Joaquín Guzman cogió por primera vez el micrófono la noche del sábado para ejercer de maestro de ceremonias del Festival de Eurovisión. Este melómano compulsivo, que triunfó a finales de los 90 con el programa de radio La Gramola, ha logrado -y no es poco- que muy pocos echarán de menos al incombustible José Luis Uribarri.

Guzmán condujo la retransmisión del evento con sencillez y frescura, demorándose con tino en las biografías de los artistas y seleccionando con tempo las anécdotas. 20minutos.es le ha preguntado, un día después de que España quedara penúltima, sus impresiones del concurso.

"No fue una decisión consensuada", explica Guzmán, "pero los jurados de los países nos castigaron". Guzmán se muestra sorprendido de la baja calificación de Soraya, que "nadie se lo esperaba", y repite en dos ocasiones que la interpretación definitiva de La noche es para mí fue la más lograda de todas las que él había contemplado en días previos.

¿Y ahora?El locutor parece tenerlo claro: "reflexión". La "mala" clasificación tiene que servir para que se abra un "periodo de reflexión". Sobre la posible sanción a RTVE por emitir en diferido una de las semifinales, Joaquín Guzmán es cauto. "Es posible que haya una sanción económica" por lo sucedido, "si bien ésta no se va a decidir ahora, sino posiblemente a finales del mes de junio".

"No tiene cara de ángel, pero lo es"

Guzmán lo vaticinó en en una entrevista en 20minutos.es hace apenas dos días, "nunca ha habido un favorito tan claro como lo es este año Noruega". Y así fue. Alexander Rybak, noruego de origen biolorruso, consiguió con su canción Fairytale poner de acuerdo a críticos musicales y público y, de paso, lograr un nuevo récord de puntos, 387.

Sin el aparato de propaganda que llevaban otros países (como Alemania y su show erótico), pero con "una buena canción y don delante de las cámaras", este chico al que Guzmán le adjudica "un ángel" se impuso en la final a Islandia (segunda) y Azerbaiyán (tercera).