El Toro de la Vega ya es pasado. Es pasado desde que no está permitido alancear al toro ni darle muerte en presencia de público.
Si esa terrible imagen de un animal alanceado, acosado y muriendo de una forma atroz, se hubiera repetido en Tordesillas, sería constitutiva de un delito de maltrato animal que podría acarrear penas de cárcel. Las leyes están para cumplirlas.
Hemos conseguido una victoria simbólica, qué duda cabe. El toro de la Peña morirá igualmente, pero precisamente eso es lo que denunciamos los animalistas: tenemos que poner fin a los miles de festejos en los que los toros mueren después del encierro. Es injusto que los animales paguen con su vida por un momento de diversión.
Es el momento de dar paso a una nueva etapa en la que poner fin a toros de fuego, toros ensogados y becerradas. Sabemos que la sociedad ha despertado. Demanda respeto, empatía y sobre todo, leyes que protejan a los animales de quienes los maltratan. Los animales no pueden esperar más.
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