Los últimos meses en la carrera y en la vida de Carolina Marín no están siendo los días de gloria a los que tiene acostumbrados a todos sus seguidores, desde que la onubense desafiara todas las leyes de la lógica y se impusiera como reina del bádminton mundial logrando subir a lo más alto del podio olímpico.

La peor noticia llegó a nivel personal este domingo con el fallecimiento de su padre, Gonzalo, que no pudo superar las secuelas de un grave accidente sufrido en febrero. Para Carolina, han sido duros meses alejada de la competición y con el varapalo deportivo de ver cómo tendrá que esperar un año más para defender su corona en Tokio.

En enero de 2019 comenzaba el calvario de la lesión, rotura del cruzado, que la mantuvo fuera del circuito durante meses, sin perder, eso sí, su habitual fuerza y confianza en que volvería para ser más fuerte.

Y así fue, un año después, Marín regresó, en enero de 2020, al Open de Indonesia donde doce meses antes había sufrido un duro golpe. Cayó en la final pero demostró que aún tenía cuerda para rato.

Sin embargo, poco después de aquel torneo, la pandemia de coronavirus invadió el mundo y todo el deporte paró, llegando el COI a tomar la decisión histórica de posponer los Juegos. Tokio tendrá que esperar.

La campeona olímpica ha concedido diversas entrevistas durante el confinamiento, sin perder un ápice de esperanza en la medalla de oro, aunque tenga que ser un año después. En mayo, ya con la 'nuueva normalidad' en proceso, retomó los entrenamientos con el firme propósito de reeditar su éxito de Río 2016.

Sin embargo, hace apenas unos días, perdió a su preparador físico y a su fisioterapeuta de confianza por recortes en la federación de bádminton y el camino se antojaba más cuesta arriba.

Ahora, con el dolor de la pérdida paterna, Carolina a buen seguro se repondrá, haciendo gala de su fuerte carácter y determinación, y volverá a llenar de alegrías y éxitos al deporte español reinando en la pista.