El presidente andaluz, José Antonio Griñán, ha confirmado este miércoles en una comparecencia pública que a finales de agosto dimitirá de su cargo al frente de la Junta de Andalucía dejando a Susana Díaz al frente. Griñán mantendrá su cargo de presidente federal del PSOE y de secretario de los socialistas andaluces. Es "una espantada", para unos,  y "una decisión personal", para otros, pero lo cierto es que el caso de Griñán y Sanz no es el primero de un político que renuncia dejando a su persona de máxima confianza al frente de sus responsabilidades.

En este caso, se da la circunstancia de que el propio Griñán heredó el cargo de otro presidente electo, Manuel Chaves, tras ser llamado éste de ministro con el presidente Zapatero. En las siguientes autonómicas, Griñán lograba la presidencia de la Junta gracias al apoyo de Izquierda Unida, formación que deberá revalidar ahora a Susana Díaz.

El propio Alfonso Guerra, compañero de partido de Griñán y Díaz reflexionaba este miércoles sobre el traspaso interno de poderes que "los procedimientos para la elección de presidentes en un sistema parlamentario son múltiples, pueden ser por elección y otros por sustitución, y ambas son legítimas. Es verdad que hay mayor legitimidad personal cuando se pasa por las urnas, pero no se pierde esta legitimidad en una sustitución parlamentaria", ha razonado.

El asesor de comunicación política Antoni Gutiérrez-Rubí considera que "traspasar responsabilidades a través de un procedimiento que no sea el electoral debería de ser algo excepcional". Sin embargo, reconoce que es legal hacerlo y legítimo si el sucesor da continuidad a las políticas del Gobierno, "ya que las políticas deben ser colegiadas y no deben estar vinculadas exclusivamente a una persona". A su juicio, "lo que tendría menos legitimidad es que la nueva persona impusiera un cambio en las prioridades o en el programa electoral votado en unas elecciones", asegura.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, anunció el pasado septiembre su dimisión en una rueda de prensa urgente en la que dijo que su vicepresidente y mano derecha, Ignacio González, sería su sucesor. Sobre Ignacio González, que recogió el testigo al frente de la Comunidad de Madrid, la presidenta afirmó ese día que era "la persona con más experiencia y mejor dotada para el cargo presidente". "Los madrileños no van a notar ninguna diferencia. Probablemente, lo mejore", zanjó.

El 27 de diciembre de 2011, la segunda teniente de alcalde del Ayuntamiento de Madrid, Ana Botella, era elegida alcaldesa de Madrid en un Pleno extraordinario. Días antes, Alberto Ruiz-Gallardón, había presentado su dimisión tras ser designado ministro de Justicia por Mariano Rajoy. Para algunos se trató de la "carambola mejor programada", ya que Gallardón supo que colocando a la mujer del ex presidente del Gobierno José María Aznar como número dos en el Ayuntamiento madrileño lograría saltar "muy fácilmente" a la política nacional. De hecho, la mano derecha de Gallardón siempre fue Manuel Cobo, no Ana Botella. La mayoría absoluta del PP bastó para que la número 2 pasara a ser la alcaldesa. En este caso, el principal partido de la oposición criticó el relevo apelando a que solo habían transcurrido siete meses desde las elecciones.

Francisco Camps, tiró la toalla el 27 de julio de 2011 y oficialmente dejó la presidencia de la Generalitat Valenciana en manos de Alberto Fabra. La presión ejercida por la dirección nacional de su partido, el PP, se hizo asfixiante y puso a Camps ante la disyuntiva, en palabras del propio Mariano Rajoy, entre la "deshonra" de ser un presidente condenado o la dimisión. El ya ex jefe del Gobierno valenciano decidió defender su inocencia en un futuro juicio. La trama Gürtel se llevaba así por delante al cuarto presidente de la historia de la autonomía valenciana. El Supremo finalmente absolvió a Camps en el caso de los trajes.

Los nombramientos de ministros también trajeron cambios en el pasado en la alcaldía de Barcelona. Jordi Hereu sustituyó a Joan Clos cuando fue nombrado ministro en 2006, siete meses antes de las municipales. Y antes, en 1997, Clos había ocupado el puesto de Pascual Maragall a mitad de legislatura.

El primer ministro británico Tony Blair dejó el cargo en 2007 tras 10 años en el poder y traspasó sus responsabilidades al que sería el nuevo líder laborista, Gordon Brown, que se convertiría inmediatamente en primer ministro. Brown, que se había enfrentado con Blair en el pasado, era el único contendiente para sucederle, ya que ningún otro había logrado los 45 respaldos parlamentarios necesarios para asumir la dirección del partido.