Derek Ridgers reúne los rostros de la última revolución juvenil: el punk y sus derivados

  • Uno de los fotógrafos más entregados a la crónica de las tribus urbanas del Reino Unido edita la monografía "78-87. Juventud londinense".
  • Los retratos, realizados en las calles, clubes, sótanos, locales y bares de la capital inglesa componen un mosaico sobre la influencia del punk en el aspecto y la vida.
  • Fotógrafo clásico de famosos, Ridgers se sintió "estremecido y fascinado" por la "crudeza y vitalidad" de los jóvenes que abrazaron el movimiento del 'sin futuro'.
Desde la izquierda, Mark, Martin y Tuinol en tres de los retratos de Derek Ridgers
Desde la izquierda, Mark, Martin y Tuinol en tres de los retratos de Derek Ridgers
© Derek Ridgers - Courtesy Damiani Editore
Desde la izquierda, Mark, Martin y Tuinol en tres de los retratos de Derek Ridgers

El fotógrafo Derek Ridgers (1952), un tipo bregado en los retratos de famosos y personalidades, no oculta que se sintió "atraido y repelido" con la misma intensidad tras asistir, en 1976, a su primer concierto de punk. Tocaban los Vibrators, una de las muchas bandas de aficionados que nacieron por entonces con la intención de inyectar algo de vida al esclerótico panorama del rock, pero a Ridgers no le importó demasiado el grupo. El espectáculo, la revolución juvenil naciente, estaba en el público.

"Saltaban y se retorcian ante el escenario, gritaban y escupían como si estuviesen absolutamente locos. Y, lo más importante, eran mucho más fotogénicos que la banda", recuerda el fotógrafo en una crónica sobre el evento, al que considera ahora, con el paso del tiempo, un bautismo que le llevó a convertirse en el mejor cronista del punk y sus derivados y, sobre todo, en el más activo documentalista del movimiento al que algunos consideran la última de las grandes revueltas juveniles, y de su influencia en el modo de vida y la sociedad.

Todas las tribus

El trabajo de Ridgers en aquellos años alborotados y frenéticos se compendia en 78-87 London Youth (78-87. Juventud londinense), una monografía que acaba de publicar la editorial Damiani [160 páginas, 35 libras esterlinas]. En el fotolibro hay casi dos centenares de primeros planos tomados en las calles, clubes, sótanos, locales y bares de la capital inglesa. Están todas las tribus: desde los punks primarios vestidos con ropas de saldo adaptadas por ellos mismos hasta los nuevos románticos, pasando por góticos, skinheads y otros militantes de la polifacética fauna juvenil de aquellos años.

Los retratos, con los modelos mirando a cámara, casi siempre en primeros planos, demuestran el "aspecto emotivo de la cultura juvenil y su naturaleza transitoria y frágil", escribe en el prólogo del libro el cineasta John Maybury —director de En el límite del amor (2008)—. "Hay algo muy conmovedor en la mirada desafiante de un apuesto joven skinhead o el momentáneo poder y glamour de una chica en un sótano: son simultáneamente extraordinarios y mundano", añade el prologuista.

"Héroes y heroínas de su propio drama"

Maybury atribuye la "fuerza" de los retratos a la "complicidad"  y "ausencia de prejuicios" del fotógrafo con sus modelos, quienes devuelven el favor a Ridgers mostrándose "generosos y compasivos". Los caracteres que asoman en las páginas de 78-87 London Youth podría ser el elenco de un grupo de "héroes y heroínas de su propio drama", capaces de disfrutar de la gloria aunque sólo sea, como afirmaba la letra de una de las más notables canciones de David Bowie, "sólo por un día".

Los editores resaltan que las fotos, que abarcan un período de una década, establecen una doble frontera: el nacimiento del punk y la eclosión del acid house que vino a suplirlo con planteamientos mucho menos políticos y más relacionados con el hedonismo. Las imágenes funcionan "no sólo como un documento fascinante del estilo y la cultura del Reino Unido, sino como un testimonio del espíritu de la juventud, alabando a las personas y su individualidad".

"Estremecido y fascinado"

Ridgers, que salió de aquel primer concierto punk en 1976 "estremecido y fascinado" por los jóvenes que abrazaron el movimiento "ostensiblemente violento" del sin futuro, se juramentó para dejar un testimonio fotográfico de la "crudeza y vitalidad" que había percibido como nunca antes en torno a la música. "Me sentí repelido y atraído en igual medida, pero me esforcé en entrar en aquello que estaba sucediendo". El libro que se publica ahora demuestra que consiguió su objetivo.

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