conflicto evidente de intereses con Piqué, futbolista todavía en activo que ganaría más dinero si su propio equipo participaba en el torneo cada año.

Sin embargo, ni esos escándalos ni los que estaban por llegar eran capaces de erosionar la confianza plena y absoluta de un personaje que siempre había ido por la vida a pecho descubierto, sin complejos. Se le acusó de desviar fondos de la RFEF, entre otras cosas, para pagarse viajes de placer por todo el globo, pero su respuesta fue la rueda de prensa más surrealista de la historia de la institución, con perlas como la 'cocaína' en el maletero de su coche o su anécdota de infante en la que le partieron 'las dos piernas'.

Cuanto más poderoso se sentía, con menos prudencia y precaución actuaba, sin ser consciente a veces de la responsabilidad de su cargo. Por eso ordenó espiar a su sucesor en AFE, David Aganzo, con quien había tenido en el pasado sus más y sus menos, o robar audios de miembros del actual Gobierno. 

Por eso habló sin tapujos de su odio hacia equipos como el Atlético, el Sevilla o el Valencia, en unos audios con Piqué donde admitía la inmoralidad de sus tratos sucios con Kosmos para lucrarse a costa de la RFEF, o incluso conversaba abiertamente con el jugador barcelonista de árbitros... Para luego proteger hasta del 'caso Negreira' a un CTA controlado por Luis Medina Cantalejo, colocado a dedo al frente del estamento arbitral.

Amén de otros escándalos con Robert Moreno, Luis Enrique o las presuntas orgías que organizaba en la RFEF, su sensación de impunidad absolutista le comenzó ya este año a jugar malas pasadas con el fútbol femenino, cuando declinó entregar las medallas de la Supercopa a las jugadoras del Barça sin motivo aparente.

Una afrenta que pasó desapercibida hasta el beso sin consentimiento a Jenni Hermoso. Entonces el auténtico Rubiales desveló ante el mundo lo que era un secreto a voces llegados a este punto, como la identidad de Batman. El héroe que había mandado lo suficiente como para verse convertido en villano, y cuya transformación era ya irreversible, perecía aplastado por la crítica implacable a unos comportamientos deplorables. 

El poder consumió a Luis Rubiales, o al menos desveló su auténtica naturaleza. El capitán intachable era ahora el directivo crecido que se creía invencible, intocable. El chico sencillo que amaba al fútbol sucumbió a las tentaciones del cargo, a sus instintos más primitivos y básicos. Pero, eso sí, siempre fiel a sí mismo, esquivando la dimisión, firmemente convencido de que él no había hecho 'nada malo'.

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