El alpinismo comercial y sus efectos devastadores en la montaña: ¿qué sentido tiene todo si muere una persona?

Suciedad y basura en la montaña.
Suciedad y basura en la montaña.
Hervé Barmasse
Suciedad y basura en la montaña.

Tras la temporada de verano en las montañas de más de 8.000 metros de Pakistán, entre ellas el K2, el Nanga Parbat, los Gasherbrum I y II, podemos volver a constatar el incremento del número de personas que quisieron ascender estos ochomiles. El número de escaladores que suben por las cuerdas fijas de las rutas normales, en su mayoría acompañados por porteadores, guías y sherpas, ha incrementado. Casi 200 personas estuvieron sólo en el K2, y aproximadamente la mitad de ellas alcanzaron la cumbre, siendo pocos los que renunciaron al uso de oxígeno embotellado. Varios grupos (principalmente agencias extranjeras) se dieron la vuelta antes de llegar a la cima por las condiciones malas que reinaban en el K2. 

La gran mayoría de los escaladores pisaron la cima con todo tipo de asistencia y ayuda, donde el personal contratado cargó los cilindros de oxígeno y la mochila para el cliente. Las cuerdas fijadas por los empleados es una ayuda muy grande, y aunque uno suba sin el uso de oxígeno suplementario y sin asistente personal, su estilo baja de nivel en gran medida. Ir por las cuerdas fijas ayuda tanto o más que respirar por la máscara de oxígeno.

Entre los clientes hubo varios 'coleccionadores de cumbres'. A ellos sólo y exclusivamente les interesa meter la cima en el bolsillo, con la total ausencia del estilo. Los clientes no fijan cuerdas, no cargan sus propias botellas de oxígeno, y sus ayudantes porteadores locales o sherpas nepalíes les preparan té en los campos de altura tras montar las tiendas para ellos. El turismo de altura es una realidad desde hace años.

Algunos famosos de las redes sociales que coleccionan picos persiguiendo récords, han establecido un medio de vida y de ingreso así, siendo influencers que venden una imagen de sí mismo que poco o nada tiene que ver con el alpinismo. Las marcas apoyan a estos cazarécords, cuanto más visibilidad tienen en las redes sociales, más venden las empresas que los patrocinan. A menudo vemos que estos clientes publican sobre la importancia de la protección del medioambiente. Todo esto es cínico, sabiendo la basura que los grupos comerciales – los clientes y las propias agencias- dejan atrás en las montañas. Muy parecido a lo que vimos en esta primavera en el Everest.

Las botellas de oxígeno vacías, las tiendas abandonadas y todo tipo de basura se quedan en las montañas. En Nepal, por ejemplo, el uso de helicópteros es igual de normal como coger el coche para ir a comprar el pan a la tienda de al lado. Teniendo dinero, todo es posible. La huella de carbono que dejan los helicópteros sigue en aumento también. Las nuevas estrellas ya no hacen caminatas de aproximación a la montaña. Aquellos clientes que persiguen los picos para quitarlos de su lista de cumbres pendientes hasta cumplir con los 14 ochomiles, aunque prediquen del cuidado del medioambiente, son los actores principales, junto a los empresarios locales, que atribuyen a la contaminación.

Por suerte, esta fórmula comercial basada en la vanidad y la codicia, cada vez tiene a más y más gente en contra que levanta la voz y la crítica. Aparte de constatar la falta de estilo y relativizar estos 'logros', podemos anotar al menos tres puntos donde el efecto negativo del turismo de altura produce consecuencias preocupantes y fatales:

Hervé Barmasse, un gran (y verdadero) alpinista quien escala sin ayuda y respetando las montañas, hace poco ha compartido una imagen. En ella, en la foto izquierda está la montaña que él intentó a escalar por medios limpios, sin contaminar, sin usar O2 y sin dejar huella, y en la otra imagen de la derecha se ven las cuerdas abandonadas que como telarañas cosen el K2 temporada tras temporada. A este problema hay que añadir el uso excesivo de helicópteros en el Himalaya. En el Karakorum de Pakistán también está empezando a ser tendencia el uso de helicópteros para las aproximaciones. 

Los aspirantes a récords, para coleccionar todos los ochomiles en el menos tiempo posible, y sus agencias que les ofrecen esta posibilidad de desplazamiento contaminante, no suelen hablar mucho de la huella de carbono que dejan en la naturaleza cuando publican sus triunfantes fotos de cumbre.

En segundo lugar, y quizás lo más importante y preocupante es que las agencias locales, por el incremento del turismo de altura, contratan cada vez a más porteadores y sherpas cuyas vidas están en constante peligro. Estos empleados no son los que se enriquecen (sino los empresarios que los contratan), ni son excesivamente bien pagados. Pero subir un ochomil acompañando a clientes que quieren llegar arriba triunfantes, conlleva el riesgo de que estos empleados puedan morir en el camino. Así ocurrió en esta temporada en el K2 (8.611 m), cuando a 8.200 metros, a la altura del llamado Cuello de Botella, Mohammad Hassan, un porteador paquistaní, sufrió un accidente por haber sido golpeado por nieve e hielo. El porteador no murió en el acto, por el golpe fue desplazado de la ruta, estuvo allí sufriendo y nadie le ayudó a descender. Finalmente ese hombre, padre de tres niños pequeños, murió mientras que los grupos seguían hacia la cumbre.

Esta escena se repite en cada temporada. Pero qué sentido tiene todo si muere una persona, cuya muerte podría haberse evitado al detenerse los grupos cuando las condiciones en la montaña son demasiado adversas, y si no hubiera sido sometido a la presión de llevar a cabo su trabajo arriesgado para que el cliente tuviera éxito? Hussain deja atrás a tres criaturas y a la mujer, que difícilmente podrá hacer hacer frente a esta tragedia y seguir adelante para poder sostener sola los costes de vida en un país donde la mujer difícilmente puede trabajar.

Las comparaciones absurdas

En tercer lugar, la historia del alpinismo sufre un constante insulto porque a estas nuevas estrellas a menudo se las compara con los alpinistas del pasado y esta comparación lógicamente es absurda. Es difícil luchar contra esto, lo mucho que intentemos mostrar que el alpinismo no es lo mismo que el turismo de los ricos.

El alpinismo significa amar la naturaleza y respetar la montaña. El respeto empieza por intentar escalar por medios propios, en lugar de convertir la montaña en un parque temático descuidado. Por suerte, como lo contamos en 20Minutos hace poco, el alpinismo real sigue más que vivo, y fuera de las rutas normales de los ”ochomiles” tenemos a varios grupos que intentan realizar actividades interesantes, respetuosas, con estilo, valentía y ética. Y entre estos grupos de buenos alpinistas tenemos a los nuestros también. Algunos ya finalizaron su expedición y contaremos de sus logros en nuestro siguiente artículo.

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