La carrera de Fernando Alonso es legendaria, pero casi nunca ha sabido escoger acertadamente su futuro. Ese, de hecho, es uno de sus mayores puntos débiles. Después de ganar de forma consecutiva dos mundiales de Fórmula 1 con Renault, cada decisión contractual que tomó empeoró a la anterior, alejando al piloto asturiano de la lucha por el Mundial, primero, y por las victorias y los podios después. Hasta que llegó Aston Martin para cambiar su suerte.

Tras dejar Renault, regresó a la escudería francesa junto a su principal benefactor, Flavio Briatore, durante un par de años (2008-2009), después de una estancia tormentosa en McLaren (2007), rascando un par de victorias increíblemente meritorias mientras esperaba a Ferrari, la tierra prometida.

De 2010 a 2014, Alonso y Ferrari formaron un tándem espectacular e inspirador, una dupla destinada a dominar como lo hiciera junto a Michael Schumacher. Sin embargo, los esfuerzos de la Scuderia no le sirvieron más que para pelear dos mundiales en condiciones precarias, con coches mucho más lentos que los de sus rivales, los Red Bull, que incluso le habrían ofrecido trabajar con ellos. Ferrari parecía la mejor opción, pero no lo fue, y nunca estuvieron a la altura del talento de Alonso ni de su propia historia como constructores.

A finales de 2014, del amor entre Ferrari y Fernando Alonso apenas quedaban los rescoldos. El equipo italiano le ofreció renovar hasta 2019, pero sus cinco años anteriores habían sido decepcionantes y era conveniente, a juicio del asturiano, no hacerse más daño. Dejó gran recuerdo en Maranello, pero se le acababa el tiempo y apostó por regresar a McLaren, esta vez bajo el auspicio de Honda como motoristas.

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En su primera etapa en el equipo inglés, Ron Dennis y su descarada apuesta personal por el recién llegado Lewis Hamilton torpedearon sus opciones de ganar un campeonato que, en condiciones normales, habría sido suyo sin discusión. En la nueva, ya en 2015, todo fueron promesas biensonantes que quedaron vacías.

¿Qué equipo puede atreverse a construir un proyecto tan poco ambicioso y vestirlo de revolución para vendérselo al mejor piloto de la parrilla, sabiendo que es mentira? Alonso, sin duda, tuvo que elegir mejor y pensárselo dos veces, quizá pecó de inocente, pero tampoco había demasiadas opciones a escoger, y la culpa de lo que pasó después tampoco es precisamente suya, por mucho que sus detractores le acusen de moverse por dinero.

Su etapa en McLaren Honda fue la viva imagen de la desesperación. “Tenemos un motor de GP2, es vergonzoso” llegó a quejarse Alonso por radio, viéndose superado por la amplia mayoría de la parrilla en el Gran Premio de Japón de 2015. Tanto sufrimiento, tanta impotencia, al final hicieron menguar su pasión por la Fórmula 1, y en 2018 dijo basta.

Su retiro de dos temporadas le vino bien, despejó sus horizontes, y le permitió ganar el Mundial de resistencia de la FIA, las 24 horas de Le Mans, las 24 horas de Daytona, e incluso se animó a probar en el Rally Dakar. En 2021, con las pilas cargadas y la mente despejada, regresaba al ‘Gran Circo’ de la mano de Alpine, su viejo gran amor Renault del pasado.

El primer año fue bonito, con un coche peleón que le permitió ofrecer destellos de su destreza al volante, como el día que aseguró la victoria de su compañero Esteban Ocon en Hungría al detener durante más de diez vueltas a Hamilton. Sumó incluso un podio, en Qatar, que no evitó el conflicto interno en 2022. La escudería francesa quería apostar por talento francés, y comenzaron a torpedear al asturiano, que sufrió diversos abandonos durante el año y que parecía ser el objetivo prioritario de Ocon sobre la pista.

Por suerte para Fernando, esa situación le empujó a los brazos de Lawrence Stroll y de Aston Martin, el séptimo equipo de la parrilla por aquel entonces. Otmar Szafnauer no le quería por su edad, 41 años. El mismo jefe de equipo que abandonó precisamente Aston Martin en 2021 porque eran un equipo “demasiado ambicioso” donde no podía "relajarse y divertirse". 

Quizá el problema de Alonso a lo largo de su carrera ha sido toparse con personas incapaces de seguirle el ritmo a alguien obsesionado con competir, con correr y con ganar. Una pasión y una obsesión que la escudería británica sí parece entender y compartir, porque esta vez sí, Alonso ha acertado.