A. Pérez-Reverte: "¿Por qué tengo que admirar más a un mediocre que a un grafitero?"

  • Publica el creador de Alatriste una novela cuyo pilar fundamental es la figura del grafitero: 'El francotirador paciente'.
  • "Creía que era vandalismo, pero no lo es; lo comprendí saliendo con ellos a la calle" cuenta a 20minutos el reportero.
  • "Sin lucidez crítica no saldremos de este agujero" afirma el autor.
El escritor Arturo Pérez-Reverte
El escritor Arturo Pérez-Reverte
JORGE PARÍS
El escritor Arturo Pérez-Reverte

El reportero de guerra está siempre presente, un pasado del que se sirve en sus novelas y más que útil cuando le entrevistan. No es la primera vez que me lo dice, pero es la verdad y la explicación: "Fui puta antes que monja".  Es Arturo Pérez-Reverte tan directo en su mirada que uno corre el riesgo de quedarse casi en blanco. Imaginarlo tratando con un narco no es difícil. "Imagina lo que me ha servido todo eso para poder entrar en un grupo de grafiteros". Porque de eso es su nueva novela, El francotirador paciente (Alfaguara), del grafiti 'puro' como él lo llama durante toda la charla. Sabe de lo que habla: antes de escribir esta historia ha estado acompañando a un grupo de grafiteros en sus salidas nocturnas. "Me acogieron, fueron leales y hoy son mis amigos".

¿Ha hecho algún grafiti? Porque acompañando a un grupo cuesta creer que no haya dejado alguna firma...

No. ¿Te imaginas que me hubieran pillado?

Y si lo hubiera hecho tampoco me lo diría, ¿no?

No, no te lo diría. Los he visto hacer, y hasta he corrido por la calle Atocha. He sentido la adrenalina, la tensión, la camaradería, los vínculos de grupo. Piensa que yo no tengo 20 años, son 62.

¿Qué conocía del tema antes de entrar en un grupo de grafiteros?

Poco, me parecía vandalismo. Y hay una parte que sí lo es, los que hacen grafitis en monumentos, pero hay otros que no. Hay códigos. No es lo mismo un grafiti en un monumento público que en una pared, y mezclarlos es una injusticia.

Le parecía vandalismo, ¿y arte?

Se niegan a llamarse artistas. Ellos dicen que el que vende su culo ya no es grafiti lo que hace. Si es legal, no es grafiti. Ellos dicen: somos escritores de grafiti. Y lo son, a algunos los leen mucho más que a mí. El grafitero puro busca cantidad no calidad. Cuanto más presente estés, más vales y más respetado eres por el grupo.

¿Qué hay de protesta en ellos?

Yo creía que era un acto social, pero no, es otra cosa. No es un manifiesto contra el sistema. Y eso me fascina. No hay ambición de futuro. Eso no significa no tengan ideología, tienen su ideología, pero no son antisistema, no ponen su firma por eso motivo. Incluso los que han pasado a hacer arte callejero y cotizado necesitan salir de vez en cuando a escondidas a hacer un grafiti. Necesitan sentirse callejeros.

¿Qué sintió usted cuando los ac0mpañaba?

Que volvía a estar en territorio comanche. Me ha permitido recuperar lo que fui.

¿Y de paso hacer una crítica al mercado del arte oficial?

El arte, hay arte moderno estupendo, el oficial está en manos de gente sin escrúpulos y muchas veces con artistas mediocres. ¿Por qué he de respetar más a un artista mediocre que a un grafitero que dice me llamo Lose y estoy aquí? En ellos no se plantea si hay buenos y malos. El arte oficial quiere domesticarlos  dándoles lugares para que hagan grafitis. Pero eso no es grafiti, para ellos es vender el culo. Esa especie de irreductibilidad suya me ha sido muy útil. Un grafitero, ya amigo, me dijo que el grafiti le había salvado de muchas cosas malas, porque para dedicarse a ello hay que estar en forma... Lo planifican todo mucho, tanto que si llevaran armas parecerían guerrilleros en territorio comanche.

¿Se ve de joven haciendo este tipo de acciones?

No, porque yo tenía otras cosas que lo suplían. Pero tiene mucho sentido que un tío que está en paro y que no tiene nada ponga su nombre en una pared, un vagón...

Antes hablaba de la corrupción del arte, ¿qué me dice del mundo editorial?

No puedes compararlo. A un lector no lo engañas tan fácilmente. A un artista lo pueden fabricar en 24 horas. Hay una inmoralidad manifiesta en el arte.  Entre eso y un grafitero... Y cuidado que no estoy hablando de congraciarme con nadie. Lo cuento en mi novela, pero no soy partidario de que se haga donde no se debe. Lo comprendo pero no lo apruebo.

Matiza mucho, ¿miedo al titular?

Es que fui puta antes que monja.

Y hablando de 'puta', periodista en este caso, ¿hay que ser un buen francotirador y alguien especialmente paciente? ¿Incluso necesario también para ser escritor?

Sí, para ser escritor y para ser periodista,  ambos deben serlo. La independencia es importante. Aunque seamos mercenarios, que lo somos, han de preservarse balas de francotirador. Un mercenario deshonesto es ya otra cosa...

¿Lo es Pérez-Reverte?

Sí, lo soy, francotirador y paciente. Todo el mundo acaba pasando por la escopeta, no hay más que esperar... Todos y todas...

Matiza el lenguaje por si acaso, que como académico tendrá que andarse con cuidado... ¿No le parece que a veces se exageran las cosas?

La Academia no es policía de la lengua, sino notario. Y si Galdós, por ejemplo, usó femenino como 'débil' el Diccionario así lo recoge. No juzga, sólo hace constancia.

Pero la gente no lo entiende así...

Pues que estudien.

¿Y cómo se entiende su fascinación por los códigos de lo marginal?

Me fascina, es verdad, todo lo que está al margen. Porque sus códigos son más importantes, ya que necesitan sobrevivir, y si no los repetan pueden jugarse la vida. Hay más lealtades en grupos marginales que en gente supuestamente honorable.

Le ayudaría ser tan de códigos para entrar en el grupo de grafiteros...

Claro que me ayudó. Y haber sido reportero.  Recurrí mucho a mi pasado Y para mí es un orgullo legítimo poder decir que a mi edad, a mis 62 años, aún puedo sentirme en territorio comanche. Podría quedarme en casa y darle a la maquinita, pero no...

¿De verdad cree que podría quedarse quieto y aun así escribir las novelas que escribe?

No, no podría hacer esto sin adrenalina. Pero como escritor todo me sirve. Echo todo al zurrón, no sé qué me va a servir y qué no. Soy como una urraca que va guardando todo en el zurrón. Yo ya no tengo la inocencia del reportero.

¿Qué líneas rojas no se traspasaban cuando era reportero?

Pocas líneas rojas no hemos cruzado. Hay un límite, pero éramos cazadores. Y eso me dejó fantasmas y remordimientos.

También será alimento inagotable de sus novelas...

Sí, siempre me alimento de ellos. No creo en las actividades que te permitan olvidar, pero sí en mover de lado los fantasmas, llevarlos donde molestan menos.

¿Muchos fantasmas?

Es que cuando eres joven eres más despiadado. No eres igual con 20 que con 30 o con 40. Hay dos maneras de evolucionar cuando se es reportero de guerra: hacia el cinismo o hacia la compasión. Vi compañeros ir hacia el cinismo, yo creo que lo dejé porque me fui hacia la compasión. Por eso me salí del periodismo... Eso sí, sin que el cinismo desaparezca del todo, ¿eh?

Y usted, que está siempre tan en guardia, ¿cómo le convenció Évole para ir a su programa si no va casi nunca a la tele?

Me pilló con la guardia baja. Y ya le había dicho antes que no, pero insistió, insistió..., hasta que me pilló con la guardia baja y le dije que sí.

¿Tan poco le gusta la televisión?

Es un medio que no me gusta, desconfío de ese medio y me parece perverso.

¿Le molesta mucho que le pidan soluciones por expresar opiniones?

No, lo entiendo, pero es que no siempre hay soluciones. Soy escritor, opino subjetivamente, pongo el dedo en las llagas, pero no me dedico a la política. No siempre hay soluciones además. Estamos mal acostumbrados, creemos que el Titanic no se va a hundir. La mala memoria la estamos pagando cara. Y si hay una solución es la educación, pero en el sentido de cultura y lucidez crítica. Si seguimos educando generaciones sin lucidez y sin capacidad de oponerse a la manipulación de los canallas no saldremos del agujero negro.

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