La ecuación es fácil. Dormir poco + ejercicio insuficiente = mala salud. Y en el caso de la mujer, el resultado es más nocivo porque las barcelonesas descansan menos que el hombre y practican menos deporte. La distribución de papeles en el hogar apenas varía. No lo hace ni entre los adultos ni entre los jóvenes, de manera que la doble jornada las obliga a sacrificar tiempo que los varones sí dedican a dormir o a ir a la piscina.

Asociado a este mal hábito, según Artazcoz, se hallan ciertas adicciones, el consumo de alcohol o de psicofármacos. También influye la clase social: hasta el 40% de las mujeres más humildes duermen seis o menos horas.