Rafa Nadal y Novak Djokovic protagonizaron este martes uno de los mejores partidos de Roland Garros de los últimos años. Cuatro horas y 12 minutos de épico duelo de titanes que se saldó con victoria para el español, que se medirá el viernes a Alexander Zverev en busca de un puesto en la final.
Ocurre algo mágico cuando Nadal pisa la arcilla de París y es que, pese a sus problemas físicos que le tenían sin poder casi andar hace un mes y la lesión crónica que arrastra, logró el 21 veces campeón de Grand Slam dar el máximo para vencer al número uno del mundo.
Un desgaste que requiere de una recuperación muy específica, sobre todo por la exigencia de este tipo de torneos, con la semifinal apenas dos días después de un partido que terminó pasada la una de la madrugada.
Por eso, Nadal, que durante todos los días de Roland Garros ha reiterado su filosofía de vivir sólo al día porque la lesión le obliga a centrarse en el 'aquí y el ahora', ha pasado el día posterior al partidazo con un entrenamiento suave de apenas una hora para no poner su pie en peligro.
Se ha ejercitado en el club Jean Bouin, aledaño al estadio en el que se celebra el Grand Slam francés, para estar algo alejado de los focos y respirar tranquilidad.
Después de la sesión de trabajo, Nadal se ha relajado en las instalaciones del club donde ha jugado una partida de parchís junto a su equipo, formado entre otros por Carlos Moyá, y ya después se ha retirado a la calma de su hotel en la capital francesa.
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