Jorge Vilda, el niño del fútbol que llevó a la selección femenina a una nueva era

Jorge Vilda, seleccionador nacional femenino, durante el Mundial.
Jorge Vilda, seleccionador nacional femenino, durante el Mundial.
RFEF
Jorge Vilda, seleccionador nacional femenino, durante el Mundial.

Los grandes hitos siempre nacen acompañados de un líder, una figura que encarna el objetivo, al menos en su fase más prematura, hasta que la gran campaña llega a su fin y se marca en rojo en los anales de la historia. Líderes hay de muchos perfiles, cada uno con su librillo, pero lo que no se puede negar es que Jorge Vilda es uno de ellos y que su gran obra ha quedado culminada este verano en la Copa del Mundo de Australia y Nueva Zelanda.

Discreto, silencioso, solitario, incomprendido... así se percibe en la escena pública a un entrenador que a sus 42 años ya ha completado toda una carrera de éxito en los banquillos sin grandes alardes. Y es que Vilda es un hombre de fútbol que ya nació siendo un niño de fútbol.

El camino se lo marcó desde muy temprano su padre, fisioterapeuta en los servicios médicos de un Barça en el que entonces vestía la elástica blaugrana Johan Cruyff. Con una primera toma de contacto así, con uno de los hombres más revolucionarios del juego más popular del planeta, era complicado que el camino del joven Vilda siguiera alejado del rectángulo de juego

Hasta los banquillos también le guiaría su padre, pues con la llegada de Ángel Vilda a la selección femenina sub-17 en calidad de seleccionador, él se convertiría en su mano derecha como segundo. Y entonces, en 2010, a la vez que Iniesta sellaba el capítulo más glorioso de la selección masculina, cayó sin hacer ruido alguno la primera pieza del dominó de un efecto mariposa que ahora encuentra el colofón final. Su padre ascendió a la sub-19 y la sub-17 era completamente suya. 

En cuatro años se hizo con dos Eurocopas, dos subcampeonatos de Europa, un bronce Mundial, un bronce Europeo y un subcampeonato del Mundo. Y con ese palmarés certificó su capacidad para sustituir a su maestro- y padre- en la selección sub-19 en 2014.

Apenas tuvo tiempo de disfrutar del cambio -aunque sí de colarse entre los nominados al FIFA World Coach Femenino-, pues apenas un año después un terremoto sacudiría a la selección absoluta y le abriría las puertas a la máxima élite. Una carta de las jugadoras pidiendo mejoras (un proceso similar al ocurrido en la polémica de 'Las 15') acabó con Ignacio Quereda y Vilda tomó las riendas en el primer Mundial que acaparó la atención del público español de manera masiva: Canadá 2015.

En tierras canadienses empezó la revolución Vilda, y desde ese Mundial en el que no pudo reconducir el proyecto de Quereda (tan solo se logró un empate ante Costa Rica en la fase de grupos, quedando eliminada) la mejora ha sido totalmente exponencial. 

En Francia 2019, España superó la fase de grupos antes de caer, en un partido tan reñido como polémico, ante Estados Unidos, a la postre campeona. Luego llegaría la Eurocopa, con una buena actuación marcada por el tropiezo ante Inglaterra que inició su etapa más oscura con la polémica de 'Las 15', un temporal capeado con su misma línea discreta y silenciosa de actuar para aprovechar una oportunidad de oro en las antípodas.

Este verano, con el apoyo de sus defensores y las críticas de sus detractores, Vilda ha completado la misión para la que fue preparado desde sus inicios, llevar al fútbol femenino español a lo más alto, consiguiendo la primera estrella como campeonas del mundo, con sus conocimientos aglutinados en su rápida, brillante, y silenciosa carrera a los mandos del fútbol nacional femenino.

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