Un año como presidente: Barack Obama sigue sin cumplir el sueño del 'yes, we can'

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, pronuncia un discurso en defensa de los homosexuales durante la cena de gala de la Campaña Nacional pro Derechos Humanos.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, pronuncia un discurso en defensa de los homosexuales durante la cena de gala de la Campaña Nacional pro Derechos Humanos.
EFE
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, pronuncia un discurso en defensa de los homosexuales durante la cena de gala de la Campaña Nacional pro Derechos Humanos.

Hace exactamente un año Barack Obama ganó las elecciones presidenciales en EE UU.  Su carrera había sido meteórica y llegaba al Despacho Oval tras una campaña basada en el célebre 'yes, we can' que casi parecía encabezar una revolución, no sólo en su país si no a nivel global. Un año después, Obama parece que no puede con tanto.

Las elecciones municipales y a gobernador de este martes han dado la espalda a los demócratas.  Un feudo tradicional del partido de Obama como Nueva Jersey ha elegido a un republicano como gobernador. Lo mismo ha ocurrido en Virginia. Nueva York, por su parte, volvió  a elegir un alcalde republicano. Quizá, afirmar que estos resultados significan que el electorado le ha dado la espalda al presidente, como afirman sus rivales, sea ser demasiado parcial.

Si los resultados se suman a que su popularidad, según varias encuestas, ha caído un 20% en once meses, sí que pueden resultar significativos. Obama contaría, aún así, con la aprobación del 54% de los estadounidenses. Sin embargo, la mayoría no está de acuerdo con sus políticas económicas, sanitarias y con la gestión de Irak y Afganistán.

No contenta a casi nadie

La Administración Obama parece repetir la experiencia de uno de los presidentes ficticios de los EE UU más celebrados de la televisión: el Jed Barlett (Martin Sheen) de El Ala Oeste de la Casa Blanca. En una de las temporadas de la serie, el Gobierno del personaje se veía atacado por todos los frentes: resultaba demasiado tibio para los demócratas liberales y demasiado radical para los republicanos.

Eso es peligroso en un sistema político donde por ser demócrata, Obama no tiene garantizado el apoyo de los congresistas y senadores de su grupo.

Ahora mismo, Obama intenta desatascar su reforma sanitaria, una medida que ha puesto en pie de guerra a medio país y que, según los republicanos, recuerda "a la antigua Unión Soviética".  Los esfuerzos y las luchas hacia ese objetivo están provocando que el Ejecutivo preste menos atención a otros ilusionantes objetivos de futuro de Obama como los relativos al medio ambiente, la tenencia de armas, los homosexuales o la pena capital.

También sobrevuela sobre la Casa Blanca la sombra de su primera promesa como presidente: cerrar la cárcel de Guantánamo, que hoy por hoy sigue en funcionamiento.

No hay que olvidar, por último, la economía: a pesar de que los datos parecen anticipar el fin de la crisis en los EE UU, los niveles de paro siguen en niveles muy altos e importantes empresas financieras siguen quebrando.

Gestos sin éxitos

En política internacional, Obama sí que ha demostrado desde el primer momento un cambio de actitud frente a su predecesor, George W. Bush. La cooperación, el multilateralismo y la diplomacia han sido el camino elegido.  El inquilino de la Casa Blanca ha tenido gestos con Cuba, Venezuela, Irán, China y Rusia, y se ha mostrado favorable a la creación de un Estado Palestino. Pero sus buenas intenciones y palabras no han tenido las respuestas esperadas.

Los casos más candentes son los conflictos que heredados: Irak y Afganistán.  En el primero, el esperanzador anuncio de la retirada de las tropas EE UU a mediados del año próximo pierde credibilidad: si lo cumple dejarán el país sumido en una espiral de guerra civil y violencia (como lo prueban los últimos atentados); si no, la bandera estadounidense en Mesopotamia seguirá recordando al mundo lo infructuoso de una invasión torpe y orquestada sobre mentiras.

En Afganistán la situación es, si cabe, peor. La violencia es la tónica dominante en el país y la estabilidad democrática del mismo parece un espejismo. Mientras Obama decide su estrategia y piensa cómo vender a su electorado, cansado de enviar a sus jóvenes a guerras muy peligrosas, y a sus aliados la necesidad de enviar más tropas al avispero asiático.

Su peso internacional también parece quedar en entredicho: su presencia en las cumbres económicas no ha parecido tan determinante como a priori pudiera esperase y su presencia en Copenhage no evitó que Chicago no pasara de la primera criba para ser elegida ciudad olímpica.

Obama sigue manteniendo los grandes ideales de campaña, pero sus actuaciones no traen los resultados esperados. Aunque muchos de esos planes son cambios radicales que necesitarán tiempo, EE UU y el mundo le van a exigir pronto esos resultados futuros por los que recibirá en menos de un mes el premio Nobel de la Paz.

Barack Obama no hará ningún tipo de celebración durante este primer aniversario de su presidencia. Tiene mucho trabajo por hacer.

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